n La relación con CSG, de privilegio a estigma


Propuestas difusas perdidas entre acusaciones y slogans repetidos

n Escasa asistencia del CEN n No hablar, la orden tras el debate

Elena Gallegos n Ese demonio que el PRI no ha podido exorcizar y que se llama Carlos Salinas de Gortari se coló anoche y fue motivo del momento más agrio de la disputa --en la que el encono personal presagia ya la tormenta-- entre Francisco Labastida Ochoa y Roberto Madrazo Pintado. El PRI se enfrentó así a un pasado que le es imposible negar porque a fin de cuentas y durante seis años ''štodos fuimos salinistas! šTodos llevamos el mismo pecado original!'', meneó la cabeza un alto dirigente, con gesto amargo.

Porque más allá del discurso que quiso vender como una gran victoria para el PRI lo ocurrido anoche en el primero --y al parecer único-- mal llamado debate, lo cierto es que se encendieron las luces rojas en varios frentes luego de que las pantallas mostraron a un Francisco Labastida rígido y medio titubeante, y a un Roberto Madrazo sobreactuado que, si bien dio el primer golpe --con la premisa de que quien pega primero pega dos veces--, terminó abriéndose una grieta al no responder al desafío de poner su patrimonio bajo el escrutinio público.

Atrás de la verdadera lucha que ellos dos escenifican, la televisión también mostró a Humberto Roque Villanueva con un discurso más fresco --de paso se dio el lujo de restregarle lo oficialista a Labastida y lo demagógico a Madrazo-- y a Manuel Bartlett con pleno dominio, producto de las tablas que le dan sus largos años en las lides de la política, y quien fue el único que pudo aterrizar en seis puntos su oferta electoral.

El nuevo PRI, el de las manitas que sostienen la esfera, rentó siete salones en el moderno World Trade Center. Ahí se montó --bajo la impecable supervisión del productor Manuel Lira-- el set de televisión en el cual los cuatro precandidatos habrían de dar sus razones. Lejos de todos --sólo José Antonio González Fernández, Dulce María Sauri y Fernando Gutiérrez Barrios estuvieron en el improvisado estudio-- y con la conducción de Adriana Pérez Cañedo, los cuatro se encontraron entre risas y apretones de manos.

En los otros seis salones se acomodaron los miembros del CEN, pero la concurrencia fue escasa. ''Estuvo medio desairado. Haz de cuenta como un estadio cuando juega el Necaxa'', describió uno de los asistentes. Los equipos de los aspirantes tuvieron un salón para cada uno. A la prensa se le envió a otro, al más apartado, y es que esta actitud, la de mantener lo más lejos posible a los reporteros, se ha convertido en otra de las características del nuevo PRI.

Pero en el que fue adaptado como estudio, minutos antes de la hora fijada, Roque recibió con ironías a sus contrincantes: ''Como yo voy a ser Presidente ya estoy haciendo la lista'', y, displicente, repartió carteras: ''A ti, Pancho, te va a tocar el Banco de México, y tú irás a la PGR, Manuel, para que puedas viajar a Estados Unidos, a las binacionales''. Carcajadas.

 

Buen preámbulo, mala batalla

 

Tanto Roque como Bartlett aprovecharon para quejarse con González Fernández por lo que consideran excesivos gastos de campaña de sus adversarios. ''Roberto y Francisco --reclamó Bartlett-- han rebasado por más de tres veces los topes fijados (44 millones de pesos)''. Roque apoyó: ''Tiene razón Manuel. ƑQué vas a hacer? šEste derroche no puede continuar!'' González Fernández se encogió de hombros. ''Nada'', respondió. Un buen preámbulo para una mala batalla que duró apenas 60 minutos.

Por los alrededores del World Trade Center merodeaban decenas de jóvenes con pancartas, volantes, gorras y camisetas con el logotipo de Labastida. En ese momento llegó Felipe Solís Acero, secretario técnico de la Comisión para el Desarrollo del Proceso Interno.

Lo abordó, enojado, Ulises Ruiz --''Satanás en persona'', como lo ha llamado, divertido, Héctor Hugo Olivares Ventura--, operador político de la campaña de Madrazo, y le espetó: ''šUsted va a ser testigo de calidad y de cargo --manoteaba-- porque mañana vamos a denunciar ante Gutiérrez Barrios que los labastidistas no respetan acuerdos!''

Entonces llamó a sus huestes. Buen pretexto para que también circularan frente al enorme edificio de la Nápoles varios camiones en los que fueron llevados los seguidores de Madrazo, tan agresivos como los promocionales de su precandidato. Más tarde, los labastidistas habrían de retirarse, los madracistas no. Luego se les unieron los croquistas que apoyan a Bartlett. Solís Acero subió al salón donde estaba Gutiérrez Barrios y le informó lo que ocurría.

Los madracistas fueron más que escandalosos. Tanto, que cuando el coordinador de la campaña de Labastida, Esteban Moctezuma, trastabilló en el atestado vestíbulo cuando trataba de abrirse paso, lo punzaron: ''šCuidado, licenciado, no se vaya a dar un madrazo!'' y lo atosigaron con repetidos ''šsí se puede!''

El mismo Ulises Ruiz se pavoneó por el salón que ocupaban los labastidistas para picarlos: ''Por favor --les dijo venenoso--, cuando hable Roberto no se vayan a emocionar porque pueden terminar gritando šMa-dra-zo! šMa-dra-zo!'' Quienes presenciaron esto cuentan que la provocación encolerizó a Moctezuma.

Luego vino el debate en el que todos, todos, omitieron hacer alguna referencia al PRI (el único que lo mencionó fue Roque, pero sólo para admitir la falta de credibilidad del priísmo) y al presidente Ernesto Zedillo. En contrapartida, hablaron de la urgencia del cambio y dejaron a juicio de los televidentes las posibles implicaciones de censura que, con ello, estaban haciendo a la presente administración. Salvo Labastida, que esbozó lo que quiso ser una pálida defensa, los demás de alguna manera se deslindaron.

En el supuesto debate tampoco existieron la UNAM ni Chiapas --sólo una mención de pasada-- ni la política exterior. De entrada, Madrazo se fue con todo contra Labastida. Le dijo candidato oficial. Sacó a relucir el pasado salinista de los miembros de su equipo y, dirigiéndose al teleauditorio, dramatizó: ''ƑSe imagina usted otra vez de funcionarios a los mismos de siempre?''

Labastida no pudo evitar meterse al terreno al que lo quería llevar su contrincante, según alardeó más tarde Carlos Alazraki en el restaurante Los Almendros, donde los madracistas festejaron su... Ƒtriunfo? Le contestó que era un doble cara, un mentiroso. Todavía más: ''Fuiste electo senador y gobernador por la decisión de Carlos Salinas de Gortari''. El demonio andaba suelto.

Cuando todo terminó, frente a frente los cuatro, el ambiente se puso tenso. Dulce María hizo malabares para tratar de disipar, pese a los nuevos abrazos y apretones de manos, la enrarecida atmósfera. González Fernández ordenó: ''šNo hagan ninguna declaración!'' Madrazo reviró con sorna: ''No, hombre. Te juro que no diré nada hasta mañana''.

 

''Esto ya se chingó''

 

''ƑDebate? ƑCuál debate?'', tronó Leonardo Rodríguez Alcaine y se siguió de largo: ''šEsto fue una partida de madre para el PRI!'' Nezahualcóyotl de la Vega secundó: ''Y al final ellos --hablaba por supuesto de Labastida y de Madrazo-- se van a arreglar, pero ša ver quién pone en orden a las bases!'' ''Esto ya se chingó'', redondeó La Güera.

Conspicuos representantes del viejo PRI, los dos eternos dirigentes obreros resumieron así lo ocurrido durante el programa de televisión que el nuevo PRI organizó para exhibir --Labastida y Madrazo literalmente se exhibieron-- a sus precandidatos.

Huidizos, los priístas que acudieron al World Trade Center eludieron con lugares comunes --si en algo son expertos es en eso-- decir lo que en realidad vieron. Quizá porque la instrucción seca, precisa, de su líder José Antonio González Fernández no les dejó opción. Y es que el dirigente les advirtió: ''Si les preguntan quién ganó, ustedes sólo deben contestar: el PRI''.

Para Mario Luis Fuentes, cauto, cuidadoso, ''por primera vez en mucho tiempo la gente está observando, por dentro, al PRI. Hoy ganó credibilidad el proceso''.

Y el delegado regional Luis Martínez Fernández del Campo se sacudió: ''El PRI llenó hoy el amplio espectro noticioso nacional, aunque quizá el formato fue rígido y no permitió que lucieran más nuestros hombres. Hay que formular votos por que prevalezcan la serenidad y el compromiso que signaron los cuatro por mantener la unidad''. Pero Ƒquién ganó?, le insistieron, y sonriente, colmilludo, el oaxaqueño se escabulló: ''El respeto al precandidato ajeno... es la paz''.

En el nuevo PRI, el de las manitas, anoche, no ganó la política, sino el espectáculo, el show, la mercadotecnia.