La Jornada Semanal, 2 de enero de 2000
Tajo
observamos la cuidadosa navegación del sol:
peces y voces, olas de velámenes
de un río como mar.
Sí, atardece Lisboa.
Arrojo un pedrusco a la oscuridad de las aguas
y se precipita en una antigua inquietud de ondas,
que se extienden en crestas de dísel, en la lejanía.
Corremos al muelle, a la marea del portugués.
Del barco atisbo la otra ribera, el filo de cristal del río
con el resplandor de Lisboa, con un cielo de aves,
con tus ojos riendo.
Me asomo y no veo mis contornos.
Remolino de sombras las corrientes
cuando la brisa ancla su primavera en la piel.
Te asomas, te ríes y el Tajo nos salpica.
Sí, atardece Lisboa.
La ceniza de rocas es distancia de islas,
abandono de algas. Un descuido de bostezo
y el vaivén de remos de mis sombras, arenas sin orillas.
Hilos de laberinto
Porque me he perdido
En el tiempo lo mismo que en la vida...
Luis Cernuda
Tu ausencia
es una distancia en la piel,
remolino de un gemido
que enturbia mis ojos,
tiempo en busca de cauce.
Un sueño
te trae y me desvela, recoge
la luna dispersa y retrasa el amanecer,
dejando su cansancio,
el secreto de tu ternura.
La lentitud
de invierno de la noche
me lleva a la costumbre
de desatar hilo, para juntos perdernos
en el laberinto del despertar.