La Jornada Semanal, 6 de febrero del 2000



(h)ojeadas

el arte de ningunear

Guillermo Hurtado

Carlos Pereda,
Crítica de la razón arrogante,
Taurus,
México, 1999..

Desde hace varios años, Carlos Pereda ha llevado a cabo un estudio sobre la racionalidad que ha tomado como leitmotiv el examen de algunos vicios de ésta, que él llama ``vértigos argumentales''. En su libro más reciente, Crítica de la razón arrogante, Pereda ha puesto en práctica su teoría de los vértigos argumentales para detectar y denunciar algunos de los vicios intelectuales de nuestro entorno social y cultural. Este libro es un buen ejemplo de cómo la filosofía puede ser un instrumento de crítica y, a la vez, de comprensión de aquello criticado. Pereda no sólo pone el dedo en la llaga, sino que trata de explicar cómo se formó ésta y qué podemos hacer para curarnos. Es por ello que a los cuatro ensayos que componen el libro los llama panfletos civiles. Son panfletos porque impugnan y desafían. Son civiles porqueÊen vez de insultar o provocar, pretenden matizar, sopesar y urbanizar.

Por ``razón arrogante'', Pereda entiende la razón que sucumbe ante lo que él ha llamado el vértigo simplificador, que es el vértigo que borra las diferencias e ignora las excepciones por insistir en la regla de que siempre es bueno más de lo mismo. En contra de este vértigo, Pereda nos recuerda que cualquier tipo de querencia posee un techo y que más allá de él habita la aridez o la locura (o, como hubiera dicho mi abuela, no hay que olvidar que ni tanto que queme al santo ni tanto que no lo alumbre).

El primer panfleto, el más breve pero no por ello el menos pugnaz, se ocupa de algunas formas en las que opera la razón arrogante en nuestras culturas académica y antiacadémica. Como nos muestra Pereda, en ambos casos hallamos vicios semejantes, una especie de analfabetismo de todo aquello que quede fuera de la estrecha madriguera de las especialidades, de las capillas o de las modas importadas. El segundo y el tercer panfletos son más largos y más filosóficos. El segundo lleva como título ``¿Hay que defender la primacía de la moral?'', y la respuesta -que sin duda indignará a más de uno- es que no, que no hay que poner a la moral por encima de todas las demás instancias de valor. Pereda defiende la heterogeneidad de los bienes; los hay de muchos tipos, y suponer que todos son morales es caer en un moralismo arrogante y empobrecedor, como lo era el supuesto teórico de que podíamos prescindir de la moral para tener una descripción neutral del mundo. El error en ambos casos consiste en no practicar, ni intentar siquiera, lo que Pereda llama el pensamiento aspectal, a saber, aquel pensamiento que distingue y vincula los varios aspectos de un asunto para situarlos luego en un horizonte más amplio. El mismo error puede encontrarse en el campo de nuestra reflexión sobre la identidad personal, tema del tercer panfleto.

La cuestión de la identidad de los individuos y de las comunidades se ha discutido mucho en nuestro país en los últimos años. Lo que se afirma es que las identidades de algunas personas y colectividades están en peligro y que hay que hacer algoÊpara salvarlas. Pero como nos muestra Pereda en el tercero de sus panfletos, las buenas intenciones no han estado acompañadas de una reflexión seria y cuidadosa acerca de qué es lo que se entiende por la identidad personal o colectiva. Lo que es más peligroso en este caso no es la confusión conceptual -o acaso la flojera conceptual- que impera en la discusión, sino encontrarnos ante una vertiente de la razón arrogante en su versión más escalofriante, ya que como la historia nos ha enseñado una y otra vez, cuando la discusión se atasca, lo que está en juego -en Bosnia o en Chiapas- son vidas humanas. En vez de practicar la razón aspectal, lo que algunos de nuestros intelectuales hacen de manera irresponsable es repudiar un modo genuino de identidad personal -el modo de algunos de los actores del conflicto- en nombre de otro que ellos privilegian como el verdadero o el más valioso o, al menos, como el que está en peligro. En contra de esta arrogancia del yo, hay que observar que el concepto de persona tiene muchas aristas, que la identidad personal se dice de muchas maneras. Como señala Pereda, hay muchos elementos en juego en torno a la cuestión de quién soy yo o quién eres tú: tenemos un cuerpo subjetivizado, una historia psicológica en constante revisión, un nudo de relaciones sociales en medio de una tradición, y, por último, un ``yo formal''. La importante lección que nos brinda Pereda es que la arrogancia no sólo está del lado de los liberales ortodoxos que insisten en privilegiar la identidad formal sobre todas las demás, sino también del lado de los multiculturalistas que insisten en privilegiar la identidad colectiva por encima de las otras. Los dos, liberales y multiculturalistas a ultranza, son igualmente peligrosos cuando no se preocupan por pensar de manera aspectal.

En el último de los panfletos, Pereda se ocupa del ninguneo como una modalidad de la razón arrogante. Ningunear puede ser tan sólo ignorar a alguien en una ocasión, pero a veces puede ser algo más grave: hundirlo en la estima de los demás. Este es el destino del que no pertenece a la camarilla, del que no hace nada por pertenecer a ella -a saber, no se granjea, no se humilla- o del que, por estar olvidado o simplemente muerto, no tiene ya nada que ofrecernos para que ganemos algo recordando las cosas buenas -muchas o pocas- que alguna vez hiciera o incluso nos hiciera. Pero aquí no acaba la injusticia. El ninguneo tiene una contraparte no menos indignante, que es la de convertir al que es nadie en alguien. Esto se observa, apunta Pereda, cuando borramos las diferencias que hay entre los funcionarios, periodistas, figuras y valores. De esta manera, vemos que los suplementos y noticieros culturales -que como dice nuestro autor, ``saben mentir con tanto rigor''- dedican más cobertura al libro mediocre de un funcionario que al libro de un joven valor, o que se organizan suntuosos homenajes en vida a figuras de nuestra cultura con una obra flaca, pero ya no leemos siquiera la obra de nuestros valores del pasado. En contra del escandaloso alguieneo (este feo neologismo es mío), parecería que lo que más conviene es guardar silencio mientras acaba la farsa. Y afortunadamente la farsa acaba con la muerte del alguienado. Como dice Pereda, cuando esto sucede: ``...los funcionarios y las figuras no formarán ya parte de ningún jurado calificador. No darán más puestos ni becas; no organizarán congresos, ni pagarán viajes. No serán los amigos-consejeros de ningún político influyente. ¡Qué descanso! Ahora, por fin, ya se podrá decir la verdad. Ahora, por fin, ya se podrá ignorarlos''. Pero si bien ningunear al alguienado pone las cosas en su sitio, es decir, hace justicia, no es un ejemplo de razón virtuosa, sino más bien un recurso de la impotencia. Pereda afirma que habría que hacer el esfuerzo de distinguir en el alguienado lo bueno, si lo tiene, de lo malo, y recordarlo por sus cosas buenas, si las tuvo, así como por sus cosas malas, que no pocas veces superan a las primeras. El esfuerzo requerido para lograr lo anterior sería enorme, claro, pero lo que se obtendría tendría la misma dimensión: erradicaría de nuestra historia y nuestra vida intelectual la mentira, el desprecio y el resentimiento que nos impiden, aún hoy, tener la tradición cultural que nos merecemos.

Los panfletos civiles de Pereda son una lectura provocadora por doble partida: primero, por su aguda crítica a nuestras instituciones corruptas y malos hábitos; y segundo, y sobre todo, porque nos obligan a pensar en nuestras prácticas y nuestras creencias, y éste, me parece, es uno de los rasgos de toda buena filosofía, de toda filosofía viva.



c u e Ť t o


Lúdico y extraño

Antonio Campuzano

Fidencio González Montes,
Trágico a medias,
Instituto Veracruzano de Cultura,
México, 1999.

Inscrito en la tradición de los escritores que emplean la parodia y el humor negro y recalcitrante como medios (nunca como fines) analíticos de la condición humana, Fidencio González Montes (Poza Rica, Veracruz, 1954) presenta un peculiar compendio de cuentos titulado Trágico a medias. El libro está conformado por diez relatos, dispuestos en tres partes, escritos en las distintas voces narrativas -primera, segunda y tercera personas- y cuya característica principal es la amenidad.

En el primero de ellos, ``Una flama que expira'', ganador en 1997 del segundo Concurso Nacional de Cuento Ciudad de Durango, el escritor veracruzano logra crear la atmósfera adecuada para sumirnos en la asfixiante claustrofobia de los pasillos y corredores infinitos de un hotel imaginario. Así como Franz Kafka en La metamorfosis nos sitúa en la óptica, lo mismo desgarradora que delirante, del célebre escarabajo humano, González Montes, sin carecer en absoluto del genio que debe observar un escritor con recursos, nos hace partícipes de la complicidad humana de un hombre y una mujer que buscan desesperadamente una salida para escapar (huir, sin más) de un ambiente enrarecido, deforme, ``malsano'', donde, sin embargo, no debería existir la culpa moral para poder completar la faena: el amor a hurtadillas.

Al contrario de lo que se pudiese deducir del relato, es decir, una situación insulsa e irrelevante, extraída de la plática trivial con un jovencito imberbe que ha ido con su novia-amante-amiga a un hotel de paso, lo cierto es que se trata de la metáfora de la pesadez en la vida humana (o de la desesperanza diaria, para hablar en términos más terrenales): los seres buscan, a costa de cualquier cosa, una salida definitiva, un cambio contundente (la pregunta sería para qué); pero cuando están a un solo momento de lograrlo, sobreviene la duda que lo ahoga todo y prevalece, a pesar de lo absurdo que pueda sonar, el conformismo que se asemeja a ``una flama que expira al contacto de una corriente de aire''.

Continuando con la línea de la creación literaria de pasajes fantásticos insertados en la lamentable realidad (¿inherentes, tal vez, a ella? ¿Bastará con sólo encontrarlos o procurarlos para que se conviertan en la verdad alterna de una verdad obsoleta e insufrible?), el segundo cuento, ``El río'', nos remite de inmediato a una de las escenas más memorables de la obra maestra de Lewis Carroll, Alicia en el país de las maravillas: Lupe, la heroína del relato de González Montes, se introduce casi fortuitamente por el ducto de la cañería (Alicia lo hace, hay que recordar, por el hoyo en la tierra en el que vio desaparecer a la apresurada liebre); mientras desciende, reflexiona y toma conciencia de lo ``infeliz'' que ha sido desde que, seducida por unas palabras comunes que por lo regular no van respaldadas por los hechos, accedió a la petición del ahora esposo suyo, Eusebio, y se mudó a la ciudad. La proposición del gandul fue hecha en las márgenes de un río; el mismo en el que Lupe desemboca ahora, con el resto del contenido de la cañería. La irreverencia total de la pluma del veracruzano se plasma, con todo el alcance de su ironía desencantada, cuando Lupe, que ingenua cree que por fin se ha librado de la ``escena de cada sábado'', escucha detrás suyo, nuevamente, la mortífera pregunta del mismo individuo: ``¿Te quieres ir conmigo a México?''

``La casita'', el tercero de los cuentos, es acaso el más ilustrativo del estilo lúdico, extraño y sui generis que logra amalgamar para sus lectores el otrora becario del Centro Mexicano de Escritores 1983-1984. Aquí lo inanimado -una casita esbozada sobre una cartulina- adquiere tamaños y alcances tan descomunales que, llegado el momento, escapa a la voluntad de su creador. Es éste un relato más cercano a la enajenación que a la fantasía; el personaje principal se obliga a permanecer en un mundo de holgazanería y esperanzas frustradas (y frustrantes para quienes las padecen); se dedica exclusivamente a vivir una vida que ya no le pertenece, y lo hace en función de los mórbidos trazos que, a decir verdad, él mismo creó.

El híbrido ``Ensayo de una tormenta'' conjuga los elementos de una pieza teatral y de un relato. Por ejemplo, expone desde las indicaciones intercaladas de la disposición de los personajes y de la escenografía, hasta los diálogos definidos y bien construidos, de tal suerte que logran la contundencia y la verosimilitud como para escucharlos en viva voz de actores desfilando por el escenario. En resumen, se trata de un ejercicio literario de un solo acto que adquiere tintes de tragicomedia.

En la segunda parte de Trágico a medias, nos encontramos con un par de relatos perfectamente hilvanados que se apoyan y se complementan para lograr una coerción narrativa. Como la mayoría de las atmósferas creadas por González Montes, ``Preámbulo'' y ``Al estilo de Romeo y Julieta'' son cuentos de vida en interiores. Romeo y Julieta, nombres falsos que los personajes se dan uno a otro, son dos jóvenes que se conocen, mediante gestos y señales, a través de las ventanas de sus respectivos apartamentos, en el momento justo de una masturbación. Esta peculiar afinidad, puesta al descubierto, propicia el encuentro íntimo, explosivo y efímero, que nace, se desarrolla y muere en el transcurrir de una sola noche. Lo que se demuestra aquí es que el escritor veracruzano puede moverse por facetas distintas o adicionales, como, en este caso específico, la erótica, hecho que lo confirma como un creador de variados matices.

La tercera y última parte del libro está constituida por cuatro relatos: ``La zapatilla de la Cenicienta'', ``Fotografía para un recuadro'', ``La otra'' y ``Colores para iluminar el mundo''. Los dos primeros coquetean, al igual que los de la primera parte, con los lineamientos del absurdo, ahora entendido como una instancia de sucesos insignificantes que toman, no sin un grande malestar en el alma de las víctimas, proporciones inconmensurables. Sólo de esta manera se puede justificar lo injustificable: mientras viaja en Metro para llegar a su trabajo, una señora pierde el tacón de su zapato derecho. Está abandonada a su suerte. De ningún modo caminará con un zapato alto y otro bajo (¡sería absurdo!). Sin embargo se encuentra ante la necesidad de no llegar tarde otra vez o la despedirán. Llega tarde. Después del periplo, prefiere recoger sus pertenencias, ignorar el regaño y acudir con sus hijos para, por vez primera en muchos años, comer juntos. También: Dos raterillos pelean ferozmente por una cartera que han encontrado, sin dueño aparente, en la calle. Después de la riña, el que la conserva se precipita a un cuartucho para indagar a solas qué hay en el interior del pequeño bulto (imagina que encontrará una cantidad considerable como para salir de su miseria). Descubre tan sólo una credencial. Impone en ella una fotografía propia. Fantasea con todo lo que realizará con su primera identificación oficial. De pronto, irrumpe en la habitación el antagonista.ÊLo mata. Y todo ``por una pinche credencial''.

El último par de cuentos, breves, son como el epílogo de una obra musical que va en claro fade out. Se van acallando conforme transcurren y no alcanzan la frescura y el talento del conjunto. En este caso concreto, los relatos giran en torno al mundo de los niños, y las palabras se adaptan perfectamente al lenguaje infantil, aunque no van más allá.

Como se puede observar, la literatura de Fidencio González Montes hace gala, sin copiar, de lo mejor de otros estilos, y al hacerlo crea el propio. De la inventiva kafkiana extrae el matiz de lo absurdo, desechando por completo la solemnidad y la estética elaborada en el uso del lenguaje. Como Jorge Ibarguengoitia, en su prosa utiliza los alcances subversivos del humor y de la parodia para acallar los murmullos de un mundo que se toma demasiado en serio a sí mismo .



e Ť s a y o


cartografía y poética

Rosa Aurora Chávez

Gabriel Zaid,
Leer poesía,
Océano,
México, 1999.

Una pregunta ha brotado incontables veces y de distintas formas: ¿por qué leer poesía? Ahora bien, ¿por qué leer un libro de ensayos acerca de la poesía y sus autores? Porque al leerlo queda clara la respuesta a la primera pregunta.

El libro de Gabriel Zaid es mucho más que una colección de ensayos. Es cartografía y poética. Es un sucesivo encender de luces que van descubriendo una geografía rica y diversa, luces que señalan caminos. Al inicio nos advierte que un ensayo no es tan sólo una disertación académica, no es el antecedente ni el marco teórico: es el experimento en sí mismo, la creación de una obra nueva y particular utilizando ideas, en el que el escritor asume y goza de su libertad. La lectura del libro va trazando un mapa que nos permite conocer el lugar de ubicación de la poesía mexicana actual y a lo largo de la historia, manteniendo presente siempre su relación con el resto del mundo, porque ``la poesía es el laboratorio del lenguaje y porque el lenguaje está en el centro de la cultura''. Sus ensayos son también la brújula que alerta nuestra sensibilidad.

Leer poesía es como leer poesía: requiere no sólo de una sino de varias lecturas distintas, como nos dice el autor: ``una obra de arte que no sea digna de relectura (aunque esa relectura quede pendiente) no es una obra de arte... La relectura no es una segunda o tercera lectura. Es otra zona de lectura que puede integrar todas las lecturas posibles''. Este libro puede leerse de principio a fin, y entonces la sensación que uno guarda es la de una larga excursión en la cual se visitan múltiples y diversas ciudades, gentes y latitudes; a la vez que nos deja la impresión del entendimiento de la diversidad a lo largo del tiempo en la historia de la literatura. Nos brinda también una visión atemporal del poeta como ser humano que crea un milagro con sus palabras. Puede leerse ensayo por ensayo, en el orden preestablecido o en un orden personalizado, utilizando cadaÊuno de los textos como puerta hacia el autor del que trata, adentrándose en él, para después retornar al libro de Gabriel Zaid, que como toda buena cartografía cuenta además con un índice de nombres que nos permite atravesar a la vez varios textosÊrelacionados. Leer poesía incluye tanto a los poetas del México prehispánico como a los escritores que los rescataron del silencio impuesto por el paso de los siglos; nos proporciona rutas que llevan hacia Sor Juana Inés de la Cruz, Octavio Paz, Alfonso Reyes, Julio Torri, Salvador Elizondo, Rafael Dieste, González León y Torres Bodet, Xavier Villaurrutia, José Gorostiza y tantos otros, que sería imposible nombrarlos aquí a todos. El hecho es que cada uno encuentra su lugar en el libro, en donde caben tanto los aforismos como la canción popular y los recitales. Leer poesía nos proporciona, además, otro clase de conocimiento: la anécdota. Al leer poesía lo mismo se apaga un gallo como un incendio que se nos revela un gato mítico -el poeta- que cruza el puente hacia la luna, después de lo cual ninguna luna vuelve a ser la misma; se ha estrechado la distancia que había entre la poesía y nosotros, pues el poema es ``habitable y vivo''.



FICHERO

Crónica

Ciudad de entonces, Alberto Barranco Chavarría, Col. Tu ciudad, arte/literatura, Gobierno de la Ciudad de México, México, 1999, 127 pp.

El arte de la peregrinación. Guía de viaje para los lugares sagrados, Phil Cousineau, Editorial Grijalbo, México, 1999, 248 pp.

Para la Navidad del 99, Sergio García Ramírez, C.V.S. Publicaciones, México, 1999, 103 pp.

San Agustín. Tlalpan: historias y tradiciones de un viejo pueblo (25-1999 d.C.), Salvador Padilla Aguilar, Col. Tu ciudad. Barrios y pueblos, Consejo de la Crónica de la Ciudad de México/Ciudad de México, México, 1999, 173 pp.

Ensayo (político)

Escribir después de Auschwitz. Reflexiones sobre Alemania: un escritor hace el balance de 35 años, Gunter Grass, Col. Asterisco, Editorial Paidos, Barcelona, España, 1999, 60 pp.

La sucesión milenaria, Isabel Arvide, Col. Tiempo de México, Editorial Océano, México, 1999, 180 pp.

Ensayo (sociológico)

Los alemanes, Norbert Elias, Col. Itinerarios, traducción de Luis Felipe Segura y Angelika Scherp, Instituto Mora, México, 1999, 499 pp.

Historia

Breve historia de Chiapas, Emilio Zebadúa, Serie Breves Historias de los Estados de la República Mexicana, El Colegio de México/Fideicomiso Historia de Las Américas/FCE, México, 1999, 187 pp.

La población en Francia. Siglos XVIII-XX, Patrice Bourdelais, Instituto Mora, México, 1999, 177 pp.

Narrativa

Sobre un sillón de piel... los juegos, Ivonne Cervantes Corte, Col. de bolsillo, Edivisión Compañía Editorial, México, 1999, 164 pp.

Un largo viaje, Sergio Pitol, selección del autor, prólogo Anamari Gomís, Col. Confabuladores, UNAM, México, 1999, 207 pp.

Opinión

La Jornada de los lectores, presentación de Elena Poniatowska, edición de Eduardo Montes, La Jornada Ediciones, México, 1999, 325 pp.

Poesía

Armar las palabras, Pilar González Basteris, Fidel Luján, Araceli Mancilla y Julio Ramírez, El ala del tigre, UNAM, México, 1999, 150 pp.

Cíbola, cinco poetas del norte, Jorge Humberto Chávez, Alfredo Espinosa, Gabriela Borunda, José Joaquín Cosío y Rogelio Treviño, Col. El ala del tigre, UNAM, México, 1999, 181 pp.

Documentos sentimentales, Jorge Arturo Ojeda, Col. Carmesí Coagulada, Daga Editores, México, 1999, 60 pp.

En cada cicatriz cabe la vida, Lucía Rivadeneyra, Ediciones Casa Juan Pablos/Instituto Michoacano de Cultura/Instituto Municipal de Cultura de Torreón, México, 1999, 89 pp.

Epopeya del origen, Gloria Antonieta Sagastume, Programa leamos poesía Fundación Cultural y Educativa îscar de León Palacios, Guatemala, 1995, 46 pp.

La arena de los días, José Francisco Conde Ortega, Col. Carmesí Coagulada, Daga Editores, México, 1999, 58 pp.

La densidad del aire, César Porras, Héctor Esquer, Julio Rangel, Mario Alonso

y Hugo Lázaro Aguilar, Col. El ala del tigre, UNAM, México, 1999, 173 pp.

Oscuro zodiaco, Cynthia Rodríguez, Citlali H. Xochitiotzin, Raquel González

y Martha Martínez, Col. El ala del tigre, UNAM, México, 1999, 170 pp.

Peregrinaciones. Poesía reunida 1965-1999, Hugo Gutiérrez Vega, Difusión Cultural UNAM, México, 1999, 590 pp.

Subordinaciones, Carlos Pellicer, Col. Tezontle, Fondo de Cultura Económica, México, 1999, 110 pp.

Revistas

Economía mexicana, núm. 1, primer semestre del 2000, volumen IX, Nueva época, textos de Carlos Alberto Ibarra, Pablo Cotler, Jaime Sempre, Enrique R. Casares, entre otros, Centro de Investigación y Docencia Económicas, México, 103 pp.

Palabra India. Por la autonomía y la libre determinación, îrgano informativo de la Asamblea Nacional Indígena Plural por la Autonomía, nov-dic 1999, México, 47 pp.

Teatro

Actuar o no, Héctor Mendoza, introducción de Braulio Peralta, Col. Teatro, Ediciones El Milagro/Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, México, 1999, 231 pp.

El libro de oro del teatro mexicano, Jorge Ibarguengoitia, selección, introducción y notas de Luis Mario Moncada, Col. El apuntador, Ediciones El Milagro/IMSS, México, 1999, 182 pp.