* Algunos desmayos y minutos de tensión


Exitoso zarpazo de Los Tigres del Norte en el Zócalo defeño

* La plancha, llena a su capacidad por anorteñados chilangos

Arturo Jiménez * Un exitoso lleno total en el Zócalo capitalino y apretujones entre el público cerca del escenario, que causaron algunos desmayos y minutos de tensión -situación finalmente controlada-, fue el saldo del concierto de Los Tigres del Norte, el cual comenzó a las 8 de la noche y se prolongó hasta las 11:30.

La cultura de la redoba, la polkas, el corrido, la baladas y la cumbia norteña bajó desde el semidesierto para constatar que el acordeón, las botas y los sombreros cuentan con amplias huestes devotas aquí, en el mero centro del país, otrora sede de Mesoamérica.

Encabezados por el hermano y tigre mayor, Jorge Hernández, la agrupación felina decidió entrar de lleno y abrió con El jefe de jefes, La puerta negra y Pedro y Pablo, que eran hermanos y amigos inseparables pero, ahí está el detalle, amaban a la misma mujer.

Amores, desamores, narcotráficos, amistades, contrabandos y traiciones, entre otras historias imaginarias y verdaderas, desfilaron por el escenario -instalado frente a la Catedral metropolitana- para regocijo de los miles de asistentes, en su inmensa mayoría de escasos recursos.

Mientras la extensa plancha de la gran El tigre mayor ante la maltitud n Foto: Jer—nimo Arteaga plaza se encontraba plenamente ocupada, la vialidad que la rodea se hallaba despejada y por ella podían circular bicitaxis, vendedores y espectadores. Las calles aledañas fueron cerradas para evitar el paso de vehículos y revisar rápidamente a los asistentes.

La tensión se dio al comienzo del concierto, cuando la gente se arremolinó ante el escenario y se aprisionaba contra la cerca de seguridad, pero los granaderos instalados tras la malla comenzaron a pasar de su lado a quienes se encontraban en mayor riesgo, sobre todo mujeres y niños. Incluso Jorge Hernández llamó al público para que no se empujaran.

Después, el problema fue que muchos de los auxiliados ya no querían salir de la zona de seguridad y de prensa, pues tenían a unos cuantos metros a Jorge, vocalista y acordeonista; a Luis, guitarrista y vocalista; a Hernán, bajista y vocalista; a Eduardo, acordeonista y también vocalista.

Pero el sueño terminó cuando comenzaron a desalojarlos en fila. Las mujeres mandaban besos y adioses con las manos, mientras los varones levantaban el dedo pulgar y les silbaban en señal de complicidad. Los tigres ronronearon dejándose querer.

Poco después del arranque subió al esc Empellones y apretujones en el concierto de Los Tigres n Foto: Cristina Rodr’guez enario Guadalupe Loaeza, quien confió que es la madrina de la agrupación musical desde hace años y los calificó como unos ''artistas estupendos''. Dijo la escritora: ''Ya les tengo sus regalos de Navidad a mis ahijados''.

 

Los hermanos Carlos y Raúl

 

Un momento mágico -en el estricto sentido de la palabra- fue cuando Cristian Cri-shan, coincidentemente conocido como "El tigre de la magia", desapareció a Luis y a Hernán, quien reapareció cantando por otra parte del escenario. Cristian Cri-shan también apareció a un tigre real, al que luego mandó a dormir para tranquilidad de todos.

En Mojado acaudalado, Eduardo Hernández cantó con el niño de 11 años Giovanni Uriel Miranda López, a quien Los Tigres del Norte conocieron hace dos años, en Naucalpan, y lo hicieron su "socio". Giovanni y su hermano Edgar, de 16 años, cuentan que han acompañado a los músicos por todo el país, giras que su madre aprovecha para vender dulces.

ƑMomentos casi catárticos? Muchos, con Camelia La Texana, con Quiero volar contigo, con Rosita de olivo, con El circo, canción pedida de manera constante y que habla de los hermanos Carlos y Raúl, quienes se hicieron "muy influyentes". Son los nuevos temas de los nuevos corridos.

En Contrabando y traición, en medio de efectos especiales de disparos de metralletas, se supo que al personaje de la canción un día lo iban a matar por el negocio en el que andaba, pero advertía: "Ahí traigo un cuerno de chivo, a ver quién le quiere entrar".

Ya en tiempos de generosa complacencia, alrededor de las 10 de la noche, Los Tigres del Norte dieron cuenta de La banda del carro rojo y Nos sobró la ropa, pero la fiesta continuaría con el Zócalo lleno hasta las 23:30 horas, para beneplácito de los anorteñados asistentes, quienes dieron muestra de la apertura, cosmopolitismo y/o capacidad de absorción cultural de los defeños.