Sólo
temporalmente anónimas
San Salvador., Una puerta entre el cielo y el mar. Detrás
de esa puerta, casi 300 mujeres. 300 historias de ellas y de otras.
De todas quienes un día en el calendario del ser y del hacer
salimos a las calles a denunciar la vida torturada, desaparecida, la
vida encarcelada y agonizante hasta la muerte.
Mujeres de verdad y de mentira -porque nunca es triste la verdad,
lo que no tiene es
remedio-. Llegaron con piedras sagradas de nuestras antepasadas
en las manos y cenizas del
amor en el pecho; con imágenes capturadas para siempre de hombres
y mujeres resistiendo
codo a codo en cada esquina del tiempo: denuncia para nunca más;
pronunciando las elles
como eyes, comiéndose las eses finales, sustituyendo las eres
por eles: ese modo de
imprimir nuestras huellas a la lengua del conquistador; con tabaco y
ron y mezcal y vino; y
desde luego, con la mirada puesta en la puerta. Una puerta entre el
mar y el cielo
serpenteados por pelícanos y gaviotas en este paisaje del país
pulgarcito que por primera
vez acogió, sin saberlo, una tormenta de voces-palabras, de humedades
saladas no
marítimas, sí humanas, y, por supuesto, el desatar de
risas porque no pudieron, no nos
robaron la alegría.
La puerta fue abierta y quedó abierta para siempre y en este
amanecer del sexto día de
marzo se hace necesario contar su historia.
Había una vez
En la noche del 5 de septiembre de 1997, en un rincón salvadoreño,
una mujer comenzó a
garabatear una hoja. Su memoria, sin pedirle permiso, le devolvió
escenas de su vida sin
orden alguno, sin respetar su cronología: los rostros familiares
y los de los milicos, el
perfume de los jazmines del jardín y el olor de los gases lacrimógenos,
las miradas
enamoradas de la madre y del padre y esas otras, destilando odio -y
odiadas- que asomaban
entre los cascos militares, la voz del abuelo contándole cuentos
de verdad y la de los
generales leyendo las proclamas que todo lo prohibían, sus pasos
infantiles corriendo en la
playa y sus pasos adultos huyendo de las balas, el patio de la escuela
y el patio de la cárcel,
las visitas domingueras a la abuela y esas otras de los martes y jueves
a las presas políticas
y a los presos políticos, el primer beso clandestino bajo una
higuera y el primer avión que la
obligó al exilio... Ciertamente, reparó, su vida no era
singular: miles de mujeres habían
vivido, y viven, historias semejantes. Pero ¿dónde quedaron
registradas con sus propias
palabras? No era una pregunta para formulársela a solas y la
desparramó a otras mujeres,
compañeras y hermanas. Las respuestas llegaron coincidentes:
"Hay que poner manos a
la obra". A la de lanzar una iniciativa que recogiera la memoria
dictada y escrita por
las manos de las propias protagonistas de ese tiempo de combate contra
la infamia, oculta a veces silenciada, prudentemente escondida. Pero
la memoria empuja y de ella surgen palabras rescatadas definitivamente
para la vida.
Compañera Memoria, presente ahora y siempre
A todas convocó esta iniciativa que llamamos propuesta-sueño:
Año 2000: Memoria
Histórica de las Mujeres en América Latina y El Caribe,
y cuya primera etapa fue abrir
una convocatoria literaria para la participación de trabajos
inéditos escritos en castellano en
tres géneros: poesía, cuento y testimonio, lanzada desde
la Facultad de Derecho de
la Universidad de El Salvador, en San Salvador, el 9 de junio de 1999.
En esta locura linda estuvimos involucradas, en su inicio, las periodistas
Isabel Villalta, salvadoreña, Viviana Gómez, peruana,
María Teresa Escalona, mexicana y Nora Franco, argentina. Pero
este grupo de coordinación contó con el apoyo de cientos
de compañeras y compañeros quienes, desde sus respectivos
países, difundieron la convocatoria literaria a los cuatro vientos.
Imposible olvidarlo: la primera obra que llegó para participar
del certamen fue de una mujer chilena radicada en Francia. Las últimas,
de una misma autora uruguaya que presentó un trabajo por cada
género literario. Entre la apertura de la convocatoria y su clausura
-el 10 de diciembre de 1999- se recibieron 286 obras de autoras de 26
nacionalidades: estuvieron representados los 19 países de América
Latina y El Caribe hispanohablantes, además de Brasil, Alemania,
Checoslovaquia, España, Estados Unidos, Inglaterra y Rusia.
El sueño ya estaba habitado de palabras escritas en poemas, cuentos,
testimonios. ¿Quiénes se adentrarían en las páginas
del sueño?: las nueve mujeres que integraron el jurado calificador
fueron Claribel Alegría, poeta y escritora salvadoreña-nicaragüense,
Alicia Partnoy, argentina, poeta y doctora en literatura, Silvia Matus,
poeta y feminista salvadoreña, Pía Barros, escritora chilena,
Graciela Mántaras, escritora y crítica
literaria uruguaya, Marylin Bobes, poeta y escritora cubana, Carmen
Ollé, poeta peruana,
Vanessa Droz, poeta puertorriqueña y Rosa Rojas, periodista mexicana.
Una a una fueron
llegando a la playa salvadoreña de El Zapote, a partir del 27
de febrero. Sólo con Marilyn debimos continuar a la distancia:
enferma de neumonía no pudo viajar pero aún así
pidió participar del jurado, leyó las obras desde su casa
en La Habana y dictaminó electrónicamente.
Ocho días después, el dictamen de las obras había
sido definido. Y es momento de darlo a conocer.
Diez poemas
Claribel Alegría, Carmen Ollé y Silvia Matus, en un dictamen
por unanimidad, otorgaron el
primer premio a: "Polaroid", de Anahí Diana Mallol,
(Argentina). El segundo premio a: "Mujer en reloj", de Yiria
Escamilla Martínez (México), asignaron una mención
honorífica y recomendaron la publicación de otros 7 poemas.
Catorce cuentos
También, en un fallo por unanimidad, Pía Barros, Graciela
Mántaras y Vanessa Droz
otorgaron el primer premio a "Todos tenemos un ángel",
de Alma Idalia Sánchez Pedraza, (México). El segundo premio
compartido a "Vientos de rotación perpendicular", de
Alicia Kozameh (Argentina), y "Ocurrió en Montebello",
de Eugenia Echeverría Veas (Chile).
Asimismo una mención de honor especial, cuatro menciones de honor
y propusieron para su publicación otros cinco cuentos.
Treinta y dos testimonios
En un dictamen por mayoría Alicia Partnoy, Rosa Rojas y Marilyn
Bobes otorgaron
el primer premio compartido a: "En memoria de mi querida Clara,
sólo temporalmente
anónima", de Miggdalys Cabello Alarcón, (Venezuela),
y a "Diálogos de amor contra el silencio", de María
del Carmen Sillato (Argentina). El segundo premio compartido a dos textos:
"Sin título", de Engracia Reyna Caba Solano (Guatemala),
y a "Historia de mi vida", de María Cecilia Dubón
(El Salvador).
Además, se determinó otorgar una mención especial,
cinco menciones honoríficas y recomendó la publicación
de otros 21 testimonios. Todas las obras, cincuenta y seis en total,
serán publicadas en una antología que será distribuída
en cada uno de los países latinos y caribeños. Es la etapa
de esta propuesta-sueño que ya estamos saboreando. Y esta historia
de había una vez no finaliza con colorín colorado:
esa puerta que quedó abierta entre el mar y el cielo, la utopía,
sigue habitando nuestros cuerpos.
(Para mayores informes escribe a: [email protected] o [email protected])
|