Ť El escritor estadunidense visitó Montealbán; ''es más de lo que esperaba''
El estilo contradictorio de Auster, en Oaxaca
Renato Ravelo, enviado, Oaxaca, Oax., 19 de febrero Ť El escritor Paul Auster, por segunda ocasión en México, ahora de manera más grata. No como cuenta en A salto de mata, donde una señora ''X'' lo hace venir en vano. Ahora sus dos señoras, Sophie y Siri, lo ayudan a insertarse en el paisaje oaxaqueño.
Más conocido en nuestro país de lo que esperaba, Auster se manifiesta sorprendido por las construcciones de Montealbán. Es más de lo que imaginaba, le confiesa a Alberto Ruy Sánchez, quien hace las veces de Virgilio en este recorrido.
Su primer viaje a México había sido por un supuesto guión que se iba a rodar, pero como si se tratara de una de sus novelas, cuando llegó a colaborar para ese trabajo la señora, de la que rehúsa dar el nombre, lo dejó votado con el proyecto.
Ahora lo trae una asociación de escritores neoyorquinos y la embajada estadunidense. Por eso es que viene con Maureen Howard, de quien no se tiene nada traducido al español, por lo que hoy en la noche, en el Centro Cultural Santo Domingo, se escuchará por primera vez su propuesta.
Por la mañana han celebrado el cumpleaños de Siri, su esposa, quien también es escritora, con un singular regalo: un rebozo oaxaqueño en negro y blanco, además del número de Artes de México sobre el tema. El regalo y su historia.
Paul Auster empezó escribiendo poesía, hace cosa de dos décadas. No ha vuelto a hacerlo, confiesa, pero ciertamente sus libros tienen un sentido estético, que se acerca al efecto poético. De repente él se describe a sí mismo recibiendo una llamada equivocada, como un niño que aprende a levitar, como un hombre que decide invertir todo su dinero en comprar un auto y recorrer el país.
La impresión que causa, sin embargo, mientras camina abrazado de Sophie, su hija, es diferente. No falta quien lo llega a confundir con un actor: "es el que salió en La mosca", alcanzan a decir a su paso. Lo cierto es que tuvo una pequeña intervención en una de las cintas que se han filmado sobre su obra (La música del azar), tal y como Sophie lo hizo en Lulú en el puente. Su relación con la poesía es, como escribe en su ensayo sobre Charle Reznikoff, "no como una expresión, sino como una forma de aprehender las cosas. No podemos dar por sentada la existencia del mundo, que surge sólo en el mismo acto de acercamiento hacia él".
Y agrega como en un espejo involuntario que lo define: "Al leer a Reznikoff comprendemos que no es posible creer en nada firmemente: no nos encontramos en medio de un mundo establecido, no tomamos posesión de nuestro medio automáticamente, por obra de un derecho innato. Cada momento, cada cosa, debe ganarse, arrancarse de la confusión de la materia inerte mediante la firmeza de la mirada".
Auster dejó la poesía para dedicarse a la narración. Nacido en 1947 en la ciudad de Nueva Jersey, estudió en la Universidad de Columbia para luego dedicarse, por influencia de su tío, a la navegación. Justo cuando estaba por matricularse decidió irse a Francia. Ahí se desenvolvió como traductor, por un tiempo.
En el año de 1974 decide radicar en Nueva York, hecho que marcaría su obra. Con el Palacio de la Luna se consagra mundialmente, en tanto es reconocido en Francia, por la revista Lire, como el mejor libro editado en 1990.
Es autor de La trilogía de Nueva York, compuesta por Ciudad de Cristal, Fantasmas y La habitación cerrada; también de El país de las últimas cosas, La invención de la soledad, La música del azar, Leviatán. El cuaderno rojo y A salto de mata, entre otras. Asimismo, escribió los libros de guiones Smoke y Lulú en el puente.
El escritor Tomás Eloy Martínez destaca que Auster describe el espíritu estadunidense anglosajón, como sucede en Leviatán. Es una especie de traductor del pensamiento estadunidense, destaca el escritor argentino, aunque en realidad esa es sólo una parte de su mérito literario.
Auster escribe, por ejemplo, en su poemas Autobiografía del ojo:
"Lo invisible, enraizado en el/ frío, creciendo/ hacia esta luz/ disipada/ en todo lo que alumbra. Nada/ tiene fin. La hora regresa/ al comienzo de la hora/ en que respiramos: como si/ nada fueran. Como si yo/ no pudiera ver/ nada/ que no es lo que es''.
Auster sorprende con lo obvio y con el lenguaje. Aquí, en Oaxaca, declara que esa es una de las características de su obra. Cuando se le pregunta sobre la ocurrencia de Mr. Vértigo, sobre la idea de para qué hacer una novela sobre un joven que levita, contesta que así es, que por ejemplo nada tiene que ver esa novela con El palacio de la Luna. Define pues que su estilo es contradictorio y complementario. En El palacio de la Luna un joven decide, a la muerte de sus parientes, el ostracismo casi sistemático.
Acepta que la poesía no fue algo que terminara por madurar en su carrera literaria, pero interpreta que fue más bien como una forma de acercamiento, de aprehensión del hecho estético.