Luis Javier Garrido
El ardid

La huelga en la Universidad Nacional está desnudando la supuesta estrategia del gobierno ``de Zedillo'' para el 2000, pero éste parece no darse cuenta de lo que acontece.

1. Las autoridades de la UNAM están cada vez más acorraladas en el callejón sin salida en el que se metieron, y tienen muy malas cuentas que entregarle al gobierno, a la comunidad universitaria y al país. Al gobierno, al haberle generado en vísperas del 2000 un grave problema social y un descrédito aún mayor del que ya tenía, que repercute de manera directa en el candidato oficial, Francisco Labastida, corresponsable de lo que acontece. A la UNAM, ya que no pueden ocultar que violentaron la legalidad universitaria, que por su intransigencia han estado cerradas las instalaciones, y que las clases y exámenes extramuros constituyeron el mayor fraude académico que se recuerde, pues se aprobó a todos los que se sometieron a ellos (de la misma manera como ahora, en una venganza personal, se pretende hacer perder el semestre a más de ciento veinte mil alumnos). Y a los mexicanos, porque han hecho patente que, por oscuros motivos políticos, han pretendido desmantelar un proyecto estratégico de la nación.

2. La negativa de la rectoría a dialogar con los estudiantes en huelga no se oculta a nadie, y el propio Barnés lo reconocía durante una entrevista en Los Pinos (26 de julio) pues, en su opinión, para resolver el conflicto sólo hay tres salidas, ninguna de las cuales es, desde luego, el diálogo: la intervención del Estado, la ``recuperación'' de las instalaciones por la derecha universitaria (apoyada por paramilitares) o el esperar a que el PRD logre controlar al CGH.

3. La realidad de las cosas es que, a más de 100 días de iniciada la huelga en la UNAM, a contracorriente, el movimiento estudiantil sigue adelante, con un creciente apoyo social, planteando la necesidad de reformar de manera democrática a la Universidad Nacional, en tanto que las autoridades esconden cada vez más su proyecto de subordinar a la universidad a las fuerzas del mercado.

4. ¿Y cómo no van a esconder ese proyecto si, además del (no muy seguro) apoyo de Zedillo y Labastida, no tienen más respaldo en su actitud de cerrazón que el de las cúpulas empresariales, el de la ultraderecha universitaria y el que todas las noches, ahondando su propio desprestigio, les brindan, en actitud delirante, Guillermo Ortega y Javier Alatorre? ¿No se dará cuenta la rectoría que aun en la ``encuesta'' de Reforma (29 de julio), quienes piden una intervención armada en la UNAM son minoría?

5. ¿No habrá visto el rector las entrevistas de El Noticiero de Canal 2 (del 28 de julio), en las que los aspirantes presidenciales de los tres principales partidos, incluidos tres de los cuatro suspirantes del PRI (a excepción de Labastida, desde luego), lo censuraban acremente?

6. ¿Qué no habrá leído el ``Mensaje a la Nación'' de Cuauhtémoc Cárdenas sobre las propuestas de la eventual coalición de la oposición en el 2000, publicado en La Jornada (29 de julio) en el que, a pesar de muchos miembros del PRD, se manifiesta por ``la educación pública gratuita a todos los niveles''?

7. La sociedad mexicana tiene razón de estar fatigada de la incompetencia y de la mala fe de las autoridades universitarias frente al movimiento estudiantil, pues tras negarse a dialogar con los estudiantes, quieren ahora que otros les resuelvan el conflicto que ellas mismas crearon: el gobierno federal, el PRD, y ahora hasta algunos académicos eméritos.

8. El desplegado de los ocho profesores eméritos que a lo largo del conflicto han actuado como una ficha más del rector Barnés, dando evidencias de su falta de ética (27 de julio), no atiende por esta razón más que algunos de los seis puntos del pliego estudiantil, y de manera parcial; por lo mismo, debe ser leído como lo que es: una nueva oferta de la rectoría, en la que utiliza a estos académicos, que se prestan a todo para presentar un texto a todas luces negociado ya con un sector del PRD. La propuesta: a) no contiene más elemento nuevo que el velado ofrecimiento de rectoría de ``suspender'' la actualización de los pagos por servicios diversos establecidos en el nuevo reglamento, pero sin derogar el principio de las cuotas, y b) el ofrecimiento de organizar ``espacios de discusión y análisis'' (para tratar los temas del Ceneval y los Reglamentos de Exámenes e Inscripciones) a los que, según el ofrecimiento, el Consejo Universitario prestaría ``atención'', a cambio de que el CGH decline en su demanda de un Congreso Universitario resolutivo, y de todo el resto de su pliego y levante la huelga. Es decir, que una vez más se exige a los estudiantes su rendición incondicional.

9. Los estudiantes, profesores y trabajadores que han rechazado este documento entienden bien que se trata de un nuevo ardid de las autoridades, que pretenden seguir ignorando que la organización de un Congreso General de la UNAM con carácter resolutivo es imprescindible como consecuencia de lo acontecido: la evidencia de que la UNAM necesita tener formas de gobierno democráticas e instancias representativas para evitar que se repitan intentonas como las del rector Barnés y sus amigos, que han pretendido trastocar el proyecto histórico de la UNAM, privatizándola.

10. La Universidad Nacional no será, sin duda, la misma después de la huelga, pues dentro y fuera de ésta ha crecido la conciencia de lo que es como institución fundamental para definir el proyecto nacional. Las movilizaciones de 1999 han logrado fortalecer la convicción de que la universidad pública es un patrimonio de los mexicanos y no de las multinacionales y, por lo mismo, crece la alianza de las fuerzas populares para defenderla.