¿Olvido, perdón o traición a la memoria?
Citas para reflexionar hechos concretos

Los Hechos (ver "La dictadura, gran máquina del olvido, convirtió a Chile en país de la amnesia general"):
1.- Más de un/a torturador/a ha confesado sus actos al terminar el régimen de genocidio al que sirvieron. En el caso chileno, al llegar la transición, dos mujeres -Luz Arce y Alejandra Merino- relataron sus historias a través de sendos libros (la segunda también a través de un video que filma y edita Carmen Castillo- ver pag. 4). Ambas habían sido militantes de izquierda durante la Unidad Popular; luego, detenidas y torturadas por la policía secreta de Pinochet se transforman en delatoras, para de ahí pasar a ser integrantes profesionales por más de diez años, de esta terrible institución de muerte.
2.- Durante la dictadura, uno de los centros feministas más combativos contra el régimen genocida fue la Casa de la Mujer La Morada, donde se formó buena parte de las feministas chilenas. Esta institución creó la primera radio feminista del continente: la Radio Tierra.
3.- La directora de Radio Tierra, Pía Matta, entrevista en su programa a Luz Arce. Públicamente, a micrófono abierto, le da su perdón y, a partir de allí, Luz Arce empieza a tener en esa radio un programa que se transmite todos los martes de 19 a 20 hrs. El programa tiene como tema central "los derechos humanos".

La pregunta:
Nadie que no haya vivido la tortura y la cárcel, puede saber qué hubiera hecho en los zapatos de estas dos mujeres. Tal vez cada cual, en lo individual, tiene derecho a tener sentimientos de perdón. Pero, ¿tiene la Casa de la Mujer La Morada -importante símbolo de la lucha feminista en contra de la dictadura- el derecho a transformar a una ex torturadora arrepentida en líder de opinión? ¿Qué sentido se instala con esto? ¿El de que todo se puede arreglar sólo con la confesión -incluso la muerte por delación y tortura-, o el de una serie de traiciones en espiral perpetua?

La cita para reflexionar:
Cita de: Residuos y metáforas; capítulo "Tormentos y obscenidades", Nelly Richard, Ed. Cuarto Propio, Chile 1998:
Al perdonar la traición, ¿no estaremos traicionando la memoria de los que murieron delatados por estas autoras ahora confesas? ¿Podemos confiar definitivamente en que esta verdad publicada es toda la verdad, si ellas mismas (Luz Arce y Alejandra Merino ) reconocen haber confesado muchas veces sólo "una verdad a medias", y si precisamente hoy, la clandestinidad de los nombres de los culpables sigue requiriendo más que nunca de estrategias de ocultamiento disfrazadas de prudencia?
A partir de estas dos autobiografías (las de Luz Arce y Alejandra Merino), el símbolo de la traición se extiende al Chile de hoy para desdoblarse en figuras sospechosamente parecidas que multiplican incredulidades y desconfianzas. Su reiteración de la sospecha generaliza el efecto de estar viviendo bajo signos amenazantes de una traición perpetua. Si bien la consigna oficial de la Transición fue la transparencia, cunde la sensación de que la división entre lo privado (lo secreto) y lo público (lo confesable) ha corrido sus marcas para seguir operando disfrazadamente en el interior mismo de la oficialidad democrática, llenando sus pasillos de órdenes secretas, de materias reservadas, de arreglos clandestinos, de poderes indirectos.
Mientras el gobierno de la Transición declara oficialmente su compromiso con la Verdad, acusaciones, mentiras y desmentidos, siembran diariamente el pánico del engaño en la escena de palabras bajo juramento de los parlamentarios, hablándonos de los múltiples resquebrajamientos internos del pacto oculto que amarra ciertos nombres de la Transición a lo inconfesable de los secretos. También extienden las sombras de la duda sobre los llamados a la "transparencia" de sus políticas de la imagen (¿Política para una nueva imagen de La Morada? -agregado nuestro) que ocultan el trucaje de acomodaciones infieles entre posiciones burladas.