La Jornada Semanal, 27 de junio de 1999
En enero de 1958 conocí a George Raft. Había sido el más importante gángster romántico del cine. Se hizo famoso solamente por la forma en que lanzaba al aire una moneda cuyo giro era una manera de desafiar al destino. En la película moría no porque fuera un gángster, sino porque estaba enamorado de la hermana de un gángster, que era un monstruo llamado Al Capone. Esto ocurrió en Caracortada, en 1932. En aquella película, Raft se convirtió en una estrella. Había nacido en Hell's Kitchen, y vio a muchos de sus compañeros de juegos convertirse en gángsters de verdad. Pulcro, guapo y bailarín legendario, causó impresión en Hollywood y estuvo románticamente unido a muchas estrellas de cine, todas guapas, todas bien dispuestas. Incluso dio calabazas a la preciosa Ann Sheridan. Pero también se las dio a John Huston, que le ofreció el papel principal como gángster en El halcón maltés. El resto es historia del cine. George Raft no fue un actor nada inteligente.
El hombre al que conocí en La Habana tampoco era ya una estrella. Era el encargado de un casino controlado por la mafia. Haciendo girar una rueda, Raft había vuelto a su costumbre de tirar una moneda. Ya no era guapo. Al contrario, estaba calvo y no llevaba el peluquín de Hollywood: tenía aspecto de viejo. Lo que había tenido de romántico había desaparecido. Y no sólo eso. El intrépido gángster me tenía miedo. Yo era por entonces un joven periodista, incapaz de lastimar a un bebé con una barrita de chocolate. Pero hacía preguntas que Raft no sólo no quería contestar, sino que ni siquiera quería que se formularan. No me contó nada. Declaró que la historia de su vida se relataría próximamente en una película llamada La historia de George Raft. Del cine al celuloide.
¿Por qué Raft? Raft
había sido íntimo amigo de Bugsy Siegel. ¿Quién es Siegel? ¿Qué es un
Bugsy? Benjamín Siegel fue el padre fundador de Las Vegas. No todos
los días una ciudad es fundada por un jugador -a menos, claro está,
que la ciudad sea un casino. En italiano, la palabra casino
significa casa pequeña, pero Las Vegas es una casa grande y aun así es
un casino. Imaginemos a Rómulo y Remo mamando no de una loba, sino de
una ruleta. O a Boadicea luchando hasta la muerte por el alegre
Londres de los años sesenta. La mente del historiador zozobra. Toca a
oración, corneta, y yo me pondré mis anteojos, gafas cubanas que lo
cubren todo. El resplandor me ciega. El resplandor del día tiene el
color naranja reflectante del espectro nocturno. En Las Vegas, el
color primario es un resplandor nocturno. Salí del casino a la calle
inundada por el sol para ver un desvanecimiento. Padezco una enfermiza
reacción a la luz, dijo Vincent. Había olvidado mis inestimables
gafas. Siegel murió de noche, bajo una lámpara de pie, solo pero con
un libro.
Durante la prohibición, Bugsy fue un contrabandista de alcohol. También era uno de los gigolós más guapos desde que George Raft bailó un bolero en Bolero. Como Raft, había nacido en Hell's Kitchen. Fue Raft quien presentó a Bugsy a todas las bellezas de Hollywood a quienes no incomodaba acostarse. Raft era un gángster de Hollywood. Pero Bugsy era un gángster en Hollywood, lo que Coca Cola denominaría the real thing. Su novia principal, Jean Harlow, la rubia platino, también era muy auténtica. Cuando Harlow murió de repente, Bugsy fue a su funeral. ¿Lloró? Los estafadores no lloran.
Un día, en 1944,
cuando iba o volvía de Los Angeles, Bugsy pasó por Las Vegas, que
estaba a punto de convertirse en una ciudad fantasma para
turistas. Dentro del coche, Raft lanzó una moneda al aire y Bugsy,
todo ojos saltones, tuvo una visión. Decidió construir, en esa ciudad
que desaparecía del mapa en cuanto se llegaba a ella, el mayor casino
y hotel de los Estados Unidos. No, algo más grande aún: el mayor del
mundo. Bugsy, que quería hacer las cosas como Dios manda, compró un
destartalado hotel propiedad de una viuda más ávida que una viuda
negra. Se instaló allí con tantos diseñadores y decoradores como sólo
podía pagárselos Cecil B. de Mille. Así nació el Flamingo, un
prototipo fiel al tipo. Bugsy, más que construir un casino, creó un
estilo: el rojo flamante. Bugsy Siegel metió prisa en la construcción
del casino para que estuviera listo para la Navidad de 1946. El
Nevadamus costó seis millones de dólares, lo cual en aquellos tiempos
y en aquel lugar era, como suele decirse, mucha pasta. Seis meses
después, a un mes por millón, Siegel murió como había vivido,
violentamente, de un tiro, blanco de un pistolero de la mafia. No
murió en Las Vegas sino en Hollywood, en la casa que tenía alquilada
su antigua amante, una starlet en decadencia que nunca había
llegado a convertirse en una estrella, llamada Virginia Hill. Lo
enterraron en el cementerio judío, cerca de los estudios RKO. Nadie
fue a su funeral, ni siquiera su amante, que entonces estaba en
Europa. Unicamente Raft, el eternamente fiel Raft, le presentó sus
respetos también al final. Las Vegas conmemoró la sangrienta victoria
de sus fundadores con una brillante (en Las Vegas, todo brilla) placa
de bronce rodeada de arbustos de rosas en flor color escarlata. Reza:
``Dice el rumor que si estás en este lugar a medianoche en una noche
de luna llena, oirás tres voces musitando: Bugsy, ¿qué te parecen las
rosas?'' [...]
Ian Fleming dijo,
después de haberse convertido en James Bond: ``Las Vegas parece un
titilante río dorado en la vasta negrura del desierto de Mojave.''
Fleming, debo advertir, llegó a Las Vegas en avión. De manera poco
bondiana, afirma que ``era casi medianoche y estaba exhausto''. A
pesar de ello, muy en el estilo de Bond, estaba ``decidido a probar
fortuna''. Fleming en su papel de Fleming describe las máquinas
tragaperras que hay a su alrededor: ``En Las Vegas hay máquinas
tragaperras de todas las formas y tamaños, y los distintos modelos se
lo tragan todo, desde una moneda de un dólar hasta un centavo de
cobre'' [...] Pero no puede dejar de contar un relato obsceno y
macabro: ``Hace algunos años, un hombre que iba en coche por la
autopista en las afueras del Strip vio algo rosado asomar de la tierra
entre los cactus y los matorrales. Paró para echar un vistazo. Un
brazo desnudo sobresalía de la arena, y su mano aferraba tres
ases. Cuando llegó la policía y se puso a excavar, encontraron al
hombre al que pertenecía el brazo. Era un conocido tahúr que había
intentado amañar una de las partidas de póker que tienen lugarÊen un
famoso casino. Por supuesto, la advertencia se difundió enseguida.''
Esto era Las Vegas para el hombre que inventó un mito tan moderno,
rutilante y lucrativo como Las Vegas.