Lunes en la Ciencia, 13 de marzo del 2000
La biotecnología, una antigua y moderna aliada del hombre
Revolución del siglo XXI
Enrique Galindo
La biotecnología, contrario a lo que pudiera parecer, no es algo nuevo entre nosotros. Hace siglos que los humanos tenemos que ver con ella. La fabricación de pan y vino en el viejo continente, y de pulque en el nuevo, son ejemplos muy antiguos.
En la vida diaria es más común de lo que imaginamos. Las bebidas alcohólicas y los productos lácteos fermentados (como el queso y el yogurt) son productos biotecnológicos bien conocidos. También se producen antibióticos (penicilina), una amplia variedad de medios para el diagnóstico clínico, vacunas y medicamentos como la insulina y la hormona de crecimiento.
La biotecnología se usa para producir materias
primas que utilizan detergentes biológicos, refrescos,
alimentos balanceados para ganado y varios para humanos. Es por
técnicas biotecnológicas que se producen algunos
edulcorantes dietéticos, ciertos ablandadores de carne y
saborizantes. También para propagar y mejorar plantas (de
ornato o frutales), producir plaguicidas y fertilizantes no
contaminantes o tratar el agua residual, tanto municipal como
industrial.
En el ámbito internacional es una industria pujante que ha generado riqueza y empleos, mediante nuevos productos (generalmente de alto valor agregado) para satisfacer demandas específicas del mercado. Hasta hace unos 15 años, todos los productos biotecnológicos se producían por organismos aislados de la naturaleza; sin embargo, a partir del descubrimiento del ADN, la biotecnología que hace uso de microorganismos, plantas o animales manipulados genéticamente se ha convertido en una de las industrias más rentables, prometedoras y, a veces, controvertidas.
Esta última faceta es probablemente la más publicitada, ya que está asociada a las poderosas técnicas que se denominan ingeniería genética y son capaces de producir organismos transgénicos, esto es, aquellos a los cuales se les ha introducido características genéticas de otras especies. Por ejemplo, ha sido posible que bacterias den origen a hormonas que sólo producen los mamíferos (como la insulina), que éstos produzcan en su leche fármacos especializados (como los usados para tratar infartos agudos) y que plantas sinteticen su propio insecticida (el cual ha sido extraído de una bacteria).
El conocimiento cada vez mayor del genoma humano genera, además de un potencial casi ilimitado de posibilidades en prevención y tratamiento de enfermedades, implicaciones de carácter ético y legal que afectarán al ciudadano común y que la sociedad debe conocer y considerar.
Las aplicaciones de la biotecnología tienen una profunda influencia en múltiples y estratégicos sectores de la actividad humana, tales como la salud, la alimentación y la preservación del medio ambiente. Será la revolución tecnológica de mayor envergadura para la humanidad en el siglo XXI. Cambiará la manera como producimos y preservamos los alimentos, el tratamiento y la prevención de las enfermedades y proporcionará nuevos modos para preservar el medio ambiente. Modificará también la forma como tradicionalmente hemos visto la vida en el planeta.
Una revolución de esa magnitud no está exenta de riesgos, como no lo ha estado ninguna anterior. Empero, es posible que el público sólo perciba dichos riesgos, pues -en general- son los que más atención reciben de los medios informativos.
Los opositores a las modificaciones genéticas argumentan que transferir genes de una especie a otra no es natural. Generalmente opinan que es perfectamente natural morir de una enfermedad como la viruela, pero no (pues contribuye a disminuir la biodiversidad del planeta) tratar de erradicar el virus que la causa. Vivimos en un mundo altamente manipulado y, en algún sentido, no natural. La agricultura es dirigida y, estrictamente hablando, artificial (lo es el maíz que generaron como especie nueva los pueblos prehispánicos).
Todos los métodos en los que interviene el hombre para mejorar los cultivos son, en alguna medida, artificiales: se construyen plantas con características especiales con el fin de producir cultivos que permitan suplir las necesidades siempre crecientes de personas y animales. La salud humana es también altamente manipulada: inyectamos a nuestros hijos con virus atenuados para inmunizarlos, tratamos infecciones bacterianas con antibióticos, transferimos sangre y órganos de una persona a otra e implantamos dispositivos electrónicos para preservar la vida.
Desde luego que hay riesgos inherentes en cualquier aplicación tecnológica, particularmente en una tan poderosa como la biotecnología moderna. Sin embargo, la única forma de saber y evaluar los riesgos es mediante el conocimiento generado con investigación científica. En términos de bioseguridad, no se puede extender un cheque en blanco a ninguno de los actores participantes, llámense empresas, investigadores, legisladores u organismos gubernamentales y no gubernamentales. Afortunadamente, en México el nivel es alto y contamos con científicos de primera en biotecnología moderna. De hecho, dos investigadores mexicanos formaron parte de los grupos que reportaron con éxito -por primera vez a nivel mundial- la construcción de bacterias y plantas transgénicas. Se trata de los doctores Francisco Bolívar (de la UNAM) y Luis Herrera Estrella (del Cinvestav).
En el país hay varias instituciones de investigación de excelencia que trabajan temas de biotecnología. Más de 300 investigadores en México se dedican de tiempo completo a estudiar diversos aspectos de la biotecnología. Existen varios posgrados de excelencia en los que se prepara a los nuevos biotecnólogos. Sin contar a las múltiples compañías dedicadas a producir bebidas alcohólicas y derivados lácteos, más de 70 empresas biotecnológicas producen la mayor parte de los más de 100 productos netamente biotecnológicos que se encuentran en el mercado mexicano. También las hay con capacidad tecnológica importante y que han puesto en el mercado fármacos producidos enteramente en México por técnicas de ingeniería genética. Un sector particularmente dinámico de las que usan técnicas biotecnológicas lo constituyen las dedicadas al tratamiento de aguas y gases residuales y a la micropropagación de especies vegetales.
Un indicador de la actividad biotecnológica que se desarrolla en México son los congresos que organiza desde 1983 la Sociedad Mexicana de Biotecnología y Bioingeniería, AC, la más importante en su ramo en el país y quizás única en Latinoamérica (en los últimos seis años el número de trabajos presentados se cuadruplicó). Sin duda se han convertido en el foro más importante de la biotecnología en el país. Esa sociedad, que agrupa a unos mil asociados (40 por ciento de los cuales son estudiantes) tiene varias actividades, incluyendo la publicación de libros y de la revista de divulgación y análisis BioTecnología, premios para distinguir a biotecnólogos jóvenes que han hecho su carrera en México y la organización de conferencias, foros y cursos, tanto a nivel nacional como en sus nueve delegaciones regionales.
La biotecnología revolucionará el nuevo siglo. En México hay capacidad científica y tecnológica para capitalizar las numerosas ventajas que ofrece, así como para medir y manejar cuidadosamente sus riesgos. El ciudadano común será afectado por la biotecnología y tiene derecho a estar informado con la mayor de las objetividades.