Ojarasca, número 32, diciembre de 1999


El Universo


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Los shuar creen que la Tierra es una inmensa isla en la cual viven los hombres en continuas dificultades y guerras, molestados por antepasados maléficos, llamados íwianchi, que buscan toda clase de placer terrenal ya que no pueden ir al cielo.
La tierra limita con el abismo y está rodeada por el cielo, que separa las aguas infinitas de la atmósfera, vital para los animales.
El cielo es una extensión inmensa de planicies fertilísimas, habitada por los dioses y los hombres que gozan de todo bien. Antiguamente todos los hombres podían disfrutar de la felicidad del cielo, porque podían subirse por un bejuco que, desde las plantas del cielo, colgaba hasta la Tierra.
Bajo las aguas vive el pueblo de Tsunki, Dios poderoso que puede destruir el Universo con las tempestades y las inundaciones, y señor de cuanto hay en las aguas. Produce lluvias abriendo los broquetes del cielo para que bajen las aguas de arriba.
Debajo de la Tierra vive el pueblo de Nunkui, creadora de las plantas del cielo y de la tierra.
En el cielo de arriba vive el pueblo de las Atsut, mujeres misteriosas, el pueblo de los Ya (Estrellas), hombres bienaventurados que subieron al cielo sin morir. Los pueblos de los Arutam, antepasados justificados y dioses protectores de la familia, descansan en el cielo de abajo y se comunican con los vivientes que los suplican, por medio de una puerta que hay debajo de las cascadas de los ríos. Sólo Ayumpúm, el primer Arutam, viven en el cielo de arriba observando a los hombres e impidiendo las guerras con sus rayos.
Etsa (el sol) y Nantu (la luna) observan el mundo de arriba y de abajo recorriendo todos los días sus caminos. Nadie puede acercarse al sol porque se quema.
El sol es el Dios fuerte y austero que maldice a los hombres si no cumplen con sus mandatos.
Por las faltas de los hombres, entró en el mundo la guerra, la muerte, la fatiga y todo mal. Muchas de las plantas y de los animales eran seres humanos. Fueron castigados por sus faltas. Antiguamente estos seres dialogaban con los hombres pero los uwishin (brujos) con sus maleficios, quitaron toda comunicación con el mundo misterioso.

Transcripción: Siro Pellizaro

Tomado de La dama tapada. Antología del
cuento popular ecuatoriano, selección y prólogo de Abdón Ubidia, Azul Editorial, Quito, Ecuador, marzo de 1999.

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