Masiosare, domingo 4 de abril de 1999



La tragedia de la heredera

Ya no hay intocables

Daniela Pastrana

Víctima de un cuatro -que habrían orquestado priístas, en venganza por su acercamiento al gobierno de Cuauhtémoc Cárdenas-, caída de su trono a pesar de su acercamiento con Rosario Robles, o blanco escogido por las autoridades capitalinas para demostrar la fuerza de la ley, Silvia Sánchez Rico ya pasa sus días en la cárcel. De nada le valieron la porras, mítines y votos que acarreó su madre, doña Guille, al PRI durante más de cuatro décadas. Su aprehensión contribuye a derribar el mito de los ``intocables'' caciques urbanos.

La noche del jueves 25 de marzo la secretaria de Gobierno, Rosario Robles, tomó la tercera llamada del día al procurador Samuel del Villar:

-Vamos a tener que detener a Silvia Sánchez Rico, porque las denuncias por extorsión (en su contra) están muy fuertes -dijo Del Villar-. Ya Margarita (Guerra, suprocuradora A de procedimientos penales) está preparando los argumentos de la consignación.

-Manténme informada.

La suerte de la heredera del imperio de comerciantes ambulantes más legendario de la ciudad estaba echada.

Unas horas después, Sánchez Rico fue internada en el Reclusorio Oriente como presunta responsable de los delitos de lesiones y tentativa de extorsión.

De nada sirvieron los más de 40 años de porras, mítines y votos al PRI, ni las ligas con ex presidentes, ex regentes, ex delegados y líderes políticos a los que su madre, doña Guille, ayudó a encumbrar y de quienes se sirvió para forjar uno de los liderazgos más poderosos en la capital.

Silvia Sánchez Rico fue a dar a la cárcel por el enfrentamiento que protagonizaron sus huestes el 24 de marzo -en el que resultaron tres heridos de bala del bando disidente-, y su aprehensión derrumbó un mito: el de los ``intocables'' caciques urbanos.

La traición

Una semana antes, dirigentes reconocidos como disidentes de la organización de Sánchez Rico enviaron una carta a René Bejarano, director general del Gobierno capitalino, en la que denunciaban que desde el 12 de diciembre de 1998 habían sufrido agresiones de ``golpeadores'' de la lideresa y pedían protección de las autoridades.

La firmaban: Esther Carrillo, de la Unión de Comerciantes de Justicia 2000; Guadalupe Hernández, de la Unión de Comerciantes No Asalariados de Correo Mayor y Soledad; Mayolo Juan Martínez, de Comerciantes Ambulantes Democráticos de las Calles de Moneda, Academia y Zapata; Jesús Suástegui, de la Agrupación de Vendedores Informales Independientes del Centro Histórico, y Oscar Hidalgo, de la Asociación de Comerciantes Establecidos y Vecinos del Centro.

También remitieron a la Procuraduría de Justicia una relación de ocho averiguaciones previas iniciadas en contra de Sánchez Rico y sus seguidores -por lesiones, robo, privación ilegal, amenazas y tentativa de homicidio- que no habían sido consignadas.

Acusaban:

``Desde que le dijimos que no seguiríamos en su organización nos amedrentan con prácticas mafiosas... argumentando que es dueña del Centro, de sus calles, y que la policía judicial y autoridades los tiene de su lado''.

Dos días después, Sánchez Rico se reunió con la secretaria de Gobierno y le planteó que ``querían infiltrarle un grupo'' en su organización.

No dijo más.

Entre la gente de la Unión Cívica de Ambulantes de la Antigua Merced -organización de los Rico-, se sabía ya del problema con Jovita Cruz:

``Jovita era comadre de Silvia por doña Guille, tenía a su gente en la Alameda, pero ahora que la sacaron se puso en el centro y quiso pasar por encima de Silvia''.

El 24 de marzo, los vendedores de las dos dirigentes se enfrentaron en el Zócalo por los espacios en las calles aledañas.

A plena luz del día, tres del bando de Jovita cayeron heridos, a balazos.

Al día siguiente, Silvia Sánchez Rico fue citada a declarar junto con su hijo, Julio César Ramírez Sánchez, y su sobrino, Andrés Martínez Sánchez.

Ya no salieron.

La defensa

La detención de Silvia Sánchez desató el pánico entre los ``tendidos'' del Centro.

Asustados, los dirigentes de otras organizaciones de ambulantes comenzaron a cruzar llamadas con los líderes priístas en la capital.

``Tenemos que estar unidos'', fue la consigna.

Reunidos con el líder del sector popular del PRI en el DF, Jorge Schiaffino Izunsa, algunos plantearon convocar a una manifestación como la del 17 de junio de 1998, cuando miles de ambulantes atiborraron el Zócalo, en protesta por las acciones del gobierno de Cuauhtémoc Cárdenas.

Esa insólita protesta reunió a rivales históricos. Juntos estuvieron: Schiaffino y Jorge García (su principal contendiente en la lucha por la directiva del sector); Silvia Sánchez Rico y Alejandra Barrios, su eterna rival; Juan José Castillo Mota, líder histórico; Benita Chavarría, tercera fuerza entre los grupos que se disputan el centro, y el líder del Movimiento Gremial Unificado (Mogun), organización con poder en 12 delegaciones.

Pero esta vez, la instrucción de Manuel Aguilera -uno de tantos beneficiados por las masas de doña Guille - fue tajante:

``Nada de movilizaciones, la defensa será por la vía legal'', sentenció el ex regente, y actual líder del PRI en la capital.

Se acordó entonces que las movilizaciones serían coordinadas Cuauhtémoc Gutiérrez de la Torre, líder del Movimiento Territorial.

Pero no por los ambulantes.

``Eso es lo que quiere el gobierno, que salgamos a las calles para luego decir que somos nosotros los que estamos creando un clima desestabilizador'', dice Schiaffino.

Y agrega: ``Sabíamos del problema interno en la organización de Silvia, pero ella dijo que lo estaba viendo con Rosario (Robles), pensábamos que había interés en resolver el problema, no en ponerle un cuatro''.

``He respetado al gobierno''

Tras la rejilla del juzgado 58 penal, luego de escuchar el auto de formal prisión por los delitos de extorsión en grado de tentativa y lesiones calificadas, Silvia Sánchez Rico acusó:

``Es un asunto político. He sido la más disciplinada. Soy priísta y jamás le hice problemas a este gobierno. Lo respeté y les dije que me respetaran como líder''.

Luego, responsabilizó a la secretaria de Gobierno y al procurador de Justicia de haberle tendido una trampa.

``Vean los videos, que digan dónde está la pistola'', demandó.

Unos 200 vendedores que se habían apoderado del juzgado, se desbordaron en gritos y llantos.

Jorge Schiaffino dejó el teléfono celular (del que no se había despegado en horas) para calmar los ánimos de los comerciantes.

``Es una provocación'', insistió.

Castillo Mota se había retirado minutos antes, apenas se supo que el juez no exoneraría a la lideresa de los cargos de extorsión.

La posibilidad de liberarla bajo fianza se había esfumado.

***

El acercamiento de Sánchez Rico con el gobierno de Cuauhtémoc Cárdenas -a partir de que comenzaron a concretarse acuerdos entre los grupos de ambulantes y los delegados políticos- había despertado suspicacias entre los dirigentes priístas.

Incluso, la dirigente tenía meses de no presentarse a las reuniones de la CNOP, a pesar de que su apoyo en la elección del secretario general dio el triunfo de Schiaffino en octubre de 1997.

El 15 de enero, en una visita de Cárdenas a la construcción del Centro de Seguridad y Justicia en el Mercado Hilos Cadena, en pleno centro de La Merced, la lideresa no dudó en plantarse al frente de la comitiva que recibió al jefe de Gobierno y de paso, aprovechó para tomarse una foto con el secretario de Seguridad Pública.

``Aunque tengamos diferentes ideologías, nosotros tenemos que respetar lo que es el gobierno '', dijo entonces.

Luego, alguien le preguntó qué calificación le pondría al gobierno.

``¿Al delegado (Ramón Sosamontes)?... la mera verdad un diez''.

El antecedente

El 19 de marzo de 1998, Alicia González Chavarría, sobrina de Benita Chavarría, fue golpeada a cachazos por su prima, Martha, debido a que se negó a pagar los 50 pesos diarios que la organización cobraba a sus agremiados.

``Por revoltosa, por eso me madrearon'', definió Alicia, desde el hospital, donde tuvieron que intervenirla para reconstruirle la cara.

Un mes después, el caso fue denunciado en la tribuna de la Asamblea Legislativa por la diputada perredista Verónica Moreno.

``Esto es producto de lo que han promovido y tolerado los gobiernos del PRI'', acusó la legisladora.

En julio, cinco de los agresores de Alicia fueron detenidos.

A Noé Chavarría y Leticia Martínez Rodríguez se les fincaron responsabilidades por los delitos de privación ilegal de la libertad y robo calificado. Fueron recluídos en el Reclusorio Norte.

María Martha Chavarría y las hermanas Alma Patricia y Olga Lilia Sanvicente, son procesadas en el juzgado 16 penal por los delitos de lesiones y robo calificado.

Las versiones

¿Quién provocó el choque del 24?

Corren varias versiones:

Una. Que fue un cuatro del PRI en castigo al acercamiento de la lideresa con el gobierno de Cárdenas.

Dos. Que su caída fue acordada por Rosario Robles y la diputada Verónica Moreno, presidenta de la comisión de Abasto de la Asamblea Legislativa, quien en los últimos meses ha sostenido una pugna abierta con su compañera de bancada, Alma Guillermina Martínez Parra, quien es prima de Silvia Sánchez.

Horas después del enfrentamiento del 24, Robles se reunió con los diputados Alfonso Rivera, del PRI; Verónica Moreno y Rafael López de la Serna, del PRD, y René Rodríguez, del PT, integrantes de la comisión de Abasto.

-Tenemos preocupación porque se dice que fue una trampa por los conflictos del PRD -abrió Alfonso Rivera.

-También se dice precisamente lo contrario, que fueron ustedes -refutó la secretaria de Gobierno.

Moreno brincó en su lugar: ``A mí que no me digan que es una bronca del PRD. Quien los está apoyando y quien ha hecho conferencias con ellos son del PT''.

Ante la alusión, René Rodríguez reconoció que su partido ha trabajado con los disidentes de Silvia Sánchez, ``porque nos pidieron el apoyo''.

***

El viernes 25, al terminar la conferencia con la prensa en la que advirtió que no se permitirá que nadie se ostente como dueño de las calles, Rosario Robles se reunió con Jorge Schiaffino.

En el encuentro estuvieron Saúl Escobar, subsecretario de trabajo; Jorge Legorreta, delegado en Cuauhtémoc, y Francisco Saucedo, subdelegado jurídico y de gobierno.

Schiaffino pidió que los permisos asignados a Sánchez Rico se canalizaran a través de gente de su propia organización.

Las autoridades se comprometieron a respetar el acuerdo.

``No es un asunto personal -insistió la secretaria de gobierno-, sabemos que han estado trabajando bien, pero tampoco podemos dejar que se peleen a balazos en nuestra cara y no hacer nada''.


Preparada desde niña

Silvia Sánchez Rico nació con poder.

Menor de los cuatro hijos de Guillermina Rico -la mítica lideresa ya desaparecida-, fue desde niña la heredera natural del emporio comercial fincado por su madre durante más de cuatro décadas.

Su historia pende de las gráficas que aún cuelgan en las paredes del local de la calle de Roldán, donde Guille empezó vendiendo limones a los 8 años, donde tuvo después su casa, su oficina y su Plaza Comercial y donde fundó, a principios de los ochenta, la Unión Cívica de Ambulantes de la Antigua Merced.

No falta nadie desde la época de José López Portillo. En las gráficas, la extinta lideresa del brazo de Colosio, de Camacho, de Salinas, de Zedillo...

Los grandes políticos con ella, quien alguna vez llegó a presumir que el terreno de Pensador Mexicano y Eje Central se lo regaló Enrique Jackson.

Eran las buenas épocas. Las de la expansión de su dominio por todo el Centro Histórico -Corregidora, Manuel Doblado, Plaza del Estudiante, Guatemala, Pino Suárez, Mixcalco, Rodríguez Puebla, José Joaquín Herrera, El Carmen, Venustiano Carranza, Miguel Alemán, Colombia, Anillo de Circunvalación, Santa Escuela- y hasta la glorieta de la zona Rosa.

Cuando Manuel Camacho instrumentó el programa de reubicación de ambulantes en plazas comerciales, en 1993, fue la única líder a la que le tocaron cuatro plazas: Roldán, Soledad, Circunvalación, Conjunto Merced y Pensador Mexicano (esa que le regaló Jackson).

Cuando todavía no llegaban los tiempos de los desalojos que ordenó su no tan amigo Oscar Espinosa, y que la llevaron a manifestarse, por única vez contra el gobierno, en agosto de 1995.

``Nunca pensé que me trataran como me trataron'', reconoció en esa ocasión la lideresa.

Pero ni por eso dejó de reivindicarse priísta.

A su muerte, el 4 de septiembre de 1996, nadie se sorprendió de que Silvia tomara su lugar.

Preparada desde niña, Silvia no tardó en aparecer en los primerísimos lugares de las fotos con funcionarios y líderes del PRI, dirigiendo porras, incansable.

``La gente siempre ve sólo lo malo, no lo bueno -dice Alma Guillermina Martínez Parra, diputada local por el PRD y prima de la lideresa-. Silvia tiene carácter, pero es la única forma de controlar a tanta gente''.

Quienes la acusan de prepotente, dicen que Silvia dejó el mandil que siempre caracterizó a Guille y en su lugar ``se hizo de celulares, suburban y guaruras''.

Martínez Parra mueve la cabeza. ``Eran iguales, tenían el mismo ritmo, sólo que tenían estilos diferentes, mi tía te hablaba y te decía `a ver hija', y oía el problema; Silvia es más despreocupada, más práctica, ella dice `pónganse de acuerdo y arreglen el problema'''.

A sus 38 años, Silvia es madre de cinco hijos. Julio, el mayor, fue detenido con ella.

La más pequeña, de 6 meses, aún no tiene nombre. Iban a bautizarla en abril.