* Ambos son un hecho objetivo e histórico, asegura el cardenal Rivera
La Guadalupana y Juan Diego, temas recurrentes en la celebración dominical
* Dice el arzobispo estar convencido de su existencia por la convergencia de diversas pruebas
José Antonio Román * El fantasma del ex abad de la Basílica Guillermo Schulenburg y sus planteamientos "antiaparicionistas" de la Virgen de Guadalupe estuvieron presentes en la máxima celebración religiosa del país.
Desde el altar del santuario mariano más importante de América, el cardenal Norberto Rivera aseguró a miles de peregrinos que el relato guadalupano y la existencia del indio Juan Diego son un "hecho objetivo e histórico".
Dijo estar convencido de esta existencia, no sólo por la fe o la devoción, sino por la convergencia de pruebas documentales, orales, iconográficas, arqueológicas, que han sido revisadas y aprobadas por "rigurosos expertos" de la Santa Sede, a quienes el mismo papa Juan Pablo II pidió revisar y poder definir si el beato Juan Diego puede o no ser canonizado.
La veracidad del relato guadalupano y la existencia misma de Juan Diego, cuestiones que han sido puestas en duda por Schulenburg, fueron los temas centrales de la celebración religiosa que recuerda las apariciones de la Virgen en el cerro del Tepeyac, en el año de 1531.
Incluso, el cardenal mencionó que la misma Conferencia del Episcopado Mexicano ha solicitado al papa Juan Pablo II la canonización del indio de Cuautitlán.
Recordó que en noviembre de 1997, en Roma, durante la asamblea del Sínodo de Obispos de América, le solicitó al papa proclamar a la Virgen de Guadalupe como "madre, patrona y evangelizadora de América"; dar a conocer el documento postsinodal en la Basílica de Guadalupe, y canonizar al beato Juan Diego.
En su último viaje a México, en enero de 1999, el Papa concedió las dos primeras solicitudes, por lo que sólo falta la canonización del beato, que según confió el mismo cardenal Rivera sí se dará.
El único aplauso que se escuchó por parte de los fieles que abarrotaron el recinto mariano en la celebración religiosa del mediodía, fue precisamente cuando el cardenal se dijo "firme y seguro" en que Juan Diego llegará a los altares, pues de otra forma la predicación de la Iglesia no tendría sentido, pero tampoco la devoción de los católicos.
"Además, como testigos de Dios, resultaríamos el Papa y nosotros mismos unos embusteros, porque en nuestro testimonio le atribuimos falsamente haberse aparecido".
Sin embargo, inmediatamente después afirmó que la Virgen sí se apareció, que realmente habló a Juan Diego y dejó a la Iglesia un modelo ejemplar de evangelización inculturada, que hoy se debe continuar.
Así, el hecho guadalupano no es cosa del pasado, sino del presente, que se vive hoy y todos los días, dijo.
Más adelante, el cardenal Rivera señaló que el camino de la Iglesia en el continente es que los mexicanos, por ser depositarios y beneficiarios de ese modelo de evangelización inculturada, respondan al reto de la nueva evangelización con el testimonio y la proclamación del mensaje de salvación mediante las obras y la coherencia de vida.
Para responder a este reto ya se ha iniciado el esfuerzo de enviar misioneros a otros pueblos aún más necesitados que nosotros, señaló el cardenal, quien se comprometió a continuar con esta tarea a fin de que la fe católica y el legado guadalupano lleguen a otros pueblos y comunidades.
En el inicio de la celebración religiosa, Rivera Carrera agradeció de manera muy especial la asistencia del nuncio apostólico Justo Mullor y de su antecesor, al cardenal Ernesto Corripio Ahumada.
Del primero, dijo que en ninguna otra fecha o celebración religiosa como ésta se hace tan importante y trascendente la presencia del representante del Papa.
Al segundo agradeció los muchos años dedicados al trabajo pastoral de la arquidiócesis de México.
* Fiesta vuelta tradición en París desde hace por lo menos 20 años
Mañanitas a la Virgen en la catedral de Notre Dame
Yuriria Iturriaga, corresponsal, París, 12 de diciembre * Una vez más, la comunidad mexicana celebró a la Guadalupana en la catedral de Nuestra Señora de París.
Los mexicanos residentes en París y alrededores, pendientes de esta celebración vuelta ya tradición al cabo de más o menos dos decenios de ser organizada por mujeres mexicanas ligadas con la religión, sacerdotes mexicanos, estudiantes de teología o preparándose en francés y lenguas africanas para continuar su labor pastoral, realizan el "milagro".
La austera catedral gótica, de ventanales emplomados, con su afluente de turistas multinacionales y plurirreligiosos y su órgano, se estremece por la voz de 500 personas cantando Las mañanitas a la Virgen de Guadalupe, flanqueada por cuatro sacerdotes mexicanos y la bandera nacional.
Hace cerca de 60 años una mexicana se dio un tiro sentada en una banca de esta catedral, y se dice que para " limpiar" esta mancha que Antonieta Rivas Mercado dejó, compatriotas miembros de una cofradía católica con poder y recursos donaron a Notre-Dame un mosaico con la imagen de la Virgen de Guadalupe coronada con piedras preciosas.
El arzobispado de París autorizó a su vez su instalación en una de las capillas laterales de la catedral, la quinta entrando a la izquierda, del siglo XIV.
Imaginaría éste que no sólo quedaría ahí la Guadalupana en todo su esplendor, sino que el altar habría de cubrirse con un sarape de Saltillo o con bordados juchitecos (donativos de fieles pudientes) y se levantaría un mástil para nuestra bandera, renovada por anónimas manos cada que envejece, mientras otras sigilosas cambian las flores.
Todos los 12 de diciembre, desde hace 18 años, a las tres de la tarde (ocho de la mañana en México), se da una misa especial, y que al llegar los noventa del siglo el sacerdote tendría que aceptar también la integración de los mariachis, y la lectura dramatizada de las Apariciones, en voz de dos actores y una actriz, antes de la misa propiamente dicha, y las ofrendas transportadas por niños francomexicanos o mexicanos vestidos tradicionalmente.
En 1997 no sólo se retiraron las largas velas y sus soportes, sino que fue puesto, arriba del sitio donde antes llegaban y caían rodillas mexicanas y latinoamericanas, una plancha de formaica con letras fluorescentes, que reza más o menos así: "La Virgen María, Madre de Dios, es una, venerada en todo el mundo cristiano".
El 11 de diciembre de 1999 se adelantó el cumpleaños a la Virgen de Guadalupe porque caía en domingo, y la comunidad mexicana debió trasladarse de la apagada Capilla de la Virgen de Guadalupe al coro de la catedral, presidido por una Piedad del siglo XVII y abrazado por una hermosa sillería en caoba.
Ahí, en el centro de la Catedral, la masa fervorosa cantó conducida por los sacerdotes La Guadalupana, y otros versos donde se hablaba de "liberación", alternando con la voz frente al micrófono que nos daba un "evangelio" excepcional Juan Diego, "el más pequeño", dijo la Virgen, porque el indio sojuzgado era el último en la escala.
Ella lo eligió para alzar a los indios al nivel del colonizador, y Ella es, a su vez, "la más pequeña", en voz de Juan Diego, por los rasgos indígenas, porque habla náhuatl y se presenta como Tonantzin: "la Madre" de los que fueron desposeídos en "riquezas y en religión" por la Colonia.
También oímos las "intenciones" pidiendo paz donde hay guerra y justicia en nuestro continente en general, y en particular para los indígenas.
Y oímos hablar de nuestra extranjeridad en Francia y de nuestra soledad por la " frialdad y distancia" que aparentan nuestros anfitriones...
El acto se termina en procesión tras los mariachis, hasta la capilla de la Guadalupana, donde se le cantan Las Mañanitas, seguidas de México lindo y querido y otras.
Bajo la lluvia, frente a los pórticos góticos vueltos blanquísimos para entrar en el año 2000, oyendo "qué lejos estoy del suelo donde he nacido ", pienso en la mucho más dramática extranjeridad sin remedio de Schulenburg y de Warnholtz, y la de todos los que niegan que lo indígena sea hijo de María...