La Jornada Semanal, 28 de noviembre de 1999
El ciberespacio ha dado bríos a un género triste: la circular. Es horrible abrir un buzón íntimo para encontrar un comunicado impersonal. Sin embargo, la electrónica agrega una sorpresa; a diferencia del correo bípedo, el e-mail incluye las direcciones de las demás personas a las que fue enviado. La verdadera noticia es el extraño grupo al que pertenecemos; de pronto naufragamos en la misma balsa que el escabroso Edgar Cuenca y la inalcanzable Verónica Lee.
Hace poco me llegó una circular electrónica bajo el lema: "El Jimador causa ceguera." La misiva comienza con un párrafo incómodo: "sabemos que usted es consumidor de tequila". El remitente no duda de la reputación de sus destinatarios. ƑCómo se averiguan esas cosas en la aldea digital? ƑAlguien espía nuestro jaripeo de caballitos?
No seguí leyendo por temor a caer en pecado de
virtualidad y atribuirle mis defectos recientes a un tequila que no
consumo. Días después recibí un mensaje
más alarmante: Jerónimo Bringas, a quien sólo le
falta perder la vista para demostrar los estragos del alcohol,
defendía el tequila calumniado con preocupante
entusiasmo.
Tal vez la campaña contra el Jimador sea un ardid de la competencia. Por lo pronto, es una forma de asociarnos en heterogéneos clubes de borrachos.
Algunos tequilas deben su existencia a añejas rivalidades. Corre el rumor de que Caballito Serrero nació como el acto de venganza de un antiguo socio de la casa Herradura. Según la leyenda, su nombre es una declaración de pureza y diferencia: los potros silvestres no llevan herraduras; el Caballito Serrero promete un líquido indómito y huidizo, imposible de conseguir en las tiendas de los tequilas amaestrados.
Esto nos lleva al complicado arte de bautizar elíxires. En 1998 apareció un tequila culto, capaz de aceptar que la gente bebe para tener problemas. No es casual que haya escogido un nombre de dañina eficacia: El Diablo. Por fuera, las cambiantes etiquetas muestran diseños de pintores de la talla de Vicente Rojo. En su reverso (vista a través del dorado líquido), la etiqueta tiene un poema cautivo en el acuario ardiente. En mi ejemplar, Eduardo Hurtado recuerda las irregulares virtudes del alcohol:
El Diablo inventó los sueños
la lujuria y el tequila,
al fondo de esta botella
duermen pasiones y asombros,
mil años de amor punzante,
las nubes en las cañadas
y otras cosas intranquilas.
El público del tequila busca infiernos sinceros. Los fabricantes no necesitan promoverlo con subterfugios como los usados por sus colegas del whisky. Hace algunas décadas, un estudio de mercado reveló que mucha gente acude al whisky con el decidido afán de apresurar su muerte. En consecuencia, los publicistas diseñaron hielos en forma de calavera para enfatizar las letales virtudes del producto en un anuncio de televisión.
Llegamos a un punto decisivo en el análisis de la propaganda: la rentabilidad de los valores negativos. Es una falacia pensar que todos los consumidores se identifican con el hombre de bien que usa chaleco y pasa la aspiradora con doméstico fervor; gran parte de la población prefiere el camino de sombra: ser un crápula de éxito. En otras palabras: los jugos sanos cautivan menos que los trágicos 38 grados de alcohol.
Hace unos días, mi amiga Alejandra me regaló un tequila que consiguió sin gran arriesgue de su maravillosa personalidad y que lleva el oprobioso nombre de Cuerno de Chivo. La etiqueta muestra la cabeza de un borrego cimarrón entre dos ametralladoras AK-47. Para evitar interpretaciones sutiles, una leyenda explica: "Tequila para gente con poder." Si el Diablo ofrece sofisticados sorbos de destrucción, Cuerno de Chivo permite sentarse a la mesa con ínfulas de narcotraficante. Estamos ante el primer caso de impunidad embotellada. Curiosamente, la artesanía no proviene de un cártel sino de Agaves y Tequilas, S.A. de C.V., empresa de Zapopan, Jalisco.
Nuestro peculiar presente transforma los defectos en méritos. Antes de las elecciones internas del PRI, Roberto Madrazo criticó a Francisco Labastida por ser el "candidato oficial". Uno de los saldos más reveladores de la contienda fue que quienes votaron por el ex secretario de Gobernación lo hicieron a sabiendas de que era el favorito del sistema. Los pactos con el chamuco y las rifas del ogro filantrópico gozan de enorme popularidad. No en balde, el siglo XX se nos fue en asimilar la autoridad a niveles intravenosos. En nuestra mitología, no hay dios azteca ni pokémon moderno que supere al más poderoso de los licenciados. Llega el momento de responder a las enrarecidas circunstancias con el tequila Candidato Oficial: 100% de agave (no investigable).