La Jornada Semanal, 21 de marzo de 1999



Luis Rafael Sánchez

En un verso la vida

Chema, Juana, el Cancionero Picot, las agruras y la sonriente curación, boleros y más boleros, salsas de rua y de alcoba, camas con colchón de agua en moteles con nombres de diosas insaciables y catres ``en hoteles baratos de una noche''. Todo esto, más las canciones memorizadas, el preludio del romance, el interludio del affair y el postludio del matrimonio, son parte del curioso proyecto de interacción cultural de la América descalza que Luis Rafael Sánchez propone divertida y, por lo mismo, seriamente.

Unas veces los presentaban como Chema y Juana.
Otras veces los presentaban como Juana y Chema.

¿Cuál aficionado a los cancioneros impresos no recuerda aquellas estampas de cándido primitivismo, animadas por el Chema y la Juana?; estampas que hoy, a punto de morir el siglo, se tendrían por bobas e insustanciales, por caricaturas de un trazo ingenuo, rememorantes de la Hispanoamérica apenas salida del agro, apenas entrada en la urbe, todavía comportándose como la bella durmiente de la historia universal, todavía distanciada de la modernidad y sus vísperas.

Popularísimas fueron las plebeyas caricaturas de Chema y Juana en la América descalza, la América amarga, la América en español. Popularísimas fueron las canciones que regalaban a los naturales de Sur América, del Caribe, de la América Central, del México lindo y querido. A preferir, desde luego, las canciones consideradas románticas porque aludían a las penas y las alegrías, los reposos y los desasosiegos, las incertidumbres en fin, que el romance engendra.

El anglicismo romance suplanta y casi inutiliza una palabra tan sugestiva como idilio. En el romance, en el idilio, se tramita la seducción casta, se inquiere por la caricia que no pone a riesgo la decencia, se perfilan el noviazgo, el matrimonio, el affair. Cuyo embrujo radica en el carácter de paréntesis, la ocurrencia intensa pero fugaz. El romance tiene el carácter de un preludio, el affair el de un interludio y el matrimonio el de un postludio.

Acaso, el himno de aquel romanticismo que paseaban Chema y Juana por la América amarga, la América descalza, la América en español, fue un bolero divulgado por el trío Los Panchos y que servía como de abracadabra de las serenatas, ese baluarte de la tradición que colapsó cuando colapsó la virginidad.

Despierta, dulce amor de mi vida,
Despierta si te encuentras dormida.

Todavía, porque el recato y el pudor eran los garantes morales del cuerpo, la barbilla de la hembra consignaba la frontera entre la inocencia y la perdición -de la boca hacia arriba todo, de la boca hacia abajo nada. Todavía las manos de los hombres no estaban autorizadas a caminar por los senos apetecidos, a abismarse al sur del ombligo.

Arbitrariamente, el recuerdo canturrea dos canciones de las llamadas románticas, popularizadas en los cancioneros anuales de Chema y Juana.

En una se implora al reloj.

Reloj, no marques las horas,/ porque voy a enloquecer,/ ella se irá para siempre,/ cuando amanezca otra vez.

Se titula ``Reloj'', la compuso Roberto Cantoral y se la oyó, preferentemente, en la voz menor y relamida de Lucho Gatica.

En la otra se recurre al contraste para validar la bondad y la honradez a la hora de querer.

Amores habrás tenido, muchos amores,/ María Bonita, María del alma./ Pero ninguno tan bueno, ni tan honrado,/ como el que hiciste que en mí brotara.

Se titula ``María Bonita''. Su autor, el divino flaco Agustín Lara, la compuso para celebrar a la mujer más bella del mundo, a María Felix.

La mujer más bella del mundo fue un eslogan publicitario que hizo larga carrera, se ondeó como epíteto de una belleza épica y no se atrevieron a cuestionarlo ni Ava Gardner ni Gina Lollobrigida, quienes también podían reclamar ser más bellas que nadie sobre la faz de la tierra.

A Chema lo cobija la pava de ala ancha y copa cónica, típica del charro. Verlo me parece, la pava ladeada a la hora de galantear a Juana, los cachetes hinchados como globos, los dientes felices. Desde luego, en cuanto reía, Chema dejaba de parecerse al actor a quien caricaturizaba, a Pedro Armendáriz. Este, portaestandarte de una esencia masculina, sólo aceptaba reír cuando se trataba de semantizar una venganza o cobrar una traición. Pues la risa despejada no parecía hallar cupo en la virilidad tensa, inmaculada y evangélica que Pedro Armendáriz paseaba por la pantalla; una virilidad que, a lo sumo, sonreía ante la mujer que se estaba en su lugar, secundario y doméstico.

Cárcel de la forma y código del sentido, la virilidad constituye un ballet de ardua interpretación, ballet que el actor Pedro Armendáriz baila a perfección en el cine de habla española. Chema, un boceto agarabatado de dicha virilidad, bailaba al mismo son. Aunque, de vez en cuando, parecía rezongar -¿Por qué Pedro Armendáriz será tan masculino?

A Juana la envolvía un sarape que remataba en flecos. Verla me parece, la punta del pie lista para el jarabe, burlándose del estilo de las catrinas que la revolución mexicana había exportado a París en el vapor Ipiranga, mostrando unos dientes celebrantes. Desde luego, en cuanto reía, Juana dejaba de parecerse a la actriz Dolores del Río, encarnación privilegiada de la esencia femínea y quien sólo sonreía cuando en su cuerpo se gestaba la maternidad. A la risa ostentosa me refiero, la que no hallaba cupo en la delicadeza a ultranza que la actriz Dolores del Río paseaba por la pantalla de cine; delicadeza que le vulneraba la periódica infección de los celos, los malditos celos que la mataban sin haber razón.

Gestualidad canónica e industrialización del estereotipo, la femineidad se constituye de truco en truco, como la lucha libre; lucha que nadie efectúa en el cine de habla española con la maña de Dolores del Río. Juana, calco a vuela pluma de dicha femineidad, luchaba parecidamente. Aunque de vez en cuando parecía rezongar -¿Por qué Dolores del Río será tan femenina?

¡Linda pareja la de Chema y Juana, acoplada hasta cuando peleaba!

No, no se confundan, Chema y Juana no fueron dos cómicos de los que emparejaban sus diferencias allá en la pantalla grande, por el estilo de Tin Tan y su carnal Marcelo, o Abbott y Costello o Dean Martin y Jerry Lewis o Viruta y Capulina. No, ¿cómo van a ser Chema y Juana un dúo de humanoides, en gresca que no cesa, a la manera de Tom y Jerry?

Para dar gusto a quienes llegaron a la posmodernidad en vuelo directo, sin hacer escala en las pistas mal asfaltadas de la tradición, identifico a Chema y Juana mediante la síntesis biográfica que les consagra mi memoria aldeana. Se trata de los personajes del entrañable cancionero, que la sal de uvas Picot regalaba a los patrocinadores de tan efectivo remedio contra la jaqueca y el reflujo estomacal. La actividad recurrente de Chema y Juana no era otra que fiestar hasta caer de bruces, bajo los efectos de una canción tras otra y un vaso tras otro de tequila. Sus excesos tenían un final feliz pues la laxante sal de uvas Picot, producto matriz de la compañía que les diseñaba un destino tan poco complicado los curaba de la resaca como por arte de magia.

Añado una apostilla.

En cada edición del cancionero Picot, el Chema y la Juana animaban una peripecia que se espaciaba a lo largo de treinta o cuarenta páginas y que se alternaba con una selección de canciones. Desordenadamente, mi recuerdo transcribe algunas canciones que aprendió por la vía del incomparable Cancionero Picot- ``Piel canela'', ``Te sigo esperando'', ``Hipócrita''.

La letra de ``Piel canela'' reputaba el mestizaje con una metáfora exótica:

Que se quede el infinito sin estrellas,/o que pierda el ancho mar su inmensidad,/pero el negro de tus ojos que no muera,/y el canela de tu piel se quede igual.

La letra de ``Te sigo esperando'' ascendía la espera a instancia sacrificial:

Pasaron muy lentos los días,/pasaron muy lentos los años,/y acude a mi mente la idea,/de que ya jamás regresarás,/mas sigo esperando,/más sigo esperando,/te sigoÊqueriendo./No te olvidaré.

La letra de ``Hipócrita'' parecía el epitafio para una traición:

Hipócrita, sencillamente hipócrita,/perversa, te burlaste de mí./Con tu savia fatal me emponzoñaste,/y como no me quieres,/me voy a morir.

¿Títulos de boleros o títulos de películas ``Piel canela'', ``Te sigo esperando'', ``Hipócrita''?

Títulos de boleros primero, títulos de películas después, de películas que aprovecharon el abreviado asunto de una canción exitosa, como núcleo posibilitador de una trama a desarrollar en noventa minutos fílmicos. ``Piel canela'', bolero compuesto por Bobby Capó y película protagonizada por Sarita Montiel. ``Te sigo esperando'', bolero compuesto por Manolo Palos y película protagonizada por Libertad Lamarque. ``Hipócrita'', bolero compuesto por Carlos Crespo y película protagonizada por Leticia Palma.

¿Quién que es cancionófilo no echa de menos el cancionero Picot para que le transcriba la letra exacta de ``Ojalá que llueva café en el campo'' de Juan Luis Guerra? O para que le aclare el verso primero de ``Devórame otra vez'' de Palmer Hernández. Porque a violencia sintáctica suena eso de ``He llenado tus tiempos vacíos de aventuras más''. A menos que don Luis de Góngora y Argote fuera el modelo opresivo de Palmer Hernández. Y fuera la gongorina enseñanza la que lo indujo a decir ``La mujer que dibuje mi cuerpo por cada rincón, sin que sobre un pedazo de piel.''

Sólo un verso de tan famosa salsa de alcoba no admite discrepancia en la interpretación: ``En mi cama nadie es como tú.'' Porque en la cama nadieÊes como ella, mientras aguarda el momento en que ella vuelva a devorarlo, la salsa vuelta pieza de antología en las voces de Azúcar Moreno y Lalo Rodríguez, plantea, confiesa, pregona que ha mojado sus sábanas blancas recordándola. Quiérese decir que las hormona también tienen su discurso prosístico.

¿Acaso mojar las sábanas blancas significa reblanquearlas con el almidón seminal? Cosas veredes. Ahora, porque lo manda la sociedad aperturista, todo es objeto de divulgación -las fantasías genitales del Futuro Monarca de Inglaterra, los nuevos usos para el cigarro puestos de moda por el Presidente Clinton, la satisfacción que colma a Madonna cuando afeita los pubis de los mancebos. Ahora, porque lo manda la cibernáutica, todo se cuenta a viva voz, todo se desgalilla, sobre todo lo que siempre fue tema y materia discurriente a media luz los dos. Como si el placer carnal lo multiplicara su publicación. Impávido, Lalo Rodríguez pregona que practica el pecado de Onán. Amenazante, José José anuncia ``Te voy a estrenar''. Indisputable, Sophie se jacta de ser la reina de las jodedoras: ``Compárame con otras cuando hagas el amor.'' Sólo un varón a la antigua usanza, sólo el sutil pasionario Charlie Zaa, cultiva la estilística de la discreción:

Qué gano con decir que una mujer cambió mi suerte./Se burlarán de mí,/que nadie sepa mi sufrir.

El cancionero Picot, ahora mismo, no pasa de ser una reliquia en posesión de algún coleccionista especializado. El cancionero Picot, ahora mismo, no pasa de parecer un viaje enmarañadoÊa la geografía un tanto reaccionaria de la nostalgia. Sin embargo, contemplado y examinado con rigor, el cancionero Picot se revela como una posible síntesis de la sensibilidad hispanoamericana durante los años cuando aún éramos felices e indocumentados; síntesis a colocar junto a cuanto estuviera rociado por el indiscreto encanto de la puerilidad: el almanaque Bristol, las películas mexicanas estelarizadas por las rumberas -Hipócrita, Callejera, Aventurera, Cabaretera, La venus de fuego; las dos radionovelas clásicas de Félix B. Caignet, El derecho de nacer y Los que no deben nacer; los grupos musicales que nos llegaban de la España franquista, como Los Chavales, Los Churumbeles y Los Bocheros con su repertorio moralista, salubre y bobalicón: ``La española cuando besa,/es que besa de verdad,/y a ninguna le interesa,/besar por frivolidad.''

Los poemas que hacían mandatoria la declamación acelerada, fustigante:

Si porque a tus plantas ruedo,/como un ilota rendido,/y una mirada te pido/con temor, casi con miedo./Si porque ante ti me quedo,/estático de emoción,/piensas que mi corazón se va en tu pecho a romper,/y que por siempre he de ser,/esclavo de tu pasión./Te equivocas, te equivocas,/fresco y fragante capullo,/yo quebrantaré tu orgullo/como el minero la roca./Si a la lucha me provocas/dispuesto estoy a luchar,/tú eres espuma,/yo mar que en sus cóleras confía,/me haces llorar,/pero un día yo también te haré llorar./Entonces,/cuando rendida ofrezcas toda tu vida/perdón pidiendo a mis pies,/como mi cólera es infinita en sus excesos,/¿sabes tú lo que yo haría/en esos momentos de indignación?/Arrancarte el corazón/para comérmelo a besos.

Es decir, aquellas formas culturales que conducían, por los caminos menos sospechados, en medio de unas apariencias que tenían lo suyo de ridículas, hacia una tosca pedagogía espiritual.

Pero, la evocación del cancionero Picot, nieto legítimo del cancioneroÊde Baena, puede aclarar un curioso proyecto de integración cultural de la América descalza, la América amarga, la América en español que hoy, acaso más que nunca, tiene una definitiva relevancia.