Los
shuar creen que la Tierra es una inmensa isla en la cual viven los hombres
en continuas dificultades y guerras, molestados por antepasados maléficos,
llamados íwianchi, que buscan toda clase de placer terrenal ya que
no pueden ir al cielo.
La tierra limita con el abismo
y está rodeada por el cielo, que separa las aguas infinitas de la
atmósfera, vital para los animales.
El cielo es una extensión
inmensa de planicies fertilísimas, habitada por los dioses y los
hombres que gozan de todo bien. Antiguamente todos los hombres podían
disfrutar de la felicidad del cielo, porque podían subirse por un
bejuco que, desde las plantas del cielo, colgaba hasta la Tierra.
Bajo las aguas vive el pueblo
de Tsunki, Dios poderoso que puede destruir el Universo con las tempestades
y las inundaciones, y señor de cuanto hay en las aguas. Produce
lluvias abriendo los broquetes del cielo para que bajen las aguas de arriba.
Debajo de la Tierra vive el
pueblo de Nunkui, creadora de las plantas del cielo y de la tierra.
En el cielo de arriba vive el
pueblo de las Atsut, mujeres misteriosas, el pueblo de los Ya (Estrellas),
hombres bienaventurados que subieron al cielo sin morir. Los pueblos de
los Arutam, antepasados justificados y dioses protectores de la familia,
descansan en el cielo de abajo y se comunican con los vivientes que los
suplican, por medio de una puerta que hay debajo de las cascadas de los
ríos. Sólo Ayumpúm, el primer Arutam, viven en el
cielo de arriba observando a los hombres e impidiendo las guerras con sus
rayos.
Etsa (el sol) y Nantu (la luna)
observan el mundo de arriba y de abajo recorriendo todos los días
sus caminos. Nadie puede acercarse al sol porque se quema.
El sol es el Dios fuerte y austero
que maldice a los hombres si no cumplen con sus mandatos.
Por las faltas de los hombres,
entró en el mundo la guerra, la muerte, la fatiga y todo mal. Muchas
de las plantas y de los animales eran seres humanos. Fueron castigados
por sus faltas. Antiguamente estos seres dialogaban con los hombres pero
los uwishin (brujos) con sus maleficios, quitaron toda comunicación
con el mundo misterioso. Transcripción: Siro
Pellizaro
Tomado de La dama
tapada. Antología del
cuento popular
ecuatoriano, selección y prólogo de Abdón Ubidia,
Azul Editorial, Quito, Ecuador, marzo de 1999.
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