* Conferencia político-literaria de José Saramago en la FIL de Guadalajara


Decir algo que molesta al gobierno,

un sino cuando estoy en México

* La no guerra de Chiapas es una guerra, dice en referencia a una declaración de Zedillo

César Güemes, enviado, Guadalajara, Jal., 28 de noviembre * Será la conciencia política o el sereno, pero cuando José Saramago pone un pie fuera de su casa en la isla de Lanzarote, comienza a hablar de lo que ve. Y por regla de tres compuesta, lo que sus ojos miran no siempre corresponde a la idea que todos tenemos de civilidad, ya no digamos de utopía.

Este domingo, por ejemplo, acudió a las instalaciones de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, con el fin de inaugurar el llamado Salón Literario con una ponencia que versaría, palabras más, palabras menos, sobre su vida y obra.

La realidad es que fueron muchas palabras más, aparte de lo que su labor creativa significa, las que empleó el premio Nobel de Literatura 1998 con el propósito de dejar en claro un tema que le venía haciendo burbujas desde que se encontró con una afirmación específica hecha en un periódico no especificado.

Así comenzó don José, ante un público de mil personas: "Antes de todo me gustaría decir una palabra y después decir otra. La primera palabra es para una persona que se encuentra aquí, la viuda de Salvador". Desde luego que los aplausos fueron para doña Hortensia Bussi, sonriente desde que pisó tierra jalisciense.

"La segunda palabra ųcontinuó el escritorų no pensaba tener que decirla aquí y ahora. Pero la prensa nos informa, y me encontré en un periódico con una afirmación del presidente (Ernesto) Zedillo que decía que no hay y no ha habido nunca una guerra en Chiapas."

La pausa no pudo ser más dramática ni menos justificada: "Yo no tengo otro comentario para dejar aquí. Pero parece que es un sino mío, cada vez que llego a Guadalajara, algo tengo que decir que no le va a gustar al gobierno mexicano. Entonces, lo único que yo quería decir es lo siguiente: hay guerras que son guerras y hay no guerras que son igual que guerras. La no guerra de Chiapas es una guerra".

Aunque ya iba ųcomo dice el refránų derecha la flecha al pecho, Saramago todavía matizó, entre el aplauso general: "Y puesto esto, que no era el tema de mi charla, vamos a entrar a comunicar un poquito mi experiencia".

Sí, pero no, porque el burbujeo del principio no cesaba aún. Más allá o más acá bussi-saramago-jpg de lo literario, el autor de Manual de pintura y caligrafía invirtió varios minutos más antes de acercarse a lo propiamente literario.

Del tono estrictamente serio y sereno, Saramago hizo un quiebre futbolístico para permitirse una broma: "No sé muy bien por dónde comenzar. O sí, lo sé, éste es un truco retórico que no vale mucho pero siempre funciona.

"Entonces les contaré que hace dos días, no más, yo estaba en Burdeos, y allí en la Universidad Michell de Montaigne me han hecho doctor honoris causa. Y luego hubo una sesión en la que se habló de mis libros, y un importante ensayista portugués dio una conferencia con el tema Saramago y Europa. Y para hablar de esa relación conflictiva entre mi persona y Europa o una idea de Europa, el ensayista glosó una novela mía de título La balsa de piedra. Es una fantasía política que en un cierto instante se separa de Europa y después se va flotando sobre el mar. En su momento, hubo quien dijo que era un libro contra la Unión Europea que en ese tiempo se estaba fraguando.

"Pero un crítico catalán afirmó algo en lo que creo está la realidad de lo que como autor quise expresar. Y es que en el fondo lo que decía esa crítica es lo siguiente: el autor de este libro no quiere separar la Península Ibérica de Europa, lo que él quiere decir es que ese territorio podía ser una especie de remolcador que llevara toda Europa hacia el sur. Y eso de alguna forma es no sólo introducir una idea de justicia en el mundo, sino sacar a Europa de la obsesión de poder en que está. Y por otra parte acercarnos, nosotros, los de la Península Ibérica, no diría a sus raíces más recientes. Las más nuevas son las que nosotros, los de la Península Ibérica, tenemos aquí."

Tajante Saramago. Y luego una necesaria explicación de geopolítica y lingüística: "Desde tiempo atrás estoy haciendo campaña para darle a las cosas su nombre auténtico. En el mundo de hoy, cada vez que decimos América siempre se piensa en una parte de ella que se llama Estados Unidos. Y yo recuerdo la célebre doctrina Monroe: 'América para los americanos', y esto se entendió entonces como una idea de aislamiento, como si esta parte del mundo no tuviera que ver con los demás. Al principio, si lo tomamos a la letra, sería América para todos los americanos. Lo que ha pasado es que en poco tiempo ese concepto se convirtió en una cosa que hoy sabemos lo que es: América para los estadunidenses. Y como si esto no fuera ya bastante, e incluso demasiado, ahora estamos en otro momento de ese tránsito, que es: el mundo para los estadunidenses".

Aplausos, sonrisas, pausa y la recta final de la parte política de la literaria ponencia del novelista: "Es preciso asumirse a sí mismo como una entidad ética. Es decir, en un mundo como el nuestro que está condenado, si no nos levantamos o no protestamos, a ser nada más que una gran tienda de negocios".

Ante el beneplácito de los escuchas, José Saramago, que no tendría por qué justificar sus afirmaciones, pero caballero portugués al fin, se levantó de este modo el imaginario sombrero antes de ųahora síų hablar de libros y novelas y cuentos y poemas: "Como no pudo impedirme ver el mundo, no tuve más remedio que referirme a él".