La presencia de las fuerzas armadas en los pueblos indígenas
de Oaxaca no es nueva. Lo novedoso es el incremento --en términos
de cantidad y calidad-- del Ejército mexicano, que ha llegado para
quedarse en el seno de las comunidades indígenas, en los caminos
o en el corazón de las montañas. Se trata de una invasión
silenciosa que avanza lentamente.
Numerosos testimonios afirman que en las comunidades
donde el Ejército ha llegado se violentaron las garantías
individuales y la vida comunitaria. Nada vuelve a ser como antes. Los pueblos
indígenas tienen que "aprender" el lenguaje silencioso de las armas
de los militares federales: darles techo, alimentos, suelo. Más
allá de las formas de resistencia tradicional, en los últimos
años, las comunidades están aprendiendo a resistir la invasión
de sus territorios, el escrutinio riguroso de los ojos de otro indígena
al que le pagan por defender supuestamente la soberanía de la nación.
Las montañas de la Sierra Norte se pintan "verde
olivo". En una visita a las comunidades de la Sierra del Rincón,
se constató la presencia militar del LXVIII Batallón de Infantería
con sede en Jalapa, Veracruz. En 1996, el diario Noticias de la Cuenca
del Papaloapam daba cuenta de la existencia de un grupo armado que
recorría la Sierra Norte. Esto originó un despliegue de fuerzas
armadas, principalmente en el Rincón de la Sierra Juárez.
El Ejército realizó vuelos rasantes día y noche; penetró
a la montaña, interrogó a los pobladores, principalmente
a niños y mujeres.
Diódoro Carrasco Altamirano, gobernador en aquellos
tiempos declaró que "no existían grupos armados en la región".
Sin embargo, la presencia militar no se justificaría de otra forma.
Finalmente "los ejércitos" se quedaron, estableciendo retenes en
Ayotzintepec con aproximadamente 300 soldados el 29 de diciembre de 1996.
A la par, en Ixtlán de Juárez se ubicó una Base de
Operaciones Mixtas que sigue funcionando.
Durante 1996, el gobierno acusó a la Unión
de Comunidades Indígenas Zapotecas y Chinantecas Emiliano Zapata,
UIZACHI-EZ (organización que hoy ha desaparecido por la represión
sufrida) de ser brazo político y armado del Ejército Popular
Revolucionario (EPR). En aquella ocasión fueron detenidos algunos
de los integrantes de la organización y sus comunidades prácticamente
fueron sitiadas por el Ejército, que revisó casa por casa
en cada comunidad, violando la Constitución y los derechos de los
comuneros.
Para desarticular la UIZACHI el gobierno creó
el Fondo Microregional que, con recursos de la Sedesol, el INIy el gobierno
del estado, empezó a cooptar a los indígenas de la región.
En 1999, en la comunidad zapoteca de Tanetze continuaron los recorridos,
la intimidación, fabricando órdenes de aprehensión
contra comuneros que el Ejército consideraba integrantes de un grupo
armado. La población decidió aclarar la situación
con los militares. Finalmente no se libraron las órdenes, pero siguen
pendientes.
En la comunidad zapoteca de Lachixila, el Ejército
se llevó en helicoptero a las autoridades. Éstas relatan
que allá arriba en el helicoptero, los militares les preguntaban
si pertenecían a algun grupo armado y si no confesaban, los amenazaban
con arrojarlos a las presas Miguel Alemán y Cerro de Oro. Aunque
la Unión de Organizaciones de la Sierra Juárez de Oaxaca
hizo innumerables denuncias, ninguna logró prosperar.
Los comuneros de esta zona montañosa afirman que
la presencia militar se debe a la organización de los pueblos indígenas
de la región que el Ejército busca desactivar.
Los pueblos de la Sierra Sur bajo sitio. Un estudio
del Centro de Derechos Humanos Agustín Pro afirma: "A partir de
fines de 1995, incursionaron tropas a la región chatina, mixteca
y zapoteca en Amoltepec, Teojomulco y Tlacotepec. Los militares intimidan
a los pueblos e ignoran a las autoridades municipales. En sus operativos
cuestionan a la población y a los miembros de partidos de oposición,
preguntando por la identidad de sus líderes y sobre las actividades
del sacerdote y los catequistas". A partir de 1997 se construyó
en Miahua-tlán de Porfirio Díaz la XLIV Zona Militar que
cuenta con unidad habitacional, campo de entrenamiento y pista de aterrizaje.
Tiene influencia en 175 municipios de la Costa, los Valles Centrales, la
Sierra Sur y parte de la Mixteca. Fuentes consultadas señalan que
en sus campos de adiestramiento frecuentemente se entrenan tropas de Veracruz,
Tabasco y Puebla. Así mismo, se encuentran 500 efectivos de las
Fuerzas Especiales de Reacción Inmediata. El interés de la
Secretaría de la Defensa Nacional es tan fuerte que su titular visita
cada tres meses la Zona para supervisar a la tropa destacamentada.
La presencia del Ejército Mexicano se ha justificado
de diversas formas. Una ha sido a través del Plan DN III. Con el
sismo de 7.4 grados en 1999 y las constantes lluvias en la región,
el Ejército llevó auxilio a la población afectada,
pero el incremento militar fue notorio desde 1994 con el surgimiento del
EZLN y en 1996 con la aparición del EPR.
En 1996 en la comunidad de Zieneguilla fueron cateadas
casas y se detuvo a una persona. El Ejército se llevó fertilizante
y hacía preguntas sobre "donde están las armas". En la agencia
de La Pila, a Salomón García le fueron afectadas siete hectáreas
de tomate. El Ejército pensó que era un plantío de
marihuana, y fumigó el sembradío. No se le indemnizó
por el daño. También se ha implementado en la cabecera municipal
una campaña de despistolización que incluye interrogatorios
a quienes encuentran caminando después de las diez de la noche.
El pasado 11 de noviembre, en la comunidad de Unión
Providencia del municipio de Santiago Textitlán, los militares se
introdujeron a varios ranchos, forzaron puertas, vaciaron costales de maíz
al piso y se comieron fruta del lugar. En la misma agencia hay malestar
en la población, ya que los militares cazan venados e iguanas.
Los militares han dejado a su paso descomposición
social que se refleja en el aumento del alcoholismo y la prostitución,
la creación de cantinas, la proliferación de adolescentes
embarazadas por militares, el acrecentamiento de los casos de adulterio
donde los soldados han sido protagonistas y en el incremento de riñas
entre civiles y militares. Esta situación se agravó con la
inauguración --en diciembre de 1999-- de la XLIV Zona Militar. Los
zapotecos no pudieron hacer nada para detener su instalación. La
gran mayoría de los habitantes zapotecos dicen que "se vislumbra
que la militarización va a ir en aumento y jugará un papel
importante en el próximo proceso electoral. No cabe duda que nos
tienen cercados, nos quieren intimidar. Con los retenes, el Ejército
quiere tener un control total de la población".
Los
Loxichas entre la rebeldía, la marginación y la militarización.
El ataque del EPR al punto turístico Crucecita Huatulco de la región
de Los Loxichas ubicada en la sierra de Pochutla, trajo consigo la militarización
y paramilitarización de sus comunidades. Desde entonces las comunidades
han visto encarcelados a más de cien pobladores y se incrementaron
los asesinatos selectivos, las detenciones arbitrarias, la tortura, y otras
violaciones a los derechos humanos. Aquí los zapotecos viven un
cerco militar, paramilitar, económico y social. A tres años
del levantamiento eperrista, aún existen más de noventa órdenes
de aprehensión. Todo esto ha desatado una psicosis colectiva de
miedo, angustia y terror en la población.
En Los Loxichas se ubican cuatro Bases de Operaciones
Mixtas: en El Portillo de las Flores, Magdalena Loxicha, La Sirena Miramar,
Loxicha y Agustín Loxicha. Se acondicionó un helipuerto doble
en La Cruz para facilitar el desplazamiento de tropa a la región.
Antes de la aparición del EPR, la región
no contaba con caminos. Los pobladores comentan que por años los
solicitaron y nunca fueron atendidos. En menos de dos años, se han
abierto caminos de terracería hacia todas las comunidades. Los habitantes
están conscientes de que las carreteras significaron que los cuerpos
policiacos se movilizaran con mayor velocidad.
La gente vive con miedo. Los patrullajes y sobrevuelos
militares son constantes. La gente se ha tenido que acostumbrar al ruido
que hacen las aeronaves.
A esta situación se suma la existencia de grupos
paramilitares, como Los Entregadores, surgido en el sexenio de Diódoro
Carrasco, entrenado y pagado desde altas esferas del poder. Su mando es
la actual autoridad municipal, originario de la región y ex-policía
judicial, Lucio Vázquez Ramírez. Está integrado por
unos 50 o 70 personas de diversas comunidades,fundamentalmente de San Agustín
Loxicha. Normalmente se despla-zan en camionetas último modelo y
su armamento incluye Ak-47, M1 y M2. Sus prácticas son des-piadadas
y sanguinarias. Tienen como papel principal delatar, pero también
torturan, asesinan, violan a mujeres y participan en detenciones arbitrarias.
Operan conjuntamente con militares, judiciales y la policía preventiva.
En síntesis determinan quién vive y quién muere en
la región. Los pobladores de las comunidades los tienen identificados
y en cualquier mo-mento el odio acumulado puede desatar una violencia de
enormes proporciones.
Los habitantes han denunciado a los principales paramilitares:
Lorenzo Martínez Enríquez, Juan Martínez Ruiz, Aquiles
Martínez Ruiz, Virgilio Enríquez Santiago, Alberto Enríquez
Luna, Rogelio Cruz Fabián, Donato Enríquez Martínez,
Pablo Enríquez Matías, Félix Santiago Santiago, Alejandro
Matías Antonio, Emiliano Mendoza José, Eucario Mendoza José,
Juan Martínez Santiago, Onésimo Ruiz Santiago, Arturo Felipe
Almaraz, Faustino Sebastián Valencia, Flavio Almaraz Pacheco, Donaciano
Santiago Santiago y Apolinar Martínez Mendoza, entre otros.
Más de ochenta mujeres han permanecido en plantón
por más de tres años exigiendo la libertad de 96 indígenas
zapotecos que permanecen en diversas cárceles del país.
En
el Istmo los vientos de la militarización soplan fuerte. Esta
región del Istmo es considerada estratégica por el Fondo
Monetario Internacional, el Banco Mundial, el gobierno federal, y por diversas
compañías trasnacionales, con lo que se pretende justificar
el incremento del Ejército federal.
En los Chimalapas son una realidad cotidiana de los zoques
los retenes, las Bases de Operaciones Mixtas y los puestos móviles.
A esto se suman las pugnas territoriales y las invasiones de gana-deros
chiapanecos que cuentan con guardias blancas para protección de
sus intereses. En 1999 el conflicto por la tierra adquirió dimensiones
preocupantes, en gran medida por la irresponsabilidad de los gobiernos
en turno. Los zoques han denunciado lo anterior y cuestionado la presencia
de soldados que intimidan a la población, decomisan armas y los
interrogan sobre sus líderes, su organización y sus supuestos
nexos con el EZLN.
En Lachiviza, en 1996, mientras los alumnos del Centro
de Educación Campesina de la Unión de Comunidades Indígenas
de la Región del Istmo CEC-UCIRI tomaban sus cursos, el Ejército
mexicano se apoderó de las instalaciones y realizó acciones
de cateo, intimidación y amenazas.
A partir de la realización de la Consulta Nacional
por el Reconocimiento de los Derechos de los Pueblos Indios y por el Fin
de la Guerra de Exterminio un destacamento militar permanece asentado en
la comunidad huave de San Francisco del Mar. En el mes de marzo de 1999,
fueron amenazados brigadistas de esta comunidad. Un huave afirmó:
"no estábamos acostumbrados a los verdes, pensamos que eran sólo
recorridos, pero se quedaron. Tenemos miedo por nuestras mujeres e hijos".
En el Bajo Mixe la presencia militar ha aumentado. En
esta zona se encuentra el VI Regimiento de Artillería, destacamentado
en Matías Romero, y se ha constatado la presencia de aproximadamente
siete retenes militares. La Unión de Comunidades Indígenas
de la Zona Norte del Istmo (UCIZONI) ha denunciado en varias ocasiones
el incremento militar y la existencia de un posible grupo de pa-ramilitares
que en marzo de 1999 amenazó con atacar la asamblea comunitaria
en San Juan Guichicovi, donde se llevaría a cabo la consulta zapatista.
Hoy Matías Romero se ha convertido en una zona de tolerancia, con
aumento de cantinas, prostitución y otras secuelas de la desintegración
familiar.
Para el Centro Regional de Derechos Humanos Tepeyac,
la principal razón de la militarización del Istmo es que
se considera una zona estratégica para el desarrollo de un ambicioso
megaproyecto al que se han opuesto organizaciones sociales, no gu-bernamentales
y comunidades. Los militares se encuentran en puntos estratégicos
donde estará o se han iniciado los trabajos de esta obra. Los militares
cumplen objetivos de "contención social donde la función
es que la gente se sienta controlada".
En Juchitán los militares no han entrado en una
confrontación directa con las comunidades indígenas, aunque
si se registran abusos por parte de diversos cuerpos policiacos. Los entrevistados
en esa ciudad mencionan que los retenes se ubican en La Ventosa, integrados
por soldados, judiciales, policías preventivos y agentes de migración,
con cien elementos y de 7 a 10 barricadas; cuentan con vehículos
artillados y de desplazamiento. Los retenes tienen la función de
controlar la migración, principalmente de Centroamérica,
pero existen evidencias que en muchos casos actúan en complicidad
con los "polleros".
En Salina Cruz, se localiza la Zona Naval número
20 que realiza patrullajes no sólo en lanchas, sino en camiones
que se internan en las comunidades, que han denunciado casos de allanamiento
y cateo ilegal.
Desde la Base Aérea Militar número 2, de
Ciudad Ixtepec, se efectúan sobrevuelos a comunidades indígenas
y la descomposición social adquiere dimensiones preocupantes. En
La Noria se localiza una unidad habitacional militar, y en el puerto de
Salina Cruz un centro de adiestramiento. Los pobladores cercanos afirman
que hay un incremento de patrullajes terrestres y aéreos. Los vuelos
son rasantes de día y de noche; los helicópteros portan una
inmensa luz: "es como si fuéramos conejos y estuvieran de caza".
Las formas de operar, los pretextos y el control territorial
de los militares varía de acuerdo a la región. Por ejemplo
en Juchitán --ciudad que en los setenta fue muy acosada por los
militares a raíz del movimiento de la Coalición Obrera Campesina
Estudiantil del Istmo (COCEI)-- los pobladores dicen que los militares
actúan con mucho tacto ya que saben que la gente va responder a
las agresiones. En cambio en Uxpanapa todavía se recuerda que hace
dos años, a raíz de un conflicto poselectoral, el gobierno
ordenó la militarización abierta y brutal, a tal grado que
había un soldado en cada calle con arma en mano.
La Cuenca del Papaloapan. En esta importante región
económica ocurre desde los setenta una violenta pugna agraria entre
ganaderos, guardias blancas, policías, judiciales, Ejército
y las organizaciones populares y civiles. A partir de esta lucha las familias
caciquiles como los Ahuja, los Moreno Sada y los Cue, perdieron grandes
posesiones de tierra, lo que permitió a algunas organizaciones,
como la Unión General Obrera Campesina y Popular (UGOCP), adquirir
fuerza para "mantener a la raya" la militarización y resistir la
acumulación de órdenes de aprehensión contra la dirigencia
colectiva de las organizaciones.
Sin embargo, a raíz de un conflicto postelectoral
y agrario reciente, la comunidad de San Juan Lalana se ha militarizado.
La persecución ha sido intensa y actualmente está
como preso político el Comisariado de Bienes Comunales. Existen
órdenes de aprehensión en contra de varios indígenas
de la comunidad.
La preocupación más fuerte en esta parte
del Papaloapan es la acción de las guardias blancas y los pistoleros
de los grandes ranchos, financiados por el gobierno a través de
una organización campesina priísta, la CECOEZ. Según
campesinos entrevistados, los viejos caciques se niegan a perder el control
que tuvieron.
Los nuevos conquistadores de los Valles Centrales.
En el corazón de la ciudad, frente a la Alameda de León,
se encuentra una oficina de la Procuraduría General de la República,
en el que es muy común que militares lleguen con indígenas
para ser presentados ante el Ministerio Público Federal acusados
de narcotraficantes. El domingo 12 de diciembre de 1999 un camión
militar llegó con seis campesinos de Santiago Quiatoni amontonados
en el piso, amordazados y golpeados.
Se sabe que en algunas comunidades circunvecinas a Quiatoni
el Ejército ha establecido convenios con narcotraficantes, donde
incluso opera una ruta.
En cada una de las entradas principales de la ciudad
de Oaxaca, existe por lo menos una Base de Operaciones Mixtas.
Éstas cuentan con unos sesenta efectivos militares
de planta, listos para actuar.
La Mixteca, la Costa y la Mazateca: los ojos del Ejército
en el corazón de los pueblos. En el centro del territorio triqui,
Juxtlahuaca, está asentado el XCV Batallón de Infantería.
La población considera innecesaria su presencia porque en el área
no existen grupos armados.
En abril de 1995, elementos del LIV Batallón de
Infantería de Puerto Escondido mantuvieron sitiado a un grupo chatinos
de Santos Reyes Nopala en la Sierra Sur. La organización de derechos
humanos OIDHO, de Oaxaca, denunció que los militares torturaron
a algunos pobledores y allanaron sus viviendas. Ante un problema entre
agencias y municipio en Putla de Guerrero en el mes de noviembre de 1999,
150 paramilitares de filiación priísta auxiliaron a las fuerzas
policiacas y militares para sitiar las poblaciones de El Campanario y San
Miguel Copala.
El XLVII Batallón de Infantería se localiza
en el municipio de Pinotepa Nacional, sus recorridos y retenes son constantes.
En 1999, uno de los municipios "visitados" por las efectivos militares
fue Ixtayutla. Un fuerte retén-destacamento se ubica en el tramo
de Río Grande y Puerto Escondido, aproximadamente con 500 soldados.
En la carretera Acapulco-Putla se ubica una Base de Operaciones Mixta.
Donde el narcotráfico y cacicazgo son problemas
complejos, las incursiones militares a las comunidades son casi nulas.
Según fuentes entrevistadas sedebe a la complicidad de las fuerzas
castrenses con el narcotráfico.
En los primeros días de julio de 1996, más
de mil elementos del ejército penetraron en la Sierra Mazateca,
en los límites con Puebla y Veracruz, con el pretexto de buscar
un presunto grupo de centroamericanos vinculados con el EZLN e interceptar
un cargamento de armas. Se instalaron retenes en Nuevo San Agustín,
Plan de Guadalupe, Agua Barbacoa y en la finca cafetalera Plan Carlota.
El 6 de julio, cuando se realizaban las elecciones extraordinarias en Mazatlán
Villa de Flores, varios cientos de elementos del Ejército llegaron
al paraje Plan de Guadalupe, a unos 32 kilómetros de este municipio.
Los
motivos del lobo. A partir de 1994, las Fuerzas Armadas se reestructuran
en función de las comunidades indígenas consideradas como
"focos rojos", asentamientos que se encuentran en una angustiante marginación.
En un estudio oficial elaborado por el gobierno de Oaxaca, se reconoce
la existencia de "dos grandes zonas enclavadas en la Sierra Madre del Sur
y la Costa oaxaqueña, con características geofísicas,
extensión territorial, densidad de población, índices
de miseria y analfabetismo, deterioro de condiciones sociales e incomunicación
adecuadas a la guerrilla".
Todo lo anterior en el marco de dos estrategias que según
las propias fuentes oficiales comprenden:
1. Ampliar la base social propia. a) En acciones tácticas: reestructurar con un nuevo pragmatismo la relación gobierno-masas. b) En lo político: aplicar una política de masas que reelegitime a las instituciones. c) Tareas de inteligencia: descargar el gasto social de tareas contrainsurgentes.
2. Reducir la base social del adversario. a) Acciones tácticas: desmontar mecanismos propagandísticos; apuntar atinadamente la réplica propagandística.
b) Políticas: garantizar el estado de derecho; respeto a los derechos humanos y acoso a difamadores; exhibir sistemáticamente su falacia ideológica global. c) Tareas de inteligencia: Identificar y escrudriñar sus organismos fachada. Identificar a sus ideólogos militantes.
De entre todas estas acciones de contrainsurgencia finalmente
se prevé el hecho de "controlar o reprimir la insurrección
civil, sea resistencia pasiva o armada". La ocupación o su presencia
conllevó, entre otros aspectos, mantener el poder local o regional
fortaleciendo los cacicazgos existentes.
Los comuneros y comuneras de Oaxaca reconocen que "cuando
los Ejércitos llegaron, originaron la violación de la vida
comunitaria con secuelas como la intimidación, los allanamientos,
las violaciones, las detenciones arbitrarias, la tortura, las desapariciones,
los asesinatos selectivos, pero sobre todo la destrucción de la
vida comunitaria".