La Jornada miércoles 1 de diciembre de 1999

Gabriela Rodríguez
El sida y los enemigos de los derechos sexuales

A propósito de la visita de Mrs. Robinson a México, en el Día Mundial del Sida enfrentamos una de las más graves y sistemáticas violaciones a los derechos humanos. A 16 años de que la ciencia logró definir el origen viral del VIH/sida y sus principales formas de control epidemiológico, 90 por ciento del total de víctimas de esta mortal enfermedad viven en los países "en desarrollo", término equívoco para nombrar a los países más pobres del planeta.

Se trata de quienes no ejercen el derecho a la información, a la educación, ni a los servicios médicos; de quienes permanecen excluidos del derecho a una vida sexual placentera, sana, responsable y libre de discriminación.

Cada 24 horas, 7 mil jóvenes se infectan de esta mortal enfermedad y sabemos con certeza que contagiarse o protegerse del sida, así como morir pronto o vivir varios años con VIH, equivale a ser pobre o a ser rico.

Promover la ignorancia y la abstinencia sexual han sido estrategias útiles para controlar la hegemonía de las consciencias; estas medidas han contribuido también a reforzar la desigualdad social y la intolerancia, dos rasgos que últimamente vemos caminar juntos y concretar sus logros en las políticas sociales del tercer y cuarto mundos.

Mientras los medios de comunicación están patrocinados por empresarios indiferentes a las necesidades sociales, en nuestra región la disputa ideológica se da entre spots televisivos y púlpitos católicos, entre libros de texto y silencios en los discursos de campaña.

La aversión al placer sexual viene de raíces históricas complejas, entre las cuales el cristianismo ha tenido una influencia privilegiada... La cultura occidental ha hecho del cuerpo un símbolo de la verdad y la virtud, y simultáneamente, un depositario de la identidad, el rechazo y el estigma social. El objetivo de los apologistas de la abstinencia no es tanto el de tener hijos como primer fin, sino el que la gente: "se abstenga de la cópula para acceder a un valor humano más elevado, la continencia del deseo que enriquece la personalidad, aporta frutos de serenidad y de paz y ayuda a quitarse de encima el egoísmo", en términos de Juan Pablo II, ese líder que ha cautivado tanto a los actuales empresarios del mundo, sean mexicanos católicos, estadunidenses evangelistas o alemanes luteranos.

Muchos hombres de empresa han entendido que tener acceso a la información, a la educación preventiva, a los condones y a los medicamentos para el VIH/sida es dejar a la gente a su libre albedrío, es evitar que se someta a la continencia de sus deseos. Esta continencia es un instrumento que ha demostrado ser el aliado sustancial de una política económica que no va a sacar de la precariedad a nadie, es necesario educar a los pueblos para que no aspiren a más.

Pese a la falta de compromiso en la lucha contra el VIH/sida, la epidemia ha ido cobrando un sentido social porque han crecido al lado del movimiento gay y del feminismo, de los historiadores estructuralistas y de las antropólogas de género. En el fondo, de lo que estamos hablando es de una política social que se comprometa con el ejercicio de los derechos a la educación y a la salud de todas y todos los mexicanos, sin discriminación de clases, preferencias sexuales o cultos religiosos. Porque defender los derechos sexuales es parte de la lucha por el derecho a la calidad de vida.