* José Antonio Rojas Nieto *

Reforma eléctrica y democracia

E l asunto de la reforma eléctrica apenas empieza. La renovación y el cambio de gobierno no pueden ser circunstancias para cancelar un debate que, pese a sus insuficiencias, ha permitido avances y ha mostrado la necesidad de reflexionar serenamente sobre algunos puntos implicados en la necesaria restructuración de la industria eléctrica nacional. El de la mayor o menor capacidad financiera para soportar robustamente su expansión es uno de ellos, acaso el más controvertido en la medida que ha sido soporte del ánimo privatizador del actual gobierno, y ocasión para que se hable de múltiples cifras sobre las necesidades financieras del sector, las que ųsin dudaų deberán ser cuidadosamente revisadas. Pero también, hay otros de similar importancia: 1) el del carácter de servicio público del suministro eléctrico, es uno de ellos; su definición generará el marco en el que se podrán resolver o, al menos, enfrentar otros.

La experiencia de Francia lo demuestra; su Asamblea Nacional ratificó explícitamente el carácter público del servicio eléctrico y, además de reconocer que se trata de un derecho de todos, resulta estratégico para la seguridad nacional mejorar la calidad del aire, luchar contra el efecto invernadero, impulsar la competitividad económica, coadyuvar en el desarrollo regional y en la selección y dominio de las alternativas económicas del futuro; 2) también está el de la selección de tecnologías y combustibles para la expansión eléctrica, pues pese a las bondades del desarrollo a gas natural, vinculada al desarrollo y la eficiencia de las centrales de ciclo combinado, no está claro que deba abandonarse el proceso de diversificación energética y descuidarse no sólo otras fuentes como el carbón, sino también las denominadas alternativas y las descentralizadas, a pesar de su carácter cuantitativamente limitado. Y esto porque tampoco resulta claro que podamos disponer en tiempo y forma del volumen de gas natural requerido para una expansión muy activa, vinculada al gran dinamismo del consumo nacional de electricidad; 3) asimismo está el delicado asunto de las tarifas y los subsidios, a la base de lo cual se encuentra tanto la adopción de un sistema de costos y de una estructura orgánica de la industria, como la determinación social sobre el monto y los beneficios del subsidio eléctrico, asuntos que deberán ser, de manera creciente, una determinación social plenamente evaluada.

Así pues, es incuestionable que la reflexión sobre estos puntos apenas empieza; y si bien es muy difícil que se agote ųentre otras cosas porque la actual revisión de las experiencias internacionales de restructuración arroja ya consideraciones importantes sobre ellosų, es preciso alentar y profundizar su análisis y la discusión social sobre ellos, no sólo por los de iniciados, especialistas o funcionarios. Se trata de permitir que se arribe a un proceso de transformación con amplio consenso social, y de lograr que una futura decisión del Congreso sea expresión de ello, y no resultado de un juego y rejuego mercantil de votos.

Parecería, entonces, que estamos frente a un cuento que ųcomo dijo este viernes Joaquín Sabinaų nunca empieza. Pero no, a pesar de las severas limitaciones que ha mostrado el formado de muchos foros y discusiones, no ha sido un año infructuoso. Se trata de un antecedente invaluable para que la Nación madure sus ideas y concepciones en torno a este asunto tan delicado, en el contexto del desarrollo de ideas en torno a otros no menos delicados: petróleo, seguridad pública, FOBAPROA-IPAB, educación superior, pobreza, apertura comercial, contaminación, y el tan controvertido de la globalización.

No es momento para lamentarse o quejarse. Menos para rendirse. La Nación avanza y afina su reflexión y sus opciones, en esto como en muchos otros campos. La incuestionable importancia de nuestra industria eléctrica y su significación social y política, merecen un esfuerzo mayor, técnico y político. No ha lugar a reclamos, quejas y lamentaciones por la oposición mostrada a una iniciativa gubernamental inmadura y esquemática. Hay que vencer la tentación autoritaria, que empieza con descalificar la disidencia y puede terminar por aplastarla. Por el contrario, hay que jugar en serio, muy en serio, a la democracia. Y creer ųen serio y con optimismoų, en las personas y en la sociedad. Finalmente son quienes permanecen.

 

P.D. Un abrazo para Julio Moguel