Ojarasca, número 33, enero de 2000


umbral
 
 
 

La resistencia pacífica llevada al extremo ha demostrado ser el mayor desafío al poder en las efervescencias del mundo mundial este fin de siglo. Así como la escalada autoritaria es en todas partes la misma, las vías que los ciudadanos encuentran para oponerse, resistir y articular alternativas también empiezan a unificarse. A crear vasos comunicantes.

Ya no un mundo de revueltas aisladas, a ritmo local y atenidas, a lo más, a una solidaridad internacional por correspondencia. Los escenarios han estallado en un caleidoscopio de diversidades que tiene, no obstante, motivaciones y metas similares. Es la otra cara de la moneda de las horrendas guerras étnicas que todo lo parten, usadas en los últimos tiempos como antídoto a que la gente se encuentre y resista junta.

Ante la agresividad desbocada del capitalismo contemporáneo, trepado al consumismo de las masas y el control informático de las vidas y los destinos individuales de los seres numerados, la nueva resistencia que se construye está resultando formidable. Para sorpresa de sus propios actores.

La apropiación horizontal de las armas informáticas del poder permite la ocupación simultánea, concertada y con finalidades definidas de los espacios públicos del poder, en acciones simbólicas de significación material.

Una revista inglesa, en víspera de la "batalla de Seattle", y de paso anunciándola con precisión sorprendente, ofrecía una nómina de ciudades donde la protesta global ha brotado en los últimos meses bajo las barbas del Gran Mercado, sus magnates y sus marchantes: Londres, Washington, Melbourne, Tel Aviv, Gurjat (Pakistán), Bielorrus, Zurich, Port Harcourt (corazón de la industria petrolera de Nigeria) Ancona, Colonia, Buenos Aires, Vancouver, Los Ángeles. Y encuentra el origen de la ola en el levantamiento zapatista de Chiapas y sus ondas expansivas intercontinentales (Steve Armstrong: "La amenaza fantasma, The Face, noviembre de 1999).

¿Y qué agregaríamos: Quito, Praga, Belem, Montevideo, Toulouse, Florencia? Todas partes y ninguna.

Están naciendo apenas las formas de resistir con eficacia nueva al poder "probablemente más absoluto de la historia", según Ignacio Ramonet. Por todas partes les saltan pedazos, boquetes, demoliciones a las fronteras y los muros; por más que la Policía Mundial trata de consolidarlos se desmoronan, o derriten o caen de podridos.

La criminalidad del Estado moderno se ha vuelto financiera; ésta es la que justifica y apuntala todas las demás criminalidades a que se acoge el monopolio legal de la violencia.

Y si la publicidad electoral, consumista, racista y religiosa trata de imponer el modelito y sus consecuencias letales (culturales, ambientales, laborales, territoriales), una red popular y por abajo, apropiándose de los instrumentos del poder, está deteniendo la que parecía imparable marcha del poder global de la Guerra y el Mercado. La sorpresa es que no debía haber sorpresa.


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