La Jornada Semanal, 3 de octubre de 1999



(h)ojeadas

Púrpura: el color del deseo

José Ricardo Chaves

Ana García Bergua,
Púrpura,
Ediciones Era,
México, 1999.

Para quien haya seguido la trayectoria narrativa de Ana García Bergua, desde aquel glorioso punto de partida que fue su novela El umbral, pasando por sus cuentos de El imaginador y llegando, por ahora, a esta segunda novela, Púrpura, es improbable que no perciba en la autora una voz singular en la polifonía literaria actual, pues al tiempo que reúne una fluidez discursiva, una presentación directa de los hechos narrados y una distancia irónica y hasta humorística -características que podemos encontrar con cierta abundancia en la narrativa de nuestros tiempos dizque posbarrocos y minimalistas-, agrega a ello una veta imaginativa de alto vuelo, que sin embargo nunca pierde contacto, aunque sea visual, con la realidad terráquea y cotidiana. Con estas dos grandes y poderosas alas (el ala de una imaginación creativa y el ala de una mirada minuciosa de los asuntos terrenales), la narradora emprende una y otra vez su vuelo literario, a veces más cerca del cielo de la imaginación (como en su primera novela); otras veces, más cercana a la tierra del deseo (como en Púrpura).

En las dos novelas nos encontramos con la educación sentimental del personaje clave, sólo que mientras El umbral tomó la ruta de lo fantástico, Púrpura explora más bien el camino erótico, ése que une tanto amor como sexualidad. Artemio, el personaje narrador de la novela, es el provinciano que, en sus desvaríos de vida e identidad, naufraga en una Ciudad de México imaginaria al tiempo que basada en la historia, pues los detalles de época nos ubican sin amarrarnos en las décadas de los treinta y los cuarenta de este moribundo siglo XX. Esta fineza del tratamiento histórico es digna de mencionar, pues aunque las señales y las marcas son abundantes, no abruman al lector y más bien pasan por el texto en la justa medida para precisar el ambiente, para caracterizarlo. Es un México moderno pero todavía no desarrollista, en el que el militarismo posrevolucionario aún es fuerte, cuando la sombra del caudillo se mantiene vigente, bajo nuevas formas y oscuridades.

La educación sentimental de Artemio el provinciano cambia de escenario desde su natal San Gil Mc Enroy (antes San Gil Tucantecutli, previo al establecimiento de la todopoderosa fábrica de papel), pasa por Tonalato y desemboca en la ciudad capital. Se trata de un provinciano cuya ingenuidad aparece dosificada por la autora, pues, tras su aparentemente cándido punto de vista, se revela un penetrante y malicioso trasfondo erótico y vital, sintetizado en el color púrpura del título, extraído de un poema del también provinciano poeta López Velarde (provinciano según ciertos clichés de la historia literaria convencional).

Púrpura es el color del deseo, y sus antecedentes literarios se encuentran en los decadentistas de hace un siglo, los Huysmans, los Wilde, los D'Annunzio. La autora retoma estas referencias tan cercanas a su entorno (no en balde, por ejemplo, son la materia prima de Karpus Minthej, la novela de su hermano Jordi) y las concentra en este color emblemático, tanto en el vestido y el maquillaje de la mujer deseada por Artemio, como en la recámara de lujuriosas telas en la que el mismo Artemio que sueña con la mujer de carnes sinuosas, también reconoce su gusto sexual por su deslumbrante primo Mauro, gracias a la ayuda que al respecto le proporciona Freddy el decorador.

El deseo púrpura de Artemio es polimorfo, se dirige a uno y otro sexo, con más o menos dificultad. Es un deseo de orientación ``bisexual'', según la jerga sexológica de nuestros tiempos, es decir, con componentes tanto heterosexuales como homosexuales. Pero al hacer estas distinciones traiciono el espíritu de la obra, pues ésta no pretende definir taxonomías libidinales sino tan sólo explorar los meandros de eros, sin nombres, sin etiquetas provenientes de ideologías sexuales, a partir del laberinto de Artemio.

Sintomáticamente, ninguno de estos terminajos (bisexual, homosexual, heterosexual) aparece en la novela, y sí en cambio los más populares y literarios de maricón y sodomita. Y es que usar aquellos términos introduciría a la narración en el cauce de alguna ideología sexual de nuestros días (feminismo, teoría gay, estudios de género, psicoanálisis, etcétera), con lo que el vuelo imaginario perdería altura al entrar en los remolinos de la polémica sexual contemporánea. De aquí el espíritu no militante, no ideológico, de la sexualidad en esta novela, lo que para muchos será una bendición en esta época de saturación discursiva sobre el sexo, aunque para otros será más bien su talón de Aquiles, según sea el color del cristal con que se lea. En el caso de Ana, el color del cristal con que escribe es púrpura.

La educación erótica de Artemio tiene una contraparte literaria, como puede apreciarse por sus lecturas y referencias a lo largo de la historia: Wilde, Prévost, Dumas, Balzac, Stendhal, Víctor Hugo, Goethe, Defoe, Lawrence, Poe, Stoker y Homero. Si ubicamos estos nombres cronológicamente, vemos que el siglo XIX ocupa el puesto central. Quizá de aquí provengan esas relativas facilidad y llaneza para fabular que la autora muestra, tan lejanas de las pirotecnias textuales que tanto ha promovido el siglo XX literario, con escritores como Joyce, Woolf o Faulkner. A partir de la creación de personajes y situaciones, la trama avanza linealmente hacia su desenlace, mismo que en esta novela carece de contundencia, de ese final feliz o trágico que el drama supone, para tranquilidad del lector.

Igual que ocurre con el abordaje de la sexualidad de Artemio, que no se define en términos de una taxonomía ideológica sino que permanece en el claroscuro de una ambigüedad lúdica, así también acontece con el final de la historia, ni feliz ni trágico, aunque en este caso con otras consecuencias. Mientras que la indefinición sexual puede verse como una virtud del texto, el final difuso (en relación con la nitidez dramática previa) atenta, a mi juicio, contra su eficacia narrativa. Esta evanescencia final tiene que ver más con los procedimientos del cine, al que a la larga se dedicará Artemio por vía de la escritura de guiones, que con la literatura decimonónica parodiada a la mexicana en el texto.

No es casual que como contraparte literaria de la educación de Artemio esté la novela de náufragos que él escribe. De ahí las referencias a Defoe y a su Robinson Crusoe. Y es que el naufragio es una buena metáfora del paisaje interior de Artemio, provinciano náufrago en la gran ciudad, como Robinson en su isla, y que como él debe aprender a sobrevivir a la fauna de la isla/ciudad, mientras llega el rescate -si es que llega. En esta sobrevivencia amorosa que significa su educación sentimental, el azar tiene un gran papel, por lo que, a su luz (o a su sombra) la ciudad y el amor se tornan en laberinto. Al respecto, nos dice la narradora: ``Era el esquivo dios del azar quien tenía la última palabra sobre la suerte de los humanos, y el que ahora por capricho hacía que me amara alguien (p. 89). Más adelante acota: ``Tenía la idea de que el amor debía ser una línea siempre ascendente hasta el sublime clímax, y en todo caso después llegaba la decadencia. No este laberinto sinuoso plagado de espejismos, puertas falsas y precipicios'' (p. 106). Tal perspectiva laberíntica se asienta en la propia identidad, como cuando Artemio afirma que ``era como si yo fuese una especie de edificio lleno de ventanas, desde las que se asomaban personas distintas. Y me preguntaba cuál de ellas era la mía'' (p. 124).

Así pues, no hay determinismos sexuales ni dramáticos en Púrpura. Más bien son el azar y la ambigüedad lo que caracteriza al texto. Lo suyo no es la unidireccionalidad del gozo sino la pluralidad del deseo, un deseo purpúreo que, cual sol de melancolía, ilumina y juguetea entre las pieles y los cortinajes de esta novela .



E n s a y o


La dualidad en la percepción del mundo

Norma Avila Jiménez

Carlo Ginzburg,
El queso y los gusanos,
Océano, Col. El ojo infalible,
México, 1999.

a el sublime clímax, y en todo c

Si esta reseña lleva por título esa frase de Mijail Bajtin, es porque subraya la esencia temática de este libro de Ginzburg: la visión popular de la vida, del mundo y del Universo en lo material y espiritual, enfrentada a la óptica oficial, dominante y que desea borrar todo aquello que la contradice. El autor plantea esa situación a través de la investigación que realizó del caso de un molinero italiano del siglo XVI sentenciado por el Santo Oficio por sus ideas ``inauditas y exóticas''.

``¿Quién construyó Tebas de las sieteÊpuertas?, pregunta el lector obrero de Brecht. Las fuentes nada nos dicen de aquellos albañiles anónimos, pero la pregunta conserva toda su carga (É) La escasez de testimonios sobre los comportamientos y actitudes de las clases subalternas del pasado es fundamentalmente el primer obstáculo, aunque no el único con que tropiezan las investigaciones históricas'', enfatiza Ginzburg en el prefacio de El queso y los gusanos. Resalta la imposibilidad de dejar a un lado la cultura popular dando peso únicamente a la dominante, cuando realmente se quiere obtener un panorama lo más completo posible de una etapa específica, objetivo primordial de historiadores, sociólogos y filósofos.

Aun cuando en la Edad Media y el Renacimiento, durante los carnavales ``la abolición provisoria de las diferencias y barreras jerárquicas entre las personas y la eliminación de ciertas reglas y tabúes vigentes en la vida cotidiana, creaban un tipo especial de comunicación a la vez ideal y real entre la gente, imposible de establecer en la vida ordinaria'', como lo señala Mijail Bajtin en su libro La cultura popular en la Edad Media y el Renacimiento. El contexto de Francois Rabelais, lo que resultó de esa comunicación no es fácil de rastrear, como tampoco las ideas pregonadas oralmente entre campesinos y molineros, entre los habitantes ajenos a la corte y los gobernantes. Eso ``significa afrontar el problema con una documentación que (É) es casi siempre indirecta'', enfatiza en su texto Ginzburg.

Esa circunstancia no detuvo a este investigador, quien hizo un espléndido análisis de lo dicho y escrito por su personaje, Domenico Scandella o Mennocchio, durante sus dos procesos y de esa manera engarzó oscuras mitologías campesinas con planteamientos radicales desde el punto de vista religioso, y hasta con una búsqueda de renovación social. Las ideas de Menocchio, así como las de otros campiranos abiertos a una nueva percepción del mundo, de alguna manera tuvieron que influir en el movimiento histórico-social del periodo en que vivieron. La retroalimentación es de ida y vuelta; no es una flecha con dirección fija, aunque la cultura dominante luche por mantenerla en el rumbo que le convenga. Y en este punto vale la pena recordar lo señalado por Roger Bartra en su libro La jaula de la melancolía. Identidad y metamorfosis del mexicano: ``Los campesinos suelen proyectar sobre la sociedad moderna una larga sombra de nostalgia y melancolía. Son los sobrevivientes de una época que no ha de volver y cuyo recuerdo despierta una tristeza íntima, pero capaz de expandirse por la sociedad para gestar un fenómeno cultural y político.''

Llaman la atención algunas de las declaraciones que Menocchio hizo a las autoridades de la Inquisición y que permiten ver su cosmogonía, por ejemplo: `` (É) todo era un caos, es decir, tierra, aire, agua y fuego juntos; y aquel volumen poco a poco formó una masa, como se hace el queso con la leche y en él se forman gusanos, y éstos fueron los ángeles (É) del caos nacieron los primeros seres vivos -los ángeles y el propio Dios, que era el mayor de ellos- por generación espontáneaÉ''.

Ginzburg subraya que esta idea se hacía eco de mitos antiquísimos, como el origen del Cosmos de los Vedas, que explica el génesis por la coagulación de las aguas del mar primordial -similar a la leche. ¿Cómo pudo tener acceso un molinero del siglo XVI a tal información? El autor subraya dos puntos básicos para que eso se haya dado: el desarrollo de la imprenta y el movimiento de Reforma. Lo primero dio lugar a la propagación de libros, y lo segundo permitió a ``un sencillo molinero (É) pensar en tomar la palabra y decir sus propias opiniones sobre la Iglesia y el mundo''.

Entre lo leído por Menocchio estaba el Florilegio de la Biblia, el Decamerón y Viajes de Mandeville, entre otros títulos, que se fusionaron con antiguas religiones campesinas que asimilaron el cristianismo a su modo. Ginzburg cita el ejemplo de los viejos campesinos ingleses, quienes imaginaban ``al alma como un `hueso grande dentro del cuerpo' y al más allá como un `bello prado verde'''.

Esto dio por resultado en Menocchio una forma de pensar ``inaudita'' que en ocasiones se contradecía, que despertaba la curiosidad de frailes cultos y que logró invertir por un momento los papeles durante su primer proceso (``Escuchadme por gracia, señor''). Este molinero, dice Ginzburg, representa a muchas voces de la cultura popular que no pueden desecharse si se quiere hacer una historia lo más objetiva posible.



FICHERO

Antología

Antología de la poesía húngara, desde el siglo XIII hasta nuestros días, selección, traducción, introducción y notas de Eva Tóthâ colección UNESCO de obras representativas, Serie europea, Corvina Kiadó, Hungría, 346 pp.

Antología de la prosa en lengua española. Siglos XVI y XVII, Beatriz Espejo, Jorge Ruedas de la Serna y Ubaldo Vargas Martínez, UNAM, México, 1999, 165 pp.

Artes plásticas

Germán Cueto. Un artista renovador, Teresa Bosch Romeu, Círculo de Arte, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, México, 1999.

Economía

La minería mexicana. De la Colonia al siglo XX, Inés Herrera Canales (coordinadora), Col. Lecturas de Historia Económica Mexicana, Instituto Mora/El Colegio de Michoacán/El Colegio de México/Instituto de Investigaciones Históricas-UNAM, México, 1998, 271 pp.

Las finanzas públicas en los siglos XVIII-XIX, Luis Jáuregui y José Antonio Serrano Ortega (coordinadores), Col. Lecturas de Historia Económica Mexicana, Instituto Mora/El Colegio de Michoacán/El Colegio de México/Instituto de Investigaciones Históricas-UNAM, México, 1998, 251 pp.

Ensayo (antropológico)

Ciencia del hombre y tradición. El nuevo espíritu antropológico, Gilbert Durand, Col. Paidós Orientalia, Editorial Paidós, Barcelona, España, 1999, 282 pp.

Entre mundos. Procesos interculturales entre México y España, Pedro Tomé Martín y Andrés Fábregas Puig, El Colegio de Jalisco/Diputación Provincial de çvila/Institución Gran Duque de Alba, Jalisco, México, 1999, 130 pp.

Ensayo (filosófico)

Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres, J.J. Rousseau, Edivisión Compañía Editorial, Barcelona, España, 1999, 174 pp.

La política, Aristóteles, Edivisión Compañía Editorial, Madrid, España, 1999, 253 pp.

Ensayo (histórico)

El nacimiento de México, Patricia Galeana (coordinadora), Col. Sección de Obras de Historia, Archivo General de la Nación/Fondo de Cultura Económica, México, 1999, 167 pp.

Ensayo (religioso)

Los agustinos, aquellos misioneros hacendados, Diego de Basalenque, Col. Cien de México, Conaculta, México, 1998, 277 pp.

Memorias

Adiós muchachos. Una memoria de la revolución sandinista, Sergio Ramírez, Aguilar, México, 1999, 316 pp.

Narrativa

El Paso del Viento. Una historia haitiana, Eric Sarner, traducción de Tatiana Sule Fernández, Col. Popular núm. 557, Fondo de Cultura Económica, México, 1999, 192 pp.

Jardín errante, Alberto Vital, Col. La creación literaria, Siglo Veintiuno Editores, México, 1998, 384 pp.

Lámpara sin luz, Arturo Trejo Villafuerte, Sansores/Aljure, México, 1999, 177 pp.

Nicolasa y los encajes, Mónica Lavín, Col. Marea Alta, Lectorum, México, 1999, 124 pp.

Single & Single, John Le Carré, traducción de Carlos Milla Soler, Plaza & Janés Editores, Barcelona, España, 1999, 347 pp.

Tan oscura, Agustín Cadena, serie del volador, Joaquín Mortiz, México, 1999, 182 pp.

Poesía

Afuera pasa el siglo, Santiago Mutis Durán, Col. Tierra Firme, Fondo de Cultura Económica, México, 1999, 66 pp.

Piedra de sol, Octavio Paz, Marie José Paz/Editorial Clío, México, 1998.

Poema de Mio Cid, Anónimo, Barcelona, España, 1999, 159 pp.

Revista

Revista Cultura de Veracruz, narrativa veracruzana actual, Pedro M. Domene, Sergio Pitol, Lucio Rivera, Luis Arturo Ramos, Rodolfo Calderón V., entre otros, núm. 36, Veracruz, México, abril de 1999, 278 pp.

Teatro

Otelo, El moro de Venecia, William Shakespeare, Edivisión Compañía Editorial,