* Antonio Gershenson *

El dinero del petróleo

Una parte creciente del dinero, de las divisas procedentes de las exportaciones de petróleo crudo, vuelve a salir del país para comprar gas natural, productos petroquímicos y sobre todo artículos refinados como la gasolina. Eso tiene una relación directa con el abandono de la anterior política de aumento constante de la capacidad de refinación para satisfacer la demanda interna.

Desde fines de 1982, al iniciarse el sexenio de De la Madrid, a pesar de que los planes y programas relacionados con la energía planteaban la necesidad de una mayor capacidad de refinación, esto no se llevó a la práctica. Al contrario, presupuestos insuficientes y, encima de eso, los recortes presupuestales redujeron las inversiones al mínimo. La visión de corto plazo llevó a que la poca inversión se concentrara en la producción y exportación del petróleo crudo.

La capacidad de reserva que se había construido permitió mantener un bajo nivel de importaciones de refinados, pero no por mucho tiempo. En 1987, todavía las importaciones de derivados directos y asociados del petróleo, como son los refinados, petroquímicos y el gas natural, pudieron ser pagados con 5 por ciento del valor de las ventas de ese energético al exterior.

Ese porcentaje fue creciendo hasta llegar a 20 por ciento en 1994, último año de Salinas. Ya de cada cinco pesos que entraban por exportaciones petroleras, uno se usaba para pagar importaciones del mismo sector. La crisis de 1995 y 1996 detuvo la demanda, los precios subieron y eso permitió que en esos dos años ya las importaciones de productos del sector fueran sólo por 14 por ciento del valor de las exportaciones del mismo.

Sin embargo, ese porcentaje volvió a crecer, reforzado ese crecimiento por una gradual baja en los precios del petróleo de exportación, que llegaría a su tope en los primeros meses de 1999. En 1997, ya se necesitó 24 por ciento del valor de las exportaciones para pagar las importaciones, y 32 por ciento en 1998. El año pasado, con la recuperación de precios del crudo, bajó ese mismo porcentaje a 27 por ciento, menos que en 1998 pero más que cualquiera de los años anteriores, a pesar de que ya teníamos precios petroleros en procesos de recuperación.

Este deterioro muestra que las obras de modernización, orientadas sobre todo a mejorar la calidad de los productos, fueron necesarias pero no suficientes para cubrir las necesidades energéticas del país. Las principales fuentes de la creciente importación están bien definidas:

1. Importación de volúmenes crecientes de gasolinas por la frontera norte. Se ha preferido canalizar dinero de Pemex a modernizar una vieja refinería de la Shell en Deer Park, Texas, que en aumentar la capacidad mexicana de refinación.

2. Se importan combustóleo y otros refinados a la costa del Pacífico, por la mala calidad de los refinados mexicanos. Se debe modernizar y ampliar la Refinería de Salina Cruz, Oaxaca, para que produzca suficientes refinados de calidad.

3. En particular, se ha generado una severa dependencia del exterior en el noroeste del país, sobre todo Baja California y Sonora, al estarse imponiendo el gas natural como fuente única de generación de electricidad y para otros usos, sin haber producción local ni medios de transporte del mismo. Debe emprenderse una obra que incluya una carretera transversal de altas especificaciones en el norte del país y un gasoducto siguiendo el mismo camino. Debe reanudarse la exploración en las zonas nuevas.

La reducción de esa dependencia en un área tan estratégica no sólo es importante para no perder divisas. Sobre todo, se trata de un asunto de soberanía nacional y de asegurar el abasto confiable de combustibles, sin que sucedan cosas como la reciente escasez de gas LP y otras más graves que se pueden presentar.