Inferencias simples sobre la compleja realidad
Juan Soto Ramírez
De manera cotidiana, lo reconozcamos o no, realizamos múltiples inferencias que se mueven en un continuo que va de lo simple a lo complejo o viceversa, sin querer decir que estas dos nociones se excluyen mutuamente. Pasamos de las explicaciones que apelan a la objetividad sin paréntesis hacia la objetividad entre paréntesis, sin darnos cuenta. Somos observadores ingenuos atrapados en el lenguaje. Gracias a ello aceptamos o rechazamos diversos dominios explicativos que encajan o no en nuestro dominio fenoménico de existencia. Y en este pasaje somos incapaces de reconocer que la afectividad es un elemento central que sirve de base al entendimiento, el respeto o la negación mutua. Gracias a nuestras predisposiciones afectivas podemos aceptar o rechazar un argumento. No es la razón, ni mucho menos la racionalidad, lo que anteponemos para afirmar o negar, para escuchar o silenciar, para admitir o expulsar. La afectividad es lo que justifica, no la razón. Cuando alguien afirma: "Entiendo cómo te sientes; sé qué se siente que te hagan eso; se debe sentir horrible", etcétera, ese uno está en el sentimiento del otro con el sentimiento propio y no con la razón. El entendimiento siempre es un puente afectivo que se tiende para lograr armonía en el vivir. Si no hay entendimiento no hay armonía, aunque sea posible la estabilidad.
Lo observable y lo no observable
Las inferencias que realizamos de manera cotidiana
siempre versan sobre las dimensiones de lo observable, pero tienen un
fundamento que no se ve, sólo se siente. En el cerebro
sólo hay procesos cerebrales, jamás procesos
mentales. Más aún, la mente no está dentro de los
individuos, sino que los individuos están en la mente. Por
consiguiente, los diferentes dominios explicativos se encuentran en el
lenguaje y jamás fuera de este. La separación entre
materia y conciencia obligó a pensar que a cada aspecto
observable (conducta) le correspondía uno no observable (estado
mental), y que el objetivo de la psicología era establecer las
conexiones pertinentes entre esos dos niveles de realidad en forma de
leyes. Por lo regular, de la risa inferimos la alegría; del
llanto, el sufrimiento; del enojo, la amargura; de la
preocupación, la angustia, y así sucesivamente. Se ha
configurado una realidad tan simpática que para cada aspecto
observable existe uno no observable que lo explica. Eso hace posible
que uno realice inferencias simples sobre la compleja realidad. De ese
modo uno puede decir: "No hagas caso, estaba enojada; qué le
crees, hombre, estaba borracho". La psicología es más
que eso, más que un mero artificio que sólo tiende
puentes entre lo observable y lo no observable, más que un
artefacto que permite realizar inferencias o predicciones. No es
fortuito sentirse expuesto cuando uno conversa con un
psicólogo. La psicología no es una maquinita
interpreta-todo o predice-todo, pero desafortunadamente eso no es
claro para la mayoría de quienes afirman dedicarse a la
psicología.
La realidad como argumento
La psicología está en pañales. ƑCómo pueden suponer los tercos constructores de realidades psicológicas que los estados mentales pueden generalizarse si para estudiar la mente es preciso negarla primero? La mente, al igual que la razón, no es una característica dada, se construye y se despliega en el lenguaje. Inferimos procesos lingüísticos que infieren estados anímicos, jamás estados mentales, pero ello no sostiene que la realidad es simplemente lingüística. Existe un plano de realidad que es imposible traducir a palabras y, por ende, se encuentra en el modo de imágenes. Los sueños, por ejemplo, no se pueden interpretar, sólo se narran, y en tanto pertenecen al mundo de las imágenes (no al dominio de lo simbólico), lo que se dice de ellos es siempre una reconstrucción narrativa. No todo se puede llevar al modo de lenguaje. También hay sentimientos, sensaciones, experiencias y percepciones que no se pueden explicar y sólo se describen. Cuando hacemos eso sólo realizamos aproximaciones narrativas. Por ello podemos afirmar que la realidad es una proposición explicativa. La realidad es compleja por naturaleza. El pensamiento científico y simplificador se ha empeñado en atiborrarla con inferencias provenientes de la simplicidad de su carácter ingenuo. La realidad es un argumento.
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