Masiosare, domingo 4 de abril de 1999



Las ratas inmundas no se han ido

Morelos después del mochaorejas

Daniela Pastrana

Cayó un gobernador y con él sus funcionarios. El Presidente de la República prometió una limpia a fondo. Pero en Morelos el crimen -asesinatos, robos, secuestros- no para. Y en muchos casos no paga. Cuatro mil órdenes de aprehensión pendientes, 35 mil averiguaciones previas sin consignar y 50 mil sin integrar son los números de la impunidad que proporciona el mismo procurador de Justicia del estado. Los secuestros siguen cobrando víctimas, mientras en las fiestas de los pueblos los presuntos criminales departen alegremente con los encargados de perseguirlos

Cuando por fin recibió la orden de entregar el dinero, Cuauhtémoc Carreño Mejía, médico de Cuautla, dudó: ``Demuéstreme que mi hijo está vivo'', pidió al secuestrador.

``¿Quiere que se lo mande despedazado? -le contestaron-. Se lo voy a mandar en pedazos si eso quiere, ¡entrégueme el dinero!''

Cuauhtémoc llevó la maleta con 106 mil pesos.

Al día siguiente, recibió otra llamada. ``Todo salió bien, ya le vamos a entregar a su hijo''.

Fue la última vez que tuvo noticias de los secuestradores.

Cuauhtémoc hijo, estudiante de preparatoria, de 18 años, nunca llegó.

Sus captores -entre quienes estaba un antiguo amigo de secundaria- lo habían ejecutado el mismo día que se lo llevaron, 23 antes de la entrega del rescate.

***

En Morelos los secuestros no paran.

Cayeron los Arizmendi, también el temido director del grupo antisecuestros Armando Martínez Salgado.

En medio del escándalo de sus presuntos vínculos con el narco y las bandas criminales, se derrumbó el gobernador Jorge Carrillo Olea, junto con él se fueron el procurador Carlos Peredo Merlo -el 24 de marzo pasado un juez lo sentenció a cuatro años y siete meses de prisión por encubrimiento y violaciones a la ley para prevenir la tortura- y el director de la policía judicial, el legendario capitán Jesús Miyazawa.

Pero los secuestros no paran.

Tampoco las historias que enlazan a delincuentes y policías. Ni las denuncias de asesinatos, torturas, corrupción, impunidad.

``Seguimos igual, la violencia está desatada'', lamenta la maestra Carmen Genis, representante de Casa Ciudadana en Cuautla.

``Se cortaron las cabezas, pero la red de complicidades abajo está intacta'', abunda el diputado perredista Ignacio Suárez Huape, presidente de la Comisión de Derechos Humanos del Congreso local.

``La diferencia -matiza Graco Ramírez, del Frente Cívico Morelense- es que ya no es un problema institucional. Ya no son las bandas encabezadas por el gobernador y los jefes de la policía''.

José Castillo Pombo, primer procurador de Justicia designado por un Congreso local, presume sus números: seis secuestros resueltos este año -de siete que ha conocido-, y 22 agentes judiciales sancionados por su relación con hechos ilícitos.

Y advierte: ``La limpia va a ser completa''.

-¿Cuándo?

-Usted sí puede decirme qué va a publicar mañana o pasado, yo no.

-La gente se desespera. Temen una nueva ola de secuestros.

-Tienen razón. Pero lo que sucedió durante cinco años, el procurador no lo puede terminar en seis meses. Sería irresponsable dar de baja a 400 hombres penetrados por la corrupción, con malos ingresos, ¿a qué los mandaría yo?

El joven Carreño

El secuestro de Cuauhtémoc Carreño, ocurrido el 30 de octubre del año pasado, es uno de los más sonados en las historia reciente de Morelos. Como el de Gerardo Valdespin, quien no aparece, a pesar de que su familia ya pagó dos veces el rescate.

En la sala de su casa, en el centro de Cuautla, don Cuauhtémoc y su esposa, Martha Eugenia Lazcano, dejan sangrar sus heridas.

``¿Por qué?, ¿por qué? -clama el médico-, si nosotros no somos ricos, si mi hijo era un niño sano, bueno, y nunca nos negamos a pagar, no la cantidad, porque no la teníamos, pero sí lo más que pudimos juntar, ¿por qué no le dieron ninguna oportunidad?''

A su lado, su esposa, maestra en la secundaria de dos de los secuestradores, sólo baja la cabeza.

Con serenidad envidiable, narra la historia:

Su hijo se dirigía a una tardeada de la escuela. Había quedado de verse con Oscar, un antiguo amigo de la secundaria a quien volvió a frecuentar el último mes.

Los padres fueron a pasar el Día de Muertos a casa de la abuela materna, en el estado de México. Ahí les avisaron del secuestro y que pedían 500 mil pesos de rescate.

``¿De dónde iba yo a sacarlos?, ni voy a juntar tanto dinero en lo que me queda de vida'', revienta la plática Cuauhtémoc Carreño.

Después de peregrinar durante 23 días entre familiares y autoridades, lograron juntar 106 mil pesos.

Se acordó el pago.

Pero los secuestradores cometieron un error: llamaron desde un teléfono celular y el número quedó registrado en el identificador que les había prestado el presidente municipal.

El 1 de enero fueron detenidos Israel Ramírez, dueño del celular; Jaime Manzo Valenzuela, hermano de Oscar, y los taxistas Eduardo y Arnulfo Hernández, todos vecinos de la misma cuadra. Esa misma tarde, Oscar fue capturado en Acapulco.

Jesús Sánchez Villegas, primo hermano de Oscar, sigue prófugo.

En su declaración, Oscar confesó todo. Dijo que mataron a Cuauhtémoc porque no tenían donde guardarlo.

Luego, guió a los agentes hasta una barranca que está a un kilómetro de su casa. Allí los tuvo seis horas excavando. Hasta que le ganó la risa: estaba parado justo arriba del cadáver, prácticamente desintegrado por la cal que le echaron encima.

``Lo identificamos por un recibo de teléfono y sus llaves''. Martha deja escurrir unas lágrimas, ya no se aguanta: ``Tengo un rencor tan grande''.

La Víbora, precursor del Mochaorejas

En el oriente de Morelos la gente aún recuerda el primer secuestro: el de Hugo Colín, hijo de don José Colín Domínguez, próspero cebollero de la zona, ocurrido en 1983.

Cuentan que cuando le llamaron para pedirle el rescate, el agricultor exigió hablar con su hijo para garantizar que seguía con vida.

En respuesta, los secuestradores le mandaron la mano del muchacho.

A la siguiente llamada, don José insistió: ``Ya me lo mataste, no te pago''.

Entonces le mandaron el brazo.

``Me lo hiciste pedazos, ya no es el mismo, no te pago'', se mantuvo.

Un mes después, el cuerpo de Hugo fue hallado en una barranca. En pedazos.

El autor del secuestro era Miguel Angel Modesto (o Maximino, en otra versión) Vivas Urzúa, La Víbora; oriundo de Tlayca, pueblo cercano al rancho de don José, quien había sido peón en el rancho del cebollero hasta el año anterior.

Desde entonces La Víbora -según dicen ``tiene un diablo grabado en el corazón y otro en la espalda, y una víbora los une de lado a lado''- se hizo leyenda.

Doce años después, a finales de 1995, el propio José Colín fue secuestrado, justo enfrente de Casa Ciudadana de Cuautla.

Esa vez, José Colín tuvo enfrente al asesino de su hijo. ``No te preocupes -le dijo La Víbora- ahora sí van a pagar''.

Se pagó. Don José vería caer el año pasado ``a las principales bandas de secuestradores'', y con ellas, al gobernador, al procurador, al director de la policía judicial y al jefe del grupo antisecuestros del estado.

Y en octubre, intentaron secuestrar a Carlos, el único hijo que le queda vivo.

* * *

31 de diciembre de 1995. Trece internos del módulo de alta seguridad armados con subametralladoras se fugaron del reclusorio Oriente en el Distrito Federal, tras una espectacular balacera. Entre los fugados estaban Maximino Vivas Urzúa, Benito Vivas Ocampo, Andrés Caletri López, y otros tres relacionados con la banda de Alfredo Ríos Galeana.

Maximino y Benito Vivas habían sido capturados en noviembre, en una casa en la colonia Condesa.

Días después de la fuga, el entonces director de la policía judicial del Distrito Federal, Luis Roberto Gutiérrez Flores, recibió una llamada en su celular: ``Soy La Víbora, te vas a chingar''.

Meses después, Vivas Urzúa fue recapturado y trasladado al penal de Puente Grande, en Jalisco, donde aún purga condenas acumuladas por homicidios, secuestros y asociación delictuosa.

Tlayca, cuna de secuestradores

Cuando los comerciantes y agricultores de Axochiapan -pueblo del oriente de Morelos- comenzaron a ser secuestrados, en 1994, la gente no dudo en apuntar: ``Son los de Tlayca''.

Ya entonces, ese pequeño pueblo, al que ``no entra ni la policía militar'', tenía su leyenda. Esa que inició hace dos décadas Julio Sánchez Vivas, cuando dejó el arado y se convirtió en salteador.

De Sánchez Vivas, quien murió hace 14 años en un enfrentamiento con militares -dicen que antes de morir mató a 10 soldados- la gente de Tlayca asegura: ``No era malo, lo que pasa es que no se dejaba''.

Muerto Julio, la semilla estaba echada. Lo heredó su sobrino, La Víbora.

Años después, cuando ya pesaban órdenes de aprehensión sobre él, otro nombre comenzó a pronunciarse con temor: Liborio Colín Domínguez.

Las ratas inmundas siguen por ahí

``No vamos a permitir que Morelos siga siendo un nido de ratas inmundas''.

La frase del presidente Ernesto Zedillo, pronunciada el 28 de mayo de 1998 en Huitzilac, quedó para la historia.

Cuatro meses atrás, el 28 de enero de 1998, el director del grupo antisecuestros de la policía judicial del estado, Armando Martínez Salgado, había sido descubierto al intentar deshacerse del cuerpo de un presunto secuestrador en la carretera Iguala-Cuernavaca.

El escándalo político-policiaco terminó tres meses después, con la renuncia del gobernador Jorge Carrillo Olea.

En su mensaje a los morelenses -que entre 1995 y 1997 habían sido víctimas de más de 150 secuestros-, Zedillo prometió:

``Vamos a sacar a los narcotraficantes, a los secuestradores y a los asaltantes. Los vamos a llevar a que se pudran en la cárcel''.

El 20 de enero de este año, en una reunión con el subsecretario de Seguridad Pública de la Secretaría de Gobernación, Jesús Murillo Karam, los cuautlenses respondieron a la promesa presidencial mediante una carta: ``Hasta la fecha sólo se han dado acciones aisladas que a pesar de su espectacularidad no han llegado a generar un ambiente de confianza entre los morelenses''.

Firmaban el presidente municipal de Cuautla, Francisco Rodríguez Montero, los diputados locales Juan Antonio Reynoso Abundez y Fernando García Gómez, la maestra Carmen Genis Sánchez, el maestro Sergio Valdespín Pérez, el doctor Cuauhtémoc Carreño Mejía y su esposa. Saben lo que dicen.

Cuando Liborio se peló

Ante ganaderos de Cuautla, el procurador Castillo Pombo prometió: ``Voy a entrar a Tlayca''.

La madrugada del viernes 19 de febrero, corrida la voz de que Liborio andaba por ahí -hay quien asegura que lo vieron con Andrés Caletri-, llegaron a la población 300 agentes judiciales, la mayoría encapuchados.

Pero no lo encontraron. La noche anterior fue vista una camioneta de la judicial rumbo a Tlayca. Se dice que Liborio y El Juli (hermano de La Víbora) corrieron a esconderse a las barrancas.

Los agentes detuvieron a Catalina Toledano Sánchez, esposa de Liborio, a Félix Urzúa Sánchez y a Juan Vázquez Urzúa.

La historia no acabó ahí. El sobrino de Liborio -Idelfonso Colín Milla- se casaba el sábado. El mismo viernes, Liborio regresó al pueblo. Otra vez, el pitazo llegó al secretario de seguridad del estado, Fernando Blumenkron, al procurador Castillo Pombo, al gobierno federal.

Otros encapuchados irrumpieron el sábado en plena fiesta. Y otra vez, alertado por la misma camioneta, ``Liborio se había pelado''.

* * *

El 4 de noviembre de 1994, Liborio, Francisco y José Colín Domínguez (es homónimo del agricultor) fueron detenidos por una falta vial en Cuautla.

Los policías los reconocieron y los llevaron ante el ministerio público, pero la titular de la agencia Adela Manzanares integró mal la averiguación.

Con ese argumento, la juez María Teresa Andreu los puso en la calle ``por falta de pruebas''.

La orden de aprehensión de Matamoros llegó al día siguiente. Demasiado tarde.

Pura fama

En la primera casa de Tlayca -de la familia Toledano Sánchez-, las mujeres escuchan atentas a José Ortiz, presidente del Comité de Derechos Humanos no Gubernamental de la Región Oriente:

``Tienen que defender sus derechos. Nadie puede ser acusado por lo que haga su hermano, padre o esposo. Ni tienen porque ser obligados a delatarlos. El delito es individual, que lo pague quien lo hace''.

Catalina Toledano Sánchez asiente.

La esposa de Liborio es una mujer joven, robusta, de cabello corto. No usa maquillaje ni joyas. Enfundada en unos pantalones de mezclilla y camiseta, juega con las sandalias de plástico que dejan ver sus uñas a medio pintar.

No habla mucho. Jura y perjura que hace como dos años no ve a su esposo y sólo suelta la lengua cuando cuenta su detención: ``Me tuvieron incomunicada. Vendada y amarrada. Me pegaban en la cabeza con los puños y con una esponja en la boca me echaban agua. Tenía tres tipos en las piernas y me dijeron que me iban a violar y que iban a violar a mis hijas si no les daba razón de Liborio, ¿pero cómo voy a saber si ya vive con otra mujer?''

Vuelve a callar. Las demás mujeres también callan cuando Liborio sale a relucir.

-¿Y La Víbora?

- Pues no me acuerdo -interviene Petra, esposa de Félix Urzúa Sánchez-, como ellos viven hasta allá abajo y casi ni están...

-¿Y Julio Sánchez?

-Ah, ese sí, pero eso fue hace muchos años.

-¿Por qué entonces el miedo a Tlayca?

-Es la pura fama -insisten Catalina, su mamá, su hermana, Doña Facunda, madre de Liborio y Petra.

``Pura fama'', insisten.

Porque -dicen- todo se lo cargan a Tlayca. ``Como el del taxi que quemaron con todo y carro... o las violadas del otro día en la barranca... y el señor que asesinaron y vinieron a tirar... o los que robaron al camión surtidorÉ''

La fiesta del síndico

Sábado 13 de marzo. Hay fiesta en Jaloxtoc.

La hija del síndico de Villa de Ayala cumple 15 años y su padre, que quiere ser alcalde, echa la casa por la ventana: mariachis, banda, un enorme pastel de cuatro pisos, mole y mixiotes. Licor, el que quieran.

El auditorio del pueblo, a reventar con más de mil invitados. Departen hombres de botas y sombrero, rostros rudos, celulares, pistolas.

Por ahí al fondo se ven las caras Jesús Salazar Gutiérrez, defensor de secuestradores y homicidas, y José Manuel Izasmendi Tapia, abogado de Liborio.

Cerca de la puerta está la gente de Tlayca. Al centro, un joven delgado, de no más de 25 años, de los Toledano Sánchez.

Del otro lado, se ve a los de Huecahuazco, el otro pueblo al que ``no entra nadie''. Ahí, según dicen, se desmantelan todos los autos robados que van hacia el sur.

El director de averiguaciones previas de la zona oriente, Adrián Sánchez Soto, llega a la fiesta poco después de las cinco de la tarde. Saluda sonriente al anfitrión.

``Me dijo Juan Gerardo (Velázquez de la Torre, el subprocurador de averiguaciones previas), que venía, pensé que ya estaba aquí'', comenta antes de entrar.

¿Cómo entender esto?

-Es la cultura de corrupción -dice Daniel Montero Zendejas, subsecretario de prevención y readaptación social del Estado y ex delegado de la PGR en los caóticos meses de diciembre de 1997 a junio de 1998.

``Cuando pasas la línea ya no puedes regresar, lo único que no se vale es el doble juego de estar con ellos y luego detenerlos, porque te matan''.

Son de Morelos

El procurador Castillo Pombo se lamenta: ``Tengo 4 mil órdenes de aprehensión pendientes. Estamos viviendo en la impunidad, yo no la he podido quitar, no puedo en seis meses''.

Más. Hay una ``burocracia inexplicable''. No hay condiciones para exámenes sicológicos de los agentes. Hay 35 mil averiguaciones previas sin consignar y 50 mil sin integrar porque no hay un responsable de ministerios públicos.

``Pero el procurador le va a poner el cascabel al gato: un agente del ministerio público tendrá que iniciar, tramitar, determinar y consignar. Además, de aquí en adelante, todos tendrán que ser agentes por oposición''.

¿Cuándo? No lo dice el Procurador, que por momentos olvida el tono de discurso que utiliza en la mayor parte de la entrevista y con lápiz y papel trata de explicar los problemas a los que se enfrentan los agentes.

``No para exculparlos, porque no meto las manos en la lumbre por nadie, pero tampoco soy quien para juzgar a los agentes''.

Castillo Pombo sostiene que ya no es la estructura judicial la que está involucrada en los secuestros recientes. Tampoco son fuereños.

``En este momento le puedo decir que la niña de Tepoztlán fue secuestrada por gentes de Tepoztlán. El señor Fernando Guerrero fue secuestrado por gentes de Tequesquitengo. Pero esa fenomenología de antes de que el agente judicial, el policía preventivo estaba vinculado con un ilícito de esta naturaleza, ya no''.

-¿Y el caso de César Cruz (identificado como asesor del procurador, hace días se descubrió una bodega de su propiedad con mercancía robada)?

-No es mi asesor, es mi amigo. Y como todos, de ser cierto ésto él tiene que responder, yo qué, el hecho de que sea amigo del procurador no quiere decir nada.

-Dicen que Caletri estuvo aquí hace 20 días.

-Sí, claro. Aquí está interviniendo Caletri. ¿Hace 20 días aquí? estamos muy pendientes de esto, no hemos encontrado una banda organizada a nivel nacional, que es el caso Caletri, sabemos que de alguna manera viene y seguramente con alguien se ve, nosotros no lo sabemos, pero estamos alertados.



Tlayca
el dinero no se ve

``¿A Tlayca?, pues sólo la combi, pero ya ve como andan las cosas, mejor ni ande preguntando''.

En todo Cuautla la respuesta es la misma. Hace años que la gente no quiere ir para allá.

Explica Castillo Pombo: ``Tlayca está en un monte y en la parte de atrás hay una barranca con unas cuevas, que es a donde llevan a los secuestrados''.

Por eso las dificultades para entrar.

A unos 15 kilómetros pasando Cuautla, por la carretera que va a Izúcar de Matamoros, Puebla, el pueblo tiene salida a Cuernavaca y el Distrito Federal, y por detrás hay un camino que llega a Valle de Vázquez, y de ahí, hasta Iguala, Guerrero.

Pero además, está unos cinco kilómetros adentro del camino, por lo que desde el pueblo es fácil saber cuando alguien extraño se acerca.

La gente de Tlayca -unos 500 habitantes, calcula el ayudante general del pueblo, Maximino Martínez Juárez- se emparentó entre sí durante años. Por eso no se pueden contar más de 10 apellidos en todo el pueblo. Por eso todos son Vivas, Urzúa, Colín, Sánchez, Toledano.

¿Dónde está todo el dinero que se supone que ganan con los secuestros?

En Tlayca, ciertamente no.

El pueblo no llega ni a 100 casas, explica Martínez, no tiene drenaje y sólo hay una caseta telefónica. ¿Escuelas? La primaria, a donde van unos 90 niños. Si alguien quiere seguir estudiando tiene que irse a Amayuca.


¿Otro Carrillo Olea?

- Sábado 13 de marzo. Diario de Morelos. ``Niños armados atacan transeúntes''. Julio César Toledo Guzmán, estudiante de 16 años, fue asaltado por una banda de seis niños -de entre 8 y 10 años-, quienes a punta de pistola le quitaron su reloj cuando caminaba por la entrada principal del Salto Chico.

- Lunes 15 de marzo. El Sol de Cuernavaca. ``Frustran secuestro''. Cuatro individuos armados a bordo de un Maverick intentaron secuestrar a Eusebio Martínez Pérez, de 32 años, vecino de Cuautlixco y empresario de Horniplas, cuando conducía por la avenida principal de la colonia Francisco Villa, en Cocoyoc.

- Martes 16 de marzo. Diario de Morelos. ``Operativo Antinarco''. Agentes de la Fiscalía Especial de Delitos contra la Salud de la PGR catearon la Casa de Bolsa Dimex, en la calle de Arteaga 18, a media cuadra del Congreso Local. Se presume que fue por lavado de dinero.

¿Qué sigue?

A una cuadra de la Casa de Bolsa, mientras los agentes de la PGR tienen cercada la calle, José Luis Huete clava la vista en su taza de café.

``Estamos mejor -dice el representante de la Canaco en el movimiento que promovió el juicio político contra Carrillo Olea-, los secuestradores perdieron su cubierta en la Procuraduría y la delincuencia bajó, sobre todo en el robo de autos, pero no desapareció y está volviendo''.

Manuel Diego, presidente de Coparmex y otro de los impulsores de la salida de Carrillo Olea, es tajante: ``No es Morelos. En delincuencia, ahí nos vamos con la media nacional''.

La semana pasada, el empresario organizó la instalación de la delegación de México Unido Contra la Delincuencia en la entidad.

Desliza: ``El flujo de inversiones el año pasado fue positivo, fueron más de 400 millones de dólares, lo que tenemos que hacer es mejorar las condiciones de vida en la entidad''.

Graco Ramírez va más allá: ``El precedente de impunidad es lo que está generando una nueva ola de violencia''.

Qué mejor ejemplo, dice, que el de la imagen de Carrillo Olea inaugurando una estatua de Gustavo Petriccioli en la entrada del fraccionamiento Lomas de Tetela, apenas el 26 de febrero.

El diputado Suárez Huape reconoce: ``El problema es aún grave. No sólo son los secuestros, Morelos ya es un enclave de distribución de droga, por eso el brote de casas de cambio''.

-¿Y el juicio político?

-La comisión ha tenido una serie de obstáculos, nos mandan la información a cuentagotas, la demanda tiene un término que se vencía hace 15 días y el PAN pidió un mes más. Pero 90% de la omisión está plenamente comprobada, así que si no está nos vamos con lo que tenemos.

Huete no está tan convencido:

``La lucha está muy atomizada. Las condiciones para una nueva ola están ahí''.

-¿Se necesita, otro Carrillo Olea?

-A veces lo pienso, espero que no.