Universidad Nacional Heterónoma de México

* Nestor de Buen *

Va de cuento. Un hombre tranquilo, profesor relativamente culto, con cargas familiares, ya mayorzón, de relativa condición física, pasea por la calle después de las horas de clase. Llega a una esquina, compra en el puesto La Jornada, la hojea en lo fundamental saboreando de antemano la lectura tranquila que tendrá después y de repente tres individuos, mal encarados, dos con puntas y el otro con pistola, lo paran, lo golpean, le quitan el reloj y el dinero y lo dejan tirado en el suelo, inútil para muchos meses. Y le roban La Jornada. Eso duele.

Algún amigo se da cuenta, intenta auxi-liarlo. Entre tanto, tranquilos pero vocife- rantes, los asaltantes se refugian en una casa vecina. No intentan disimular su identidad, bien conocida en el barrio, que al fin y al cabo su fuerza física impone miedo a todos.

El maltrecho sujeto, enfadado con toda la razón del mundo, acompañado de su amigo que lo ayuda a malcaminar, va a la delegación, levanta un acta y logra, a veces se producen milagros, que la agente del Ministerio Público ordene la presentación de los sujetos. Un par de policías, no sin cierto temor, se van por ellos. Aquellos ya lo esperaban y les pegan una patiza de órdago. Se llama a los granaderos, a la nueva Policía Federal Preventiva que a base de número y fuerza entran a la casa y no sin cierto combate detienen a los culpables y los meten al bote. Actas, consignaciones y al fin y al cabo, a la grande.

Al día siguiente marchas y protestas de los coleguitas de los asaltantes. En la prensa, exigencias por su libertad y, sobre todo, un manifiesto encendido de varios intelectuales porque, en el caso, la policía entró indebidamente en la guarida de los sujetos allanando su morada. Que, además, había sido bautizada con nombre universitario: Institución Autónoma de Mextapalunam, porque allí se daban clases variadas: manejo de armas, asaltos bancarios, robos callejeros, robo de automóviles y para los de quinto año, puestos políticos de alguna importancia. Finalmente, un lugar público.

La sociedad se indigna. Se reclaman derechos humanos de los procesados, se publican fotografías sensacionales del segundo encuentro con la policía y se produce una verdadera conmoción política: šfuera la policía del campus institucional! proclaman a voz en cuello.

Daría la impresión que vivimos un mundo al revés. Hoy los delincuentes y lo son quienes ocupan indebidamente las instalaciones universitarias, capaces de cuanta violencia sea necesaria como bien lo sabe un conjunto de trabajadores de la UNAM, que golpean inmisericordemente a un hombre caído con la clara intención de asesinarlo, protestan porque la policía intervino y se declaran víctimas cuando durante tantos meses han hecho víctimas a la mayoría de los estudiantes, a los profesores e investigadores, al personal administrativo y de servicio impidiéndoles la realización normal de sus actividades y destruyendo la educación superior casi gratuita que la UNAM imparte.

Y ahora se acuerdan de invocar la autonomía. ƑTienen, acaso, idea, de lo que dicen? Porque seguramente no se les ha pasado por la imaginación leer la fracción VII del artículo tercero constitucional. Allí se afirma con entera claridad que autonomía es "la facultad y la responsabilidad de gobernarse a sí mismas" y eso no significa territorio vedado a las autoridades como el viejo privilegio de las iglesias en la Edad Media, ni impunidad, ni imposibilidad de que en los campus puedan intervenir agentes del orden y detener a los delincuentes y consignarlos como ahora, finalmente, se está haciendo.

La verdad de las cosas: si autonomía significara una soberanía paralela a la del Estado, con un Estado incapaz de intervenir para garantizar el orden público, más valdría que se la guardara, quien la quiera, en el lugar íntimo que más le agrade. Bajo esas reglas de juego, apuesto por la he-teronomía. Y no se vería mal: UNHM, que es algo así como un sonido de satisfacción. Además de que, en el fondo, sería un nombre mucho más auténtico.

šQué bello es delinquir bajo la protección del Estado que no persigue por meses los delitos invocando esa pretendida autonomía! Pero cuando las fuerzas del orden entran en razón, después de una manifestación espontánea y libre como la del plebiscito e impiden la violencia, reconozco que con la violencia indispensable, y restablecen el orden, šbienvenidas las fuerzas del orden y todas las consignaciones que resulten!

La sociedad está indignada y la impunidad no es tolerable. Ya era hora. *