La Jornada Semanal, 31 de octubre de 1999


César Carrillo nos habla en este ensayo del enigmático Dr. Condom y de su notable invento que, a últimas fechas, ha salvado tantas vidas y enfurecido a tantos integristas. Fallopio, Goodrich, los egipcios y los asistentes a la Conferencia de Paz
de Utrecht que fueron encondonados y condecorados, son algunos de los nombres ligados a la camisinha de Venus (brasileiros dixit) que, bien utilizada, permite que la diosa nacida en el mar siga otorgando esos dones que, como dice Octavio Paz, son "nuestra porción eterna, nuestra ración de tiempo y paraíso".

 

 

"Piel divina", "capucha inglesa", "preservativo antiséptico" o "condón"; de tripa natural o látex; con figuras de Mickey Mouse, la reina Victoria o Goethe; de todos sabores y colores, y ųmaravillas del progreso tecnológicoų con melodía integrada que acompaña a manera de fanfarria o tonada angelical el llamado momento cumbre. Polifacético instrumento que desde su aparición se ha visto tensado, desde un punto de vista técnico, entre el placer y la protección, e histórica y social sem-condon1 mente por la moral de la época. Objeto que la irrupción del sida arrancó del letargo y el olvido en que lo habían sumido la aparición de métodos anticonceptivos más eficientes, la penicilina y la revolución sexual.

 

El enigma del Dr. Condom

 

El origen del condón masculino ųya que ahora existe una versión femeninaų es un tanto oscuro. La presencia en frescos egipcios de figuras humanas con el pene cubierto por una envoltura, aparentemente de fibra vegetal trenzada, ha hecho pensar a ciertos historiadores que los antiguos habitantes de la ribera del Nilo ya conocían este artefacto. Se dice también que hace dos mil años los chinos fabricaban condones con papel de seda, y que los legionarios romanos obtenían de sus enemigos muertos en batalla el material necesario para confeccionar los suyos.

La referencia más antigua se encuentra en la obra del célebre anatomista italiano Gabriello Fallopio, De morbo gallico ųel mal francés, nombre que daban en varios países de Europa a la sífilisų, que data de 1560. En ella, Fallopio recomienda para la prevención del entonces incurable mal el uso de una funda de tela fina, hecha sobre medida e impregnada de una infusión de hierbas astringentes. Sin embargo, parece que en la práctica su elaboración y uso eran casi imposibles.

Aparentemente tocó al Siglo de las luces ver nacer el primer condón hecho con intestino de borrego. En un pequeño libro publicado a principios de ese siglo, que narra la historia de una suerte de Conferencia de Paz que tuvo lugar en Utrecht, ciudad de Holanda, a la que asistieron embajadores y representantes de varios países europeos en conflicto, se hace referencia a la existencia de tales objetos. Se cuenta que los fabricantes de pergaminos tuvieron la ocurrencia de usar la piel de carnero, que normalmente se empleaba para cicatrizar heridas y llagas, con tal fin, dándole forma de falo y cerrando uno de los extremos con un pequeño listón.

Su experiencia en la piratería, su poderío industrial y el no tener que lidiar con la Iglesia católica, proporcionó a la Gran Bretaña ventaja suficiente para erigirse en el mayor productor y exportador de condones, aunque la eficacia de la tripa coronada por un listoncito jamás logró consenso, pues se dice que el listón cedía ante el más mínimo movimiento brusco, que se rompía; que ya casi victorioso, al retirarse, sobrevenía el abandono. De ahí la famosa frase atribuida a Madame de Staël: "tela de araña contra la enfermedad y coraza contra el placer".

Aún así, Europa continental recibía con beneplácito la "invención inglesa" bajo el nombre de condum, palabra que para algunos proviene del latín condere, esconder, proteger, y para otros de condus, voz latina que significa recipiente, la que a su vez procede del persa kondu, recipiente largo hecho a base de intestino de animal. Pero la imaginación popular va más aprisa y, a principios del siglo XIX, se hablaba ya de un Dr. Condom, figura casi legendaria cuya gloria se debía a la invención del objeto que llevaba su nombre
ųdudosa gloria, decían algunos. Así, de la misma manera que este instrumento pasaba de mano en mano ųclandestinamente en muchos paísesų, ganando popularidad entre la aristocracia, un tanto inaccesible al pueblo, y forjaba la fortuna de algunos empresarios ingleses, el nombre del "médico inglés" iba de boca en boca, aumentando su fama, incluso hasta llegar a diccionarios, enciclopedias, manuales de medicina y libros de historia.

 

Los trabajos de Vulcano

 

En el siglo XIX, el de la gran industria, un proceso de manufactura difícilmente podía sobrevivir; era la época en que la tecnología se adelantaba a la ciencia. En 1838, Goodrich inventa un proceso para tratar el caucho y obtener materiales mejorados, consistente en añadir azufre en polvo al caucho y someter la mezcla a altas temperaturas, logrando que éste no se quiebre, no se ablande ni se haga chicloso, obteniéndose un material elástico y estable. En honor de Vulcano, dios del fuego, Goodrich da al proceso el nombre de vulcanización. La fabricación de hojas o películas muy finas sirvió de manera idónea para la hechura del condón. Así, gracias al látex de Heveas brasiliensis, árbol originario de Brasil que rápidamente fue sembrado en varias de las colonias europeas, el condón se democratizó y entró al hogar de las familias proletarias.

sem-condon2 La vulcanización no sólo abarató el condón, también mejoró su ajuste y seguridad, aunque aún era demasiado grueso y tenía una sutura que recordaba su imperfecta fabricación. Tuvo que transcurrir más de medio siglo para que la sutura desapareciera y se lograra adelgazar considerablemente el espesor de la película, proporcionando un mayor refinamiento y una sensación más agradable que la obtenida con el caucho vulcanizado. El proceso que permite mantener en estado
líquido la savia del tronco de Heveas brasiliensis, así como la posibilidad de trabajarlo en este estado, introduciendo moldes en la solución, datan de la tercera década del presente siglo y su perfeccionamiento llevará otros treinta años. Aparentemente, el gran éxito del condón en los años treinta se debe a estos cambios, aunque la anulación de las leyes que lo prohibían y el uso obligatorio en el ejército en varios países también hicieron su parte.

Cuando parecía que la tecnología para producir condones se había estabilizado, que la principal preocupación de los fabricantes era satisfacer la imaginación de sus clientes, la aparición del sida les impuso un nuevo desafío: detener al virus que lo provoca, el VIH.

 

Una barrera al VIH

 

Al igual que cualquier producto, todo condón tenía que pasar un control de calidad. Aquellos destinados a la planificación familiar debían ser capaces de evitar el paso de los espermatozoides, al igual que los utilizados para proteger contra enfermedades tenían que impedir el paso de los agentes que las provocan. En el caso del sida, se dudaba si el látex sería capaz de lograr evitar el paso del virus, organismo submicroscópico cuyo nombre significa "filtrable". Un espermatozoide mide 3 micrómetros de ancho y 25 de largo; Treponema pallidum, agente causal de la sífilis, mide 0.2 micrómetros de ancho, al igual que Chlamydia trachomatis, que produce uretritis. El virus del herpes y el VIH tienen 0.1 micrómetros de ancho, algo imposible de ser detenido por el "sensibilísmo" condón de piel, muy apropiado para contener a los espermatozoides.

El condón de látex es el único capaz de detener a todos estos organismos. Su película de polisopreno ųque puede tener diferentes espesoresų posee una estructura en donde las moléculas se cruzan unas con otras, produciendo un "efecto barrera" cuya magnitud, se calcula, es mil veces menor al tamaño del virus. Es decir, las posibilidades de que el VIH pase a través de esta barrera son prácticamente inexistentes, lo cual ha sido comprobado en múltiples experimentos in vitro con el mismo VIH.

sem-condon3El problema es que los experimentos presuponen condiciones ideales ųcero defectos en la película de látex, en su resistencia mecánica y elástica, en el uso del condón, etcéteraų y los cálculos son teóricos. Y, como es sabido por todos, el verde árbol de la vida se burla siempre de la gris teoría, así que los condones se rompen, se zafan, se rajan, se hacen chiclosos... incluso, a veces, sin que los usuarios se den cuenta. Las causas de tan lamentables fallas radican, de acuerdo con varios estudios, en primer lugar en el error humano, es decir, en la mala utilización del condón.

Las campañas de prevención contra el sida han logrado que se incremente el uso del condón en gran parte del mundo. Esto conlleva el manejo y la difusión de más información acerca de su uso correcto, lo que contribuye a resolver varios de los problemas que ocasionan su falla. Si las campañas continúan avanzando, lo que no es fácil en muchos países en donde los sectores más conservadores se oponen
a su uso, la reducción de estas causas proseguirá también, y se podrá hacer del condón un medio de protección bastante seguro.

Por lo tanto, mientras la forma predominante de contagio del virus del sida siga siendo la transmisión por vía sexual y no aparezca algún otro método preventivo
o de cura, el condón se mantendrá como
el medio más eficaz de prevención. Así, este fin de siglo no sólo pasará a la historia como la era del desencanto y la posmodernidad, sino también como la era del condón: a.c. y d.c.