Literatura Zapoteca
En la madurez de su escritura, dos autores istmeños de lengua zapoteca, el poeta Víctor Terán y el narrador Francisco de la Cruz, acuden a nuestras páginas gracias al apoyo de la Casa del Escritor en Lenguas Indígenas. De la Cruz, quien ha colaborado en Ojarasca anteriormente, publicó el libro Palabra derretida y tiene inéditas las Historias del viejo solterón. Terán a su vez publicó Gubdxa cubi (Como un sol nuevo) y tiene inédito El sol combate.
Dos muchachas
En el patio de la casa
Refresca la brisa del mar,
ųƑTe casarás?
En el cielo, ocho atentos oídos
Dos buenas mozas,
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Chuppa ba'dudxaapa'
Ruaa yoo, nexhesá
Cuxooñe' bi nisa,
ųƑZachaganalu' la?
Guibá' xhono diaga,
Chuppa ba'dudxaapa',
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La mujer del reptil
Xheella' ti beenda
Aun desde que era pequeña, la muchachita hablaba poco; no le importaba que hubiese alguien que intentara platicar con ella, únicamente repetía lo que escuchaba o guardaba silencio. Aunque Dios la hizo bonita, se sospechaba que le faltaba algo de inteligencia.
Conforme crecía más, dejó de hablar totalmente, hasta parecía que olvidó cómo se platica con la gente. Fijaba la vista hacia quien la abordara y quisiera conversar con ella, a veces reía y otras mostraba enojo.
Ni siquiera su mamá, su papá o sus hermanos, nadie podía arrancarle palabra alguna.
Su familia pretendió llevarla con algún curandero, pero ella no aceptaba ir. Platicaban con ella de cualquier cosa para hacerla reír y no alcanzaban a moverle los labios.
Una noche, la buscaron para que llegara a dormir, no contestó a los llamados. Muy angustiada estuvo su familia, por esa razón la buscaron por todo el pueblo, sin poder hallarla; tardaron mucho tiempo en dar adonde ella se encontraba: en el monte, enroscada en los brazos de un reptil, que acercaba su hocico a la boca de ella, se besaban y movían su cuerpo como si estuvieran bailando.
Discretamente se acercaron adonde estaba la muchacha y el reptil, que entresacaba su lengua: hacían bizcos, entre otras cosas.
Hasta cuando pudieron desatarse los dos, huyeron a sus casas. La muchacha corrió, sin saber que la espiaban. Mientras que el reptil entró en su madriguera. Hasta ahí llegaron los familiares de la muchacha, apedrearon al reptil, que logró salir de su escondite. Aplastaron su cabeza con varias rocas y murió.
Estaban por regresar a casa, cuando la mamá tropezó con una piedra, descubrió que debajo de la piedra estaba oculta la lengua de la muchacha, porque al reptil se le ocurrió pensar que era su crío lo que tenía la muchacha dentro de la boca, lo mutiló y ocultó debajo de la piedra, para que ahí naciera un pequeño reptil, hijo de ellos dos.
Nadie confesó a la muchacha que ya habían matado al reptil. Días después, esta joven salió a buscar al reptil, lo encontró cubierto de hormigas, muerto.
Fue demasiado el amor que le tuvo esta muchacha al reptil, por eso ella guardó el luto a quien consideraba su marido. Sin importar que jamás volverá a hablar, porque el reptil le cortó su lengua.