La Jornada Semanal, 12 de marzo del 2000



Naief Yehya

Los delirantes experimentos del Dr. Warwick

El hombre biónico

Muchos científicos en la vida real han seguido el ejemplo del Dr. Jekyll al utilizarse a sí mismos como sujetos de sus experimentos. Afortunadamente no todos estos intrépidos aventureros de la ciencia han sufrido tan graves consecuencias como el célebre doctor de la novela de Robert Louis Stevenson. Algunos de los que se han inyectado sustancias tóxicas o han ingerido bacterias para experimentar remedios de su invención; varios de los que se han sometido a tremendas dosis de radiación para demostrar alguna extraña teoría, y muchos de los innumerables buscadores de la iluminación que se han perforado el cráneo con el fin de ``aumentar el volumen de sangre que irriga el cerebro'' han salido ilesos, o casi, del laboratorio y han enriquecido nuestro conocimiento del cuerpo humano con sus descubrimientos. El profesor de cibernética de la Universidad de Reading, Inglaterra, Kevin Warwick se ha sumado a estos exploradores de las entrañas humanas al instalarse un chip encapsulado en vidrio entre el músculo y la piel del brazo izquierdo. La función de este microprocesador es relativamente simple, ya que consiste en que su presencia sea detectada vía ondas de radio por una serie de antenas localizadas en el interior del departamento de cibernética de su universidad. Al entrar, la computadora lo recibe con un ``Hello'', enciende las luces de su laboratorio y hace algunos otros trucos mientras Warwick se mueve dentro del edificio.

El siguiente paso

Este exitoso primer experimento puso en evidencia que los implantes biónicos podrán volverse accesorios útiles para la vida cotidiana y especialmente pueden simplificarle la vida a los discapacitados. Se pueden intuir cientos de usos para este tipo de tecnología una vez que los implantes reduzcan considerablemente su tamaño (el de Warwick mide alrededor de veinticinco milímetros), desde sistemas que ayuden a los ciegos a desplazarse hasta complejos dispositivos de seguridad. Pero, más que nada, este hecho establece un precedente del hombre como parte de un megaciborg que consiste en un complejo de hombres, computadoras, edificios y máquinas diversas interconectados y en sincronía.

El fin de la educación, la medicina y el lenguaje

El siguiente experimento de Warwick consiste en un implante en el brazo que no solamente emite señales simples para ser detectadas, sino que puede leer los impulsos nerviosos que fluyen entre la mano y el cerebro mediante un diminuto listón que rodeará y estará conectado a las fibras nerviosas del antebrazo; un lugar con un alto tránsito de impulsos y por lo tanto de información. La señal leída por el implante no se verá afectada sino que será transmitida a una computadora para que ésta la registre. Posteriormente tratarán de reproducirse las señales recopiladas (como las producidas al mover un dedo, sentir un piquete de alfiler o girar la muñeca) para ser enviadas de regreso al implante y ver si el sistema nervioso es capaz de ser ``engañado'' con estímulos externos, ``artificiales'' o ``fantasmas'', de movimiento o de sensación. De ser posible manipular al sistema nervioso, quizás sea posible reparar los sentidos dañados de ciegos y sordos, y también podrían controlarse prótesis artificiales con extrema precisión. También puede ser que logren extenderse los límites sensoriales normales, así que podríamos alterar nuestro cuerpo y ser capaces de procesar señales auditivas, visuales o de otros tipos que siempre han estado fuera de nuestros rangos de percepción. Por otro lado, también podríamos controlar el dolor, la depresión y estimular nuestro sistema inmunológico sin necesidad de introducir sustancias químicas, sino simplemente reprogramando de manera electrónica nuestro sistema nervioso o la actividad neural. Es posible imaginar un mundo en el que ciertas personas tendrán interfaces instaladas en la médula espinal desde el nacimiento o la infancia, los cuales crecerán con ellos y podrán conectarse con toda clase de máquinas y bases de datos. Este tipo de aditamentos nos convertirían en dignos rivales de las computadoras superinteligentes que amenazan aparecer hacia la tercera década del siglo XXI. Esto marcaría el final de las escuelas como las conocemos, así como de los procesos educativos. De ser viable su experimento, Warwick tiene planeado instalar un implante en su esposa Irena, y transmitir sensaciones entre ambos implantes quizás vía internet a miles de kilómetros de distancia. Se sabe que cada persona tiene diferentes respuestas emocionales al mismo estímulo, pero este experimento tal vez hará posible determinar si existe un ``lenguaje nervioso universal'' reconocible por todos los cuerpos, o si cada ser tiene el suyo propio. Esto sería importante ya que permitiría, en un momento dado, eliminar el uso del lenguaje, la herramienta fundamental de la cultura humana, para sustituirlo con la transmisión directa de emociones e ideas entre personas (y quizás otras especies) a través de cualquier distancia.

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