La Jornada Semanal, 12 de marzo del 2000



Ernesto Priani Saisó

Las artes sin musa

Perioprotagonismo

Hay un fenómeno que se está repitiendo en los medios electrónicos sobre el que vale la pena hablar. Se trata, por darle un nombre, de algo parecido a los cacicazgos informativos, como el viejo caso de Jacobo Zabludovsky en Televisa, pero con una variante clave que consiste en que no ocurren por capricho o habilidad política, sino por obra y arte del mercado. Me explico:

La prolongada permanencia de Jacobo al frente de 24 horas y del grupo de noticieros de Televisa obedeció, sobre todo, a cuestiones relativas a su relación con los Azcárraga, sus amarres políticos personales y otros factores de conveniencia para el sistema, además de su carisma personal y las condiciones de la televisión en ese entonces. El paso más efímero de Joaquín López Dóriga por Imevisión tuvo, en su tiempo, las mismas características generales. En ambos casos, el estilo y la escuela implicaban no sólo el protagonismo ante las cámaras, sino un estilo editorial y noticioso que en buena medida colaboraron al autoritarismo informativo.

Lo que ocurre hoy es, al mismo tiempo, similar y distinto. Comenzó con Gutiérrez Vivó, quien se convirtió en dueño de Infored. Le siguió Ricardo Rocha, quien salió a armar su propia agencia de noticias. El caso más reciente y polémico es el de Pedro Ferriz, quien, tras buscar una participación accionaria en MVS y ver frustradas sus expectativas, ha formado su propia empresa ligada al Grupo Imagen, que ya difunde información radial a través de Pulsar FM y que próximamente lo hará en televisión a través de Sky.

Aunque sin ser, estrictamente hablando, dueños de medios de información, pues en los tres casos venden la producción noticiosa a terceros, estos ``informadores'' se han vuelto productores de noticias. Es decir, han pasado a controlar el contenido informativo y los medios a través de los cuales éste se transmite. En cierto sentido, se trata de una forma nueva de crear escuelas y tal vez cacicazgos informativos, aunque con menos fuerza que los casos anteriores, que eran casi monopólicos. Ahora, en realidad, estas experiencias son mucho más vulnerables a las inclemencias del rating, de la competencia y del mercado.

Al mismo tiempo, en los tres casos se ha seguido un proceso similar que consiste en traducir el éxito de audiencia en la búsqueda por adquirir y controlar el medio de producción informativo en su totalidad. Esto es algo que podría entenderse simultáneamente como producto del culto a la personalidad en los medios y como el derecho legítimo de esas personalidades a buscar la independencia y la autonomía económica. La esperanza, por supuesto, es que pese más lo segundo que lo primero, y que a su vez se traduzca en independencia informativa y no en un mayor protagonismo informativo, algo a lo que son muy propensos tanto Gutiérrez Vivó como Pedro Ferriz.

Por supuesto, será interesante evaluar, a mediano y largo plazos, cuál es el resultado de este fenómeno, hasta ahora exitoso en el caso de Infored, aunque no si problemas en cuanto a ética y profesionalismo. Las mismas dudas podrán externarse en relación con la empresa que inicia Ferriz de Con junto con Solórzano y Aristegui, ya que hay antecedentes significativos de un manejo desaseado de la información y de la elocuencia no siempre fascinante ni atinada de Ferriz, por ejemplo, al calificar los acontecimientos que vive la UNAM. El caso de Ricardo Rocha es distinto, pues él ha sido, hasta ahora, el más discreto y profesional de los tres y, por ende, el menos protagónico, aunque todavía hay que esperar para hacer un juicio respecto suyo.

En cualquier caso, el sistema económico -aunque quizás no únicamente ese sistema sino también otros- está premiando a algunos protagonistas de los medios. Con mayor o menor razón, los periodistas mencionados son dueños ya de sus propios medios, en una extraña especie de justicia y de reivindicación social. Ahora, curiosamente, la responsabilidad de lo que hagan y digan, informativamente hablando, compete a ellos y únicamente a ellos. Lo que queda por saber es si, ya como dueños, sabrán convertir esa nueva responsabilidad que otorga la libertadÊeconómica en un nuevo y más profesional ejercicio periodístico. En lo personal, yo lo dudo.