* Amalia Rodrigues y su casa portuguesa *

 

* Elena Poniatowska *

Después de publicar mi primera entrevista a Francis White, entonces embajador de Estados Unidos en México, el 27 de mayo de 1953, el jefe de la entonces sección de Sociales de Excélsior, Eduardo Correa, me dio la orden:

-Tráigame otra.

-ƑY ahora qué hago? -pensé mordiéndome las uñas.

Vi que la marquesina del cabaret del Hotel del Prado anunciaba a una cantante: Amalia Rodrigues.

Sin más fui a la recepción y pregunté por el número de su habitación.

-ƑQuién la busca?

-Soy reportera de Excélsior.

-Ta'bueno, cuarto piso, el 407.

Corrí al elevador y luego a la recámara. Toqué. Me abrió una señora de pelo negro, ojos profundamente metidos dentro de sus cuencas y una sonrisa blanca. Casi no me atreví a verla, pues vestía un deshabillé de satín negro, de esos que se llamaban peek-a-boo y tienen aplicaciones de encaje en los dos pechos y más abajo del ombligo.

-Pase usted -me indicó una gran boca roja.

Adentro un hombre sentado sobre la cama tenía una guitarra acunada contra su pecho.

-Mi acompañante -presentó Amalia al guitarrista.

 

El fado me canta a mí

 

Extraordinariamente atractiva, Amalia se sentó también en la cama y me dijo con una voz ronca de diamante en una mina de carbón:

-Y bien, Ƒqué me quiere preguntar, niña?

Hablaba en portugués con un leve acento español, pero Ƒquién no entiende una sonrisa? Le pregunté tonterías y respondió que era rico el Tenampa y que admiraba a Cantinflas:

-Me encanta la música mexicana, me chiflan los boleros. Anoche fui al Tenampa y probé su ponche de granada. Me sedujeron los mariachis con sus trompetas y guitarras y sus gritos rancheros. Allí en esos tríos hay grandes voces. Comí pozole y tomé dos tequilas, además del ponche de granada. Este país tiene mucho que dar al mundo. También fui a los toros. Soy una apasionada del toreo, por eso pienso regresar a México en noviembre, para la próxima temporada.

Los actores favoritos de Amalia son Greta Garbo, Charlie Chaplin y Cantinflas.

-Cantinflas es uno de los más grandes artistas actuales, porque es un cómico que cala hondo. Se dice que la gente que hace reír es la más triste, es también la que más piensa. Hay payasos que en los circos hacen chistes de pura desesperación, porque sufren. Estoy pensando en la ópera de Leoncavallo, Pagliaci, con su aria Ridi pagliaci.

Tengo mucho empeño en conocer a Cantinflas y voy a ir a verlo al Teatro de los Insurgentes, porque quiero llevar a Lisboa una foto suya autografiada para mostrarla a mis compatriotas. No acostumbro hacerlo, pero Cantinflas está muy por encima de lo que es mi costumbre. ƑUsted me ha oído cantar fados, señorita?

-No, ni siquiera sé lo que es un fado. amalia3

-Pues la invito a escucharme hoy en la noche. Yo no canto fado, el fado me canta a mí. El fado es una balada sentimental, un desahogo que cantan los portugueses cuando sufren, se parece un poco a la canción mexicana, si bien es más dulce, pero es igualmente sentida, y sobre todo tiene en común esa pena muy honda tan característica de México. Las letras de fados son sentimentales: hablan de anhelos, desesperanzas, en realidad se lamentan. El fado tiene influencias árabes, africanas y desde luego portuguesas. Sirve para llorar.

 

Canto a la tristeza

 

-ƑEs usted una mujer fatal?

(Río de mi tontería)

-Sí, soy fatal de todas las fatalidades y tuve una niñez y una adolescencia verdadera- mente fatales. Pero ahora, frente a usted, no creo ser tan fatal, Ƒo sí?

-Le pregunté eso por sus ojeras -traté de justificarme.

Ahora sí rió de buena gana. El guitarrista gordito y bonachón intervino:

-Es que te ves muy enlutada.

-Sí, he vivido de luto, pero México es un país festivo. Siempre, desde niña, he tenido tendencia a la depresión.

(No tenía idea de lo que me estaba hablando, pero por no dejar pregunté).

-ƑPor qué, si es usted tan bonita?

-Por problemas de salud y problemas sentimentales.

Curiosamente, el guitarrista acompañaba las palabras de Amalia con unos acordes en su guitarra.

-ƑSabe usted lo que quiere decir saudade, criatura?

-No sé, supongo que tristeza. ƑO será nostalgia?

A Amalia Rodrigues, La voz de Portugal, la escuché esa misma noche en el cabaret del Hotel del Prado. Además de Abril en Portugal, Lisboa Antigua y La casa portuguesa, cantó las canciones mexicanas recién aprendidas: Tu recuerdo y yo, Por un amor y Perdóname. También cantó La vie en rose, en francés, y Blue Moon, en inglés.

Precisamente en Estados Unidos es conocida como la Edith Piaf portuguesa. Toda vestida de negro, su boca aún más roja, su mano blanca aferrada al micrófono, vi en sus ojos profundos la expresión de un niño injustamente castigado.

"Claro -aclaró- soy niña de la calle. Canté en los muelles de Alcántara mientras mi madre y mi hermana vendían frutas. No tengo ninguna razón para no cantar las tristezas de este mundo. Mi hermana, mi madre y yo padecimos hambre. Recogí entre los adoquines los centavos que me echaban y seguí cantando. Eso duró tres años, 30 años, 300 años, 3 mil años. Vivimos en los barrios más pobres. Ahora me ve usted en este elegante cuarto de hotel, pero podría estar todavía en las calles de Alcántara".

 

Como un alcatraz negro

 

-Pero ahora está usted en la gloria, Ƒo no?

-Sí, criatura, sí. No sé cuánto dure.

Amalia Rodrigues falleció a los 79 años, el 7 de octubre, en Lisboa. El Hotel del Prado se hizo sandwich en el terremoto del 19 de septiembre de 1985, casi frente a otro hotel bienamado en México, el Regis, reducido a cenizas. Las manecillas del reloj H. Steele de la esquina varadas en las 7:19. Amalia Rodrigues cantaba fados en el cabaret del Hotel del Prado y la interrogué con mucho miedo, porque era la segunda vez que lo hacía en mi vida. Nunca la volví a ver. Regresó a México en otras ocasiones y supe que le había ido mal en sus presentaciones públicas, especialmente en el Auditorio Nacional, porque la asociaban con la dictadura de Salazar. Había cantado para él.

Hoy ya no hay ni Amalia, ni hotel, ni cabaret, ni camisones peek-a-boo (mejor dicho: negligés), ni guitarristas en la recámara, ni ojeras, ni posibilidad de caminar por la avenida Juárez. ƑYa para qué? Hoy sólo recuerdo a una mujer intensa y dolida que se yergue como un alcatraz negro y canta sobre los vientos encontrados, los estremecimientos de la tierra, mis canas y los 46 años que me separan de esos pininos de ilusa en que preguntaba y volvía a preguntar para ver si alguien conocía la respuesta.