El conflicto universitario y la crisis en México

* José Agustín Ortiz Pinchetti *

El conflicto universitario parece montado sobre una intención voluntaria o inconsciente de no llegar jamás a un acuerdo. La celebración del plebiscito del 20 de enero hizo avizorar el levantamiento del paro en condiciones de concordia y la perspectiva de una reorganización a fondo de la universidad. Apenas una semana después irrumpe la violencia. Hay indicios numerosos y claros de provocación por parte de los paristas y simultáneamente de la participación de golpeadores pagados por el gobierno federal y/o de la autoridad universitaria. La detención en masa de huelguistas y las órdenes de aprehensión contra cientos de ellos son medidas peligrosas. Obscurecen la sensata propuesta del rector y del Consejo Universitario. Los hechos siguen el curso retorcido de una pesadilla colectiva.

Es temprano para medir los daños que ha sufrido la universidad, sus instalaciones, sus equipos, sus procesos de enseñanza e investigación. El peor de todos es la ruptura de la cohesión de un conjunto humano y político vital para el país donde se reflejan todas nuestras contradicciones. Es muy difícil saber como esta destrucción va a afectar a México. Es cierto: una mala solución del problema puede tener un impacto de desestabilización en el conjunto de la vida nacional de incalculables consecuencias.

Pero lo que no nos hemos preguntado es en qué grado la crisis mexicana genera o exacerba al conflicto universitario. El país tiene signos de una decadencia severa. Parece ir sin rumbo perdiendo el tiempo y las energías en disputas interminables e inútiles. El núcleo duro de la élite política confía sus problemas mayores a la inspiración, la imitación y la sumisión a Estados Unidos como profetizó Daniel Cosio Villegas. No hay un proyecto nacional, hay una confianza casi infantil en que gracias a la integración de nuestro país a la América del Norte se resolverán nuestros problemas y algún día en alguna forma podremos llegar a gozar de una prosperidad material desusada. Hay renuncia progresiva de la soberanía con sacrificio de la nacionalidad, de la seguridad del dominio e incluso "de la dicha que consigue quien ha labrado su propio destino". Millones de jóvenes de la clase media acudieron a las universidades públicas para nutrirse en otros valores distintos y más altos durante muchas décadas. ƑCómo verán los jóvenes de hoy nuestro derrotismo? ƑA qué los moverá?

Los paristas están expresando además angustia por la escasa posibilidad de encontrar en la universidad pública la plataforma para ascender en la escala social y política. La universidad fue la vía regia de la movilización social en México. Hoy los jóvenes saben por los problemas que viven sus padres y sus abuelos que las oportunidades de empleo y progreso se han reducido drásticamente en los últimos 20 años.

Con la excepción de la industria maquiladora de frontera, el crecimiento del empleo en nuestro país ha sido nulo o lento durante este periodo. Las remuneraciones a los mandos medios y ejecutivos a los que aspiran los egresados de las universidades han decrecido en forma dramática. Muchas de las empresas medianas y pequeñas que eran el mercado natural de empleo de estos jóvenes han sido destruidas por la apertura comercial. La burocracia se ha hecho mucho más pequeña y en los puestos superiores están casi todos reservados a hijos de la oligarquía. Aquellos que pueden hacer estudios en el extranjero y que están bien conectados en la red de la familia gobernante. ƑCómo no van a sentirse violentamente irritados los jóvenes ante estas perspectivas?

Me temo que también la crisis política está impactando severamente en el conflicto. Vivimos una descomposición progresiva a la que hemos llamado eufemísticamente "transición". La verdad que no es un proceso fundado en un acuerdo de los contendientes y de las fuerzas sociales más representativas. El núcleo central, el viejo aparato presidencial-monárquico ha cedido muchos espacios y ha liberalizado mucho de los mecanismos. Pero conserva un férreo control de lo central: el dinero que mueve a la política, los medios que inducen la opinión pública y los puestos burocráticos clave están todavía controlados por la Presidencia de la República.

La lucha por el poder carece de grandeza. Muchos de los opositores parecen condenados por sí mismos a aceptar la hegemonía priísta en el nuevo ciclo sexenal. Se niegan rotundamente a una alianza entre ellos y la establecen implícitamente con el viejo orden. No hay un planteamiento visionario ni generosidad y si hacemos un poco severo el juicio tampoco hay patriotismo. No puede sorprendernos que esta cultura política de contradicciones esté influyendo en el conflicto universitario e impida su solución. *