Lunes en la Ciencia, 6 de marzo del 2000
Bondades y travesuras de la ansiedad 
Mecanismo de sobrevivencia
Miguel Pérez de la Mora

Todos hablamos de ansiedad, conocemos gente que la padece y hemos experimentado su presencia en nosotros mismos. Somos todos, en consecuencia, conocedores, si no es que expertos en el tema. ¿Pero qué es en realidad la ansiedad? ¿Es una enfermedad? ¿Es un síntoma que se expresa en algunas enfermedades? ¿Es un fenómeno biológico normal que, lejos de dañarnos, preserva nuestra integridad como individuos? ¿Tiene alguna relación con el estrés y con el miedo? ¿Es una entidad independiente?

La respuesta a cada una de esas preguntas es, en todos los casos, afirmativa.

La ansiedad, desde un punto de vista biológico, es una manifestación autonómica, somática y cognoscitiva de un sistema de alarma que en forma adaptativa prepara a un individuo a contender con un peligro potencial.

DOCTOR Y LA ENFERMA feggo Sus componentes somáticos y autonómicos -entre otros, aumento del tono muscular, incremento en los movimientos respiratorios (que permiten captar más oxígeno) y de la frecuencia con la que el corazón late y de esa manera se envía oxígeno y nutrientes a los músculos- ponen al individuo en condiciones de luchar o de huir. Sus componentes cognoscitivos -aprensión, dificultad en la concentración, sensación de tener la mente en blanco, etcétera- lo hacen vigilante y consciente de la existencia de peligros potenciales en su entorno, tal como pudieran ocurrir en una situación novedosa o una que entrañe castigo o falta de recompensa.

Alerta corporal

Desde esa perspectiva, resulta claro que la ansiedad es indispensable para la sobrevivencia de un individuo, como el hambre que le indica que requiere nutrientes o el dolor que le señala la presencia en su cuerpo de alguna lesión, y como ellas la ansiedad también se regula mediante delicados mecanismos que operan dentro de su sistema nervioso.

Por desgracia, cuando los mecanismos que regulan a la ansiedad se afectan y ésta se torna excesiva o surge como consecuencia de estímulos que no entrañan ningún peligro potencial, como en las fobias, hablamos de una ansiedad patológica que da lugar a verdaderas afecciones de ansiedad en sí misma, como puede ser la enfermedad de pánico, la enfermedad de la ansiedad generalizada o la enfermedad de ansiedad postraumática, entre otras.

Por otro lado, la ansiedad se presenta también como síntoma de algunas enfermedades, tal como ocurre en el infarto del miocardio o en algunos síndromes de abstinencia a substancias de abuso, condiciones en las que la ansiedad muy probablemente alerta al individuo sobre alteraciones internas que potencialmente atentan en contra de su existencia, o al menos de su bienestar.

El cúmulo de componentes somáticos, autonómicos y aun cognoscitivos que se presentan en el miedo nos hace en ocasiones difícil de separarlo de la ansiedad, siendo aquél muy probablemente una variante de ésta y, en consecuencia, una manifestación también regulada por el mismo sistema de alarma que expresa a la ansiedad.

La diferencia entre ambos es que mientras el miedo surge ante la emergencia de una situación específica que atenta en forma real en contra de la integridad, la ansiedad opera continuamente manteniendo al sujeto alerta.

Más difícil resulta aún separar al estrés de la ansiedad, que de acuerdo con Selye, quien introdujo ese término en la década de los 30, constituye la respuesta no específica de un organismo ante cualquier evento nocivo o aversivo, y en la que estarían incluidas prácticamente todas las manifestaciones de la ansiedad.

La diferencia entre ellas, de existir, implicaría la existencia en el estrés de un estado permanente de agresión real y la instalación frecuente de un padecimiento psicosomático del tipo de la úlcera péptica, como consecuencia de la respuesta del sujeto ante la agresión, y que ese autor denominó "síndrome de adaptación".

Interacción neuronal

Sobre los mecanismos que regulan la ansiedad se conoce poco; sabemos, sin embargo, gracias a la imagenología y a la experimentación en animales, que existen dentro del cerebro algunas regiones tales como la amígdala, el hipocampo, el hipotálamo o el núcleo del tracto solitario, entre otras, que en forma coordinada regulan distintas manifestaciones de la ansiedad merced a la actividad de sus células características denominadas neuronas.

Tales neuronas se ponen en contacto entre sí liberando sustancias neurotransmisoras que, al ligarse con receptores localizados sobre neuronas vecinas, integran redes neuronales que interconectan diversas regiones del cerebro y son responsables de las distintas manifestaciones nerviosas.

El ácido gama-aminobutírico o GABA, la serotonina, la colecistoquinina y la noradrenalina han sido identificadas como neurotransmisores importantes en la ansiedad, promoviendo algunas de ellas acciones generadoras de ansiedad (ansiogénicas) y otras ansiolíticas (disminuidoras de ansiedad).

Con apoyo en ese conocimiento, estudios realizados en nuestro laboratorio nos han permitido sugerir la existencia en el animal íntegro de importantes interacciones entre las neuronas que liberan GABA (ansiolíticas) y las que liberan colecistoquinina (ansiogénicas), a través de las cuales un aumento de ansiedad provocado por un exceso en la liberación de colecistoquinina sería contrarrestado por una liberación compensadora de GABA.

Asimismo, gracias a investigaciones realizadas por numerosos grupos, ha sido posible entender cómo a través de aumentar la actividad de los receptores al GABA -el alcohol, considerado el ansiolítico más viejo, o el diazepam, una de las drogas más prescritas por los médicos- ejercen sus acciones tranquilizantes, así como diseñar nuevas familias y generaciones de ansiolíticos.

Confiamos en que en un futuro no muy lejano, con un conocimiento más cabal de los mecanismos que controlan la ansiedad, podamos entender sus desarreglos y diseñar medicamentos y procedimientos psicoterapéuticos que nos permitan disfrutar de sus bondades y eludir sus travesuras.

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