Para faldas, las de ellos
Cuestiona la jerarquía católica la ordenación de diáconas indígenas

Rosa Rojas

En una curiosa "muestra de fraternidad", como él mismo la calificó, el embajador del Vaticano en México, el nuncio apostólico Justo Mullor, decidió perderse la histórica y emotiva despedida que la grey catolica de San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, le brindó el pasado 25 de enero, con la participación de 15 mil personas, la mayoría indígenas, al renunciante obispo Samuel Ruíz García, al cumplir 40 años de su ordenación episcopal.
La razón, según comunicado de la nunciatura, fueron las declaraciones "sumamente graves para el Vaticano", hechas por los dos más cercanos colaboradores de Ruíz García, quienes afirmaron que el Vaticano tiene una "política de Estado " en los nombramientos y traslados de los obispos.
Sin embargo, el nuncio deslizó también en su comunicado: "Graves interrogantes causa también la ordenación de más de un centenar de diáconos, en las actuales circunstancias, y el modo como ha sido presentado ante la opinión pública". Y ahí está el meollo del asunto, según explicaron al reportero de La Jornada, José Antonio Román, obispos de importancia dentro de la jerarquía episcopal: Carlos Quintero Arce, de Hermosillo; Manuel Talamás, de Ciudad Juárez y Genaro Alamilla, de Papantla, quienes se refirieron a "irregularidades eclesiales" sobre todo por la presunta ordenación de diaconisas. Esto porque el 24 de enero, este diario publicó un reportaje de Blanche Petrich informando que Don Samuel había ordenado a 103 parejas - hombre y mujer- de diáconos y a 53 de prediáconos. Y el diaconado es el primer grado sacerdotal. Así, dijeron los citados obispos, detrás de la decisión del nuncio "estaría algo mucho más grave". Lo que está en el fondo, dijo Alamilla, más que unas críticas a la santa Sede por parte de unos curas "es el propio magisterio de la iglesia, pues el servicio del diaconado sólo está reservado para los laicos varones". Recordó que en varias ocasiones el Papa Juán Pablo II se ha referido al diaconado de las mujeres, "en todas ellas ha dicho que no es posible y ahí no hay discusión".
Así pues, otra osadía de Don Samuel Ruíz en la construcción de una iglesia indígena, en el marco de la tan denostada, con fraternidad vaticana, Teología de la Liberación, es la de ordenar diáconas, que son las esposas de los diáconos. Entre las facultades del diaconado están, de acuerdo a Alamilla, dar el bautizo, asistir en el matrimonio, predicar, bendecir y dar la comunión, pero no pueden consagrar el pan y el vino. Está última facultad la tienen solamente los presbíteros, que es el siguiente grado sacerdotal. Una diácona se encarga, informó Petrich, de dar la sal, llevar la tela, encender la vela. "Si a la comunidad le gusta más la prédica de la señora que la de su esposo, se pide que sea ella la que dé ´la palabra´. Si una se queda viuda, conserva el cargo". (Rosa Rojas).

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