Ojarasca, número 32, diciembre de 1999


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Bla, bla, bla, global viene de globo,  y qué es un globo sino puro aire, gas, propiamente nada. Esas bombas de vacío que los cartógrafos de papas y reyes dieron en inflar desde que hace 500 años la Tierra comenzó a ser redonda. Globalización le llaman hoy los engolosinados a la uniformidad del globo terráqueo.
¿Por qué, si se supone que gracias a los mercados dominantes el mundo es más pequeño, todo quedó más separado, en muchas partes roto, y donde no, amenazado?
Los gobiernos nacionales, y esos otros gobiernos, las empresas transnacionales, se niegan a medir las consecuencias de juntar tanto al mundo, separándolo. La resistencia que encuentran por la parte de abajo es ya mayor de lo que  tenían estimado.
Lugar de justa distribución no ha sido nunca éste, pero conforme nos aproximamos al punto cero del “fin de la historia”, lo que engorda son las diferencias, los abismos, las conmociones humanas y las represiones violentas. O sea, la historia.
Los megaestados del hemisferio norte, a través de la niebla de su soberbia, vienen viendo que la gente existe, que los pueblos, entretejidos, también se mueven. El pánico del poder puede ser peligroso. Donde no existen guerras (algunas muy bien administradas), la disposición a la represión es automática. Hoy muere más gente por violencia que nunca antes. En algunos lugares de África ya nadie logra llevar las cuentas. Porque, además, están las enfermedades de la pobreza.
Hoy el racismo es peor que nunca, disfrazado bajo un aspecto “legal”. Existen sin permiso kurdos y turcos, gitanos e indígenas, negros, judíos, árabes. Las tierras ya no les pertenecen. Los dueños ahora son pocos, muy pocos. Un mundo literalmente enajenado.
La protesta de Seattle y eventos simultáneos como la lucha campesina en Francia, el Foro de la Alternativa en Milán, Italia, y el Segundo Encuentro Continental Contra el Neoliberalismo en Belem do Pará, Brasil, comprueban la existencia de un nuevo escenario de resistencia y argumentación que la represión y la publicidad falaz y aplastante del poder no han conseguido ahogar.
Por lo demás, los mandos militares y financieros de Norteamérica, cierta Europa y Japón tienen quienes les cuiden el traspatio, sus tierras suyas de ellos, puesto que las compraron o las tienen embargadas. Ahí tienen a México, por ejemplo. Importante maquiladora a modo, mercado cautivo y más cautivo su endeudamiento, fuente de riquezas naturales estratégicas, está gobernado por los socios o empleados de aquellos.
Un ejemplo del ejemplo: Parece más probable que canonicen en Roma al más improbable de los indios, antes de que el gobierno cumpla los Acuerdos de San Andrés. Reivindicar e idealizar al indio abstracto, o muerto, será siempre más cómodo y hasta redituable, que reivindicar, respetar y obedecer al indio real.
En México, no sólo en Chiapas, hay una guerra contra los pueblos indígenas. Pero es en las tierras de los mayas chiapanecos donde está listo el dispositivo bélico más numeroso del continente americano. Si nadie lo detiene, el régimen priísta “resolverᔠel desafío indígena a la mala.
La lección de Seattle no es desdeñable. Los dueños del Nuevo Orden no tienen las cosas tan en orden. Están resultando los culpables del nuevo “desorden”. Por eso crecen la resistencia, la lucha de liberación, el rescate de lo propio y la dignidad.
 

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