La Jornada viernes 24 de diciembre de 1999

Leonardo García Tsao
Mundo de juguete

Con Toy Story 2, los padres de familia tienen al menos una garantía de no sufrir cuando lleven a sus hijos al cine durante las vacaciones navideñas (agárrense cuando les pidan ir a ver la película de Pokémon). Pensada como una secuela para el mercado del video, los responsables se dieron cuenta de la calidad del resultado y dieron marcha atrás, invirtiendo algo más de esfuerzo para esta nueva muestra de los alcances de la animación por computadora, la especialidad de los estudios Pixar.

Los personajes son los mismos de la primera vez. Ahora Woody, el muñeco de trapo con figura de vaquero, y Buzz Lightyear, el astronauta de plástico, han dejado su rivalidad y son amigos solidarios. Tan solidarios que el segundo encabeza la misión de rescate cuando Woody es robado por un avaricioso coleccionista de juguetes llamado Al McWhiggin, cuya colección de muñecos derivados del programa televisivo El rodeo de Woody está lista para ser vendida a un museo japonés, por una cantidad millonaria.

Parte de la historia se dedica a los esfuerzos de Buzz y los otros muñecos ųel dinosaurio Rex, el perro Slinky, el señor Cabeza de Papa, el cochinito Hammų por recuperar a su compañero, entre ocurrencias como una Barbie en plan de guía de turistas o gags alusivos a Parque Jurásico y Star Wars. La otra describe el dilema existencial de Woody pues al conocer a miembros olvidados de su programa, la marimacho Jessie y el gambusino Pete el Oloroso, se da cuenta de un destino probable: el volverse obsoleto en los afectos de su dueño, el niño Andy. En cambio, la opción de ser pieza de museo le ofrece la posibilidad de una admiración permanente.

En ese aspecto radica la resonancia emocional de Toy Story 2 y su principal gancho para un público adulto, más allá del atractivo de su diseño gráfico. De algún modo, Woody expresa la preocupación de cualquier ser humano de ser guardado en el archivo muerto de los sentimientos. En particular, la película compara la transición de los juguetes con la que sufren los padres mismos en relación con sus hijos, quienes se van separando de ellos conforme llegan a la adolescencia. Muy elocuente es el episodio en que Jessie recuerda cómo su dueña la olvidó debajo de una cama, porque sus intereses cambiaron con la edad de la punzada. La importancia de los afectos, de una amistad sincera, es la tesis irrefutable de esta película para niños y bastante apta para adultos.

Dentro de mi escaso apego al cine de animación, debo admitir que encuentro inquietante esa visión casi hiperrealista y tridimensional, creada por computadora. (Si alguien piensa que la animación tradicional implica más trabajo, quédese a ver los créditos finales: son tan extensos como los de Titanic.) Se trata de un universo artificial pero al mismo tiempo apegado a una realidad inconfundiblemente gringa hasta el último detalle, donde todo parece estar hecho de plástico.

El doblaje de la versión original en inglés es un acierto importante, pues refuerza las constantes instancias humorísticas con el desempeño de actores cabales. En especial afortunado es el uso de la voz entusiasta de la actriz Joan Cusack, que le da el necesario tono de energía desatada a Jessie; por su parte, el trabajo de Tom Hanks deja a un lado su actual imagen de héroe impoluto, para recordar sus inicios como comediante ligero. Claro, la mayoría de las copias en exhibición están dobladas al castellano, pero aun así Toy Story 2 será un aliviane para la mayoría de los padres de familia.

Toy Story 2

D: John Lasseter, Ash Brannon, Lee Unkrich/ G: Andrew Stanton, Rita Hsiao, Doug Chamberlain y Chris Webb, basado en un argumento de John Lasseter, Peter Docter, Ash Brannon y Andrew Stanton/ F. en C: Sharon Calahan/ M: Randy Newman/ Ed: Edie Bleiman, David Ian Salter, Lee Unkrich/ Con las voces de: Tom Hanks, Tim Allen, Joan Cusack, Kelsey Grammer, Don Rickles, Wallace Shawn, John Ratzenberger, Wayne Knight/ P: Pixar Animation Studios, Walt Disney Productions, EU, 1999.

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