LUNES 20 DE MARZO DE 2000
Ť Plantados frente al campamento militar, oraron y leyeron la Biblia
Desplazados de Chenalhó ayunan por la paz
Ť Jóvenes pacifistas de Estados Unidos y Canadá los acompañan en su acción de Cuaresma
Hermann Bellinghausen, enviado, X'oyep, Chis., 19 de marzo Ť Llegaron al campamento militar a plantar allí mero una modesta casita de plástico, que denominan "tienda", unos veinte campesinos tzotziles, hombres y mujeres, que viven en el campamento de refugiados al otro lado del cerro, a un kilómetro de aquí. Pertenecen a Las Abejas, de Chenalhó, y llevan casi tres años arrancados de sus casas, milpas y cafetales por la violencia paramilitar.
No menos precarias que la casita que literalmente plantan frente a los militares son las "casas" que habitan, en condiciones de miseria, en la comunidad de X'opep.
Los acompañan hoy miembros de los Equipos Cristianos de Acción por la Paz (ECAP), formados por la Iglesia menonita y los cuáqueros, quienes "apoyan equipos para reducir la violencia", según declaran. Procedentes de Estados Unidos y Canadá, una decena de jóvenes pacifistas acompañan a Las Abejas en su acción de Cuaresma, una forma de oración por demás elocuente.
Los soldados miran con inquietud la acción de los indígenas y los pacifistas, curiosa aleación alternativa de la trilateralidad de Norteamérica.
A orillas de la cancha de futbol de la tropa, y al pie de una bandera nacional, puesta allí por el Ejército Mexicano, los tzotzileros empezaron sus labores hoy a las 8:00 de la mañana, clavando estacas en la tierra para sostener los plásticos que servirán de techo y muro a la casita de aquí a Semana Santa, período en que mantendrán guardia continua, cantando y rezando.
Antes sembraron 12 velas blancas en línea y leyeron la Biblia: "Todos vivirán sin temor y todos podrán descansar a la sombra de la higuera". En su "campaña de ayuno por la paz", Las Abejas y EPAC llaman "al retorno de los desplazados a sus comunidades, del Ejército a sus cuarteles, de la convivencia fraternal entre hermanos, y un regreso de los corazones al camino de Dios".
Las cocinas del campamento castrense despiden un fuerte olor a carne asada, mientras los indígenas católicos se disponen a sobreponer un ayuno cuaresmeño al ayuno obligatorio que de por sí viven a diario.
ƑQuién dice que no se puede?
"Picture please" se aproxima diciendo una mujer del Ejército federal, uniformada de verde olivo, y su brazalete amarillo donde se lee: "Labor Social, plan DM III", mientras empuña su cámara fotográfica y retrata a los indígenas y los pacifistas.
El mayor Crisóstomo, oficial que presencia la acción, pide a los periodistas que no tomen fotos de ellos, mientras los soldados toman fotos. Hasta ese momento había observado a distancia, junto a la antena parabólica del campamento militar. Recibe un documento de EPAC y anuncia que lo remitirá a sus superiores, pero que no está autorizado a declarar. Crisóstomo, egresado de la Escuela de las Américas del ejército estadunidense, trata de ser amable, y casi lo consigue.
El destacamento de la 31 Zona Militar, al instalar el lábaro patrio en lo que fue parcela y bosque de X'oyep, escribió al pie con grandes letras blancas sobre fondo negro: "Nosotros sí podemos".
De tal afirmación no queda duda. Son el poder aquí. El limpio helipuerto, circundado de piedras blancas y con una monumental H tatuada en la tierra, podría ser una muestra de land art si tuviera una poca de gracia (y otra cosita). Las construcciones castrenses, de madera oscura meticulosamente ensamblada, producen una sensación de remoto déjà vu. Los campamentos de las películas bélicas, con veredas trazadas con rocas blanqueadas y torretas de palo, bastante ingeniosas, pueden indicar una pista. Otra la dan los de EPAC.
Cuentan que un general mexicano les explicó las razones de la presencia militar en la campiña pedrana: "Estamos para ganar los corazones de la población. Estamos para quitar la bandera de los zapatistas".
No pudiendo resistir la memoria del famoso hearts and minds de la contrainsurgencia yanqui en Vietnam, un miembro de EPAC replicó: "El ejército no ha hecho nada para resolver los problemas, sino que es parte del problema. Su Labor Social no ha ayudado a los miles de desplazados a regresar a sus comunidades".
En un volante que distribuyen a los soldados, los indígenas de Las Abejas los invitan a cambiar "su vehículo armado por 196 mil kilos de tortillas, y su rifle por 5 mil 340 kilos de tortillas.
"Tú has caminado por nuestra región, conoces nuestros lugares", dicen a los soldados, "sabes que no hay tranquilidad mientras caminas provocando tus armas. Les has dado a conocer las armas a los paramilitares. Has molestado en tus retenes a quienes vienen a visitarnos, y a nosotros también. ƑCómo se siente tu corazón?.
"Nosotros hemos pedido la desmilitarización de la región, pero el gobierno no escucha. No hay que aprender como piensan ellos. Por eso te pedimos que salgas de tu campamento militar", dicen los indígenas al soldado mexicano.
"El espíritu malo, el espíritu de la guerra, de la injusticia, de la violencia, estará contento con nosotros si no hacemos lo necesario para que la paz llegue a estas tierras".
Cuentan los indígenas que en una ocasión anterior, miembros de Las Abejas ingresaron al mismo campamento de la Sedena para efectuar una oración; varios soldados se aproximaron con la intención de rezar también. "Pero el mayor les prohibió que lo hicieran y los retiró de nuestra presencia".
Por fin, Ƒse puede, o no se puede?
El prodigio de la gratitud
En la comunidad de X'oyep, además de la población original, existen ahora mil 190 habitantes, expulsados por los paramilitares que perpetraron la matanza de Acteal. En malas condiciones de vivienda, sanidad y alimentación, pese a la ayuda nacional e internacional que reciben, pero no alcanza, las familias desplazadas provienen de los Chorros, Puebla, Yaxjemel, Chƀuchtic y Yibeljoj, la mera mata del hasta la fecha no desmantelado grupo paramilitar de fama mundial.
X'oyep, con su hacinamiento de casitas de plástico y algunas tablas, es la prueba de que un vasto territorio de Chenalhó está en poder permanente del grupo contrainsurgente (para algunos, sencillamente una "banda"). Todo indica que la intención de "quitar el agua al pez" del zapatismo y la resistencia siguen vigentes y con éxito en Chenalhó.
Al otro lado de las barrancas y laderas se divisa Polhó, donde otros 8 mil desplazados zapatistas de muchos comunidades comparten el destino de Las Abejas de X'oyep, y para el caso, también de Acteal. Entre todos, suman más de 10 mil indígenas sin paz ni tierra. Tampoco les alcanza la leña en esta serranía pelona.
En X'oyep, la situación es la más precaria de todas. Aquí se vive por debajo de los mínimos que traza el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para Refugiados (ACNUR) en relación con poblaciones en desgracia. No obstante, la Cruz Roja Internacional ha disminuido su aportación; lo mismo ocurre con la ayuda de la sociedad civil. Y el Plan DM III, para desgracias naturales ųque no es el casoų no mejora las cosas.
Avelino tiene cinco años y no parece enterarse. Pobremente vestido, moquiento y barrigón por desnutrido, se apróxima a los periodistas y les ofrece un puñado de totis, la fritura barata con que se distrae la lombriz. No menos generosas serán las cocineras tzotziles del campamento San Juan Diego (aquí ya se le adelantaron al Papa en la canonización del contravertido indio mexicano), quienes nos ofrecieron desayuno caliente: frijoles y arroz.
Un muro de la cocina (una de las pocas edificaciones de madera y no de plástico en el campo de desplazados) está ilustrado con un mural naif, que reproduce la famosa foto de Pedro Valtierra tomada aquí mismo en 1998, donde una campesina de escasa estatura forcejea con un soldado armado y con casco. Al lado aparece escrito un agradecimiento "a la sociedad civil nacional e internacional".
Sus casas arrasadas, sus animales sacrificados y sus campos enajenados por los paramilitares priístas de sus propios pueblos, no quitan las gracias de la boca y las manos de estos tzotziles en resistencia. No faltará quien a eso lo llame milagro.