La Jornada Semanal, 10 de enero de 1999



REvisiones

De cómo suben las cosas por la luz

Alicia García Bergua

Alicia García Bergua nos propone en esta sección la relectura de Jomi García Ascot, tunecino, español, mexicano y ciudadano de la poesía y del cine. Recordamos su hermosa película, En el balcón vacío, su novela, su Antología personal y su libro dedicado a la música. Nos dice Alicia que la poesía de Jomi es un regocijado y cotidiano trabajo de amor.

Nunca he tenido -dijo el hombre- sueños muy extraordinarios. No son para mí las grandes aventuras -ni aun las pequeñas. Sólo sueño con lugares. Estos, a su vez, distan mucho del escenario romántico -nada de castillos o mazmorras, nada de selvas o ríos generosos. Los lugares que yo veo en mis sueños son simplemente lugares como los que pudiera ver despierto. Pero, ¡eso sí!, muchísimo más interesantes -o, para decirlo con propiedad, más atrayentes.

Eliseo Diego
Noticias de la Quimera,
``La calle de la Quimera''

Breve nota biográfica

Jomi García Ascot nació en Túnez en 1927; hijo de un diplomático español, vivió su infancia en Portugal, Francia, Bélgica y Marruecos. Llegó a México, en 1939, a los 12 años como exiliado de la guerra civil española. Cursó la carrera de filosofía en la UNAM y se recibió con el ensayo ``Baudelaire poeta existencial''; fundó en 1949 el cine club universitario, y un año antes -junto con otros amigos- la revista Presencia, donde comenzó a publicar poesía. Publicó los libros de poemas Un otoño en el aire (1963) y Un modo de decir (1975). Tres años antes de morir, en 1983, publicó su Antología personal de poesía, en la serie Letras Mexicanas que publica el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. A su muerte, en 1986, su hijo Diego García Elio publicó en Ediciones El Equilibrista el libro Del tiempo y unas gentes, donde reúne algunos de los poemas ya publicados y los últimos que escribió. En 1987, se publicó en Editorial Diana su novela La muerte empieza en Polanco. Escribió también un libro dedicado a la música, Con la música por dentro, publicado en 1982, por Martín Casillas Editores.

Además de escribir dirigió las películas Los novios (1960), Un día de trabajo (1960), En el balcón vacío (1962), El viaje (1976), y el cortometraje Remedios Varo (1967). Su obra poética no es muy extensa, sin embargo, parece contener la esencia de todas sus búsquedas en otros terrenos de la creación.

Si algo define a la persona que fue él en vida es su descripción del músico Eric Satie, en su libro, Con la música por dentro: ``Satie no se toma en serio: se observa, se anota. Y salta desde su melancolía a su sentido del humor: es a veces sarcástico, a veces flemático, muchas veces irónicamente tierno. No es nunca cínico...''

Una poética anunciada

Para Jomi García Ascot escribir poesía es, parafraseando uno de sus poemas más conocidos, ``...silencio y palabras/ un modo de decir que estamos existiendo/ y que esperamos a que empiece la vida/ y que se nos acaba''.

En los poemas de Jomi encontramos sobre todo este empeño en decir que estamos existiendo, en buscar las palabras que se acomodan con mayor precisión y profundidad a las circunstancias momentáneas y volátiles de nuestra existencia. Uno cuando escribe poesía llena las palabras con sus propias circunstancias, con su propio tiempo. Dice en ``Del poema'': ``Y un día la palabra está llena/ y su cabeza oscila, pesada, como falta de sueño,/ y la tenemos llena de nuestras cosas/ como una gran canasta/ como un gran perro acostado a nuestros pies/ esperando la voz, el gesto, este momento/ en que por fin la usamos./ Y nos parece que inunda la cuartilla/ y desborda el papel, y late, y zumba/ como un oscuro sol en la página blanca/ y hasta nos parece demasiado visible/ demasiado evidente./ Y luego la miramos bien/ como la mira el otro que nos lee./ Y nos da-mos cuenta/ de que está allí, mínima, sola, desnuda/ y no se le nota nada/ de todo aquel tiempo y nuestra vida.''

Las palabras de la poesía son las únicas que se escriben al borde de lo que sucede, son el cascarón de lo que pasó, son las que permiten a nuestras emociones, pensamientos y reflexiones seguir latiendo tal y como eran pese al tránsito del tiempo.

Sólo con las palabras del poema tenemos un contacto duradero con lo que nos acontece, con nuestra propia vida: ``...tocar con su nombre/ ese temblor que pasa, que es mi vida'', dice en otro poema. Es en la poesía donde se puede registrar claramente esta terrible conciencia de la fugacidad del tiempo, de la fragilidad de la existencia, dice en ``Un poema'': ``Un poema es estar/ volver a estar/ leve de instante/ donde el tiempo duraba y no sabíamos.''

La vida diaria es entonces para este poeta el gran acontecimiento, no las grandes reflexiones, ni las conclusiones más profundas, ni las aventuras más enloquecidas; ella nos permite estar en contacto con lo infinitamente pequeño y cotidiano, lo que realmente saboreamos y sentimos intensamente, y que a la luz de las anécdotas se vuelve imperceptible y fugaz.

Su poesía contiene por ello visiones mínimas e instantáneas pero que a la vez son grandiosas y emocionantes, como ésta de ``Hubo una vez'': ``Exacta, un ave, en plomada invertida, hace alto el cielo/ y el aire suspendido.'' Hay en esta imagen la sensación de que en nuestra perspectiva humana de la vida, el cielo se sostiene en los pájaros y no ellos en el aire. A su vez, los momentos son para nosotros el tiempo percibido, no el que transcurre sin que nos demos cuenta. Estamos aquí para darnos cuenta, aunque no entendamos, aunque no saquemos graves conclusiones. Estamos aquí para ser, para confundirnos entre las cosas y gozar de esa confusión, de esa sensación vaga, agradable y emocionante de pertenecer. En las noches, a la hora en que cerraban los comercios y uno se marchaba del trabajo, según uno de los poemas, había que salir entonces a confundirse con la ciudad que late como un gran animal de fósforo marino. ``Es la hora de perderse entre las cosas/ como el cielo se pierde por las avenidas.''

Dos infancias de luz y de sombra

Alguien dijo que para que los objetos se consoliden, se perfilen en la luz, se necesitan las sombras. Para que los acontecimientos mínimos y fugaces que constituyen la mayor parte de la vida tengan un verdadero peso, necesitamos ponerlos a la sombra, distinguirlos tanto en la luz como en la oscuridad. Este contraste es el que les da temporalidad y dramatismo; de él habla en su poema ``Dos infancias'': ``Ambas infancias vuelven, ya despacio o de golpe./ Una cuando el Caribe, lágrimas en los ojos de recibir el sol a bofetadas/ el querido calor zumbando en los oídos,/ y por el cielo azul las mismas velas blancas/ sobre piedra de siesta y cal de canto./ Otra, cuando los cielos grises y esa grieta del frío/ entre un sabor a lana y hojas quemadas/ y el peso de la tarde en mis espaldas./ Una infancia es de vida/ y a ella le debo el cuerpo y su alegría/ los goces del espacio, del agua y de la sal/ y el gusto por el cuerpo de mujer./ Otra infancia es de muerte, de conocer el tiempo./ A ella le debo la pérdida, el silencio/ y reconocer en los ojos ajenos/ el temblor del hermano./ Y también quizás -como alargar la mano por la sombra-/ casi todos mis poemas.''

Por ejemplo, en ``En el cementerio'' hay también este contrapunto entre el lado luminoso de la vida y de la infancia y la oscuridad de la muerte; es probablemente la cercanía de esta última la que da fuerza al poema: ``Hoy, en el cementerio, hacía calor y en un cielo/ transparente y azul cruzaban, altos, aviones./ Vi en el suelo unos dibujos en tiza, hechos por niños,/ y era hermoso verlos allí, y mucha gente se volvía a mirarlos y sonreía/ (o tal vez me lo imagino porque yo sonreí). [...] Había abejas, y yo recordé haber querido poner una colmena/ sobre la tumba de mi padre, hace ya mu- chos años./ A lo lejos subía el humo blanco y gris de las fábricas/ que señalan el fin de los suburbios./ En realidad nada era triste, excepto este desolador vacío/ en nuestros corazones.''

Hay remembranzas de las costas, de las Antillas, de Cuba y de los lugares en que vi-vió en la infancia que parecen sintetizar toda la gracia, la luz, la magia de los instantes vividos. Por ejemplo: ``Boca de menta de los soportales/ patios donde la fuente es risa de geranios,/ abanico de siesta en ala leve/ reloj de mecedora,/ aire de mimbre tejido por la espera'', o ``La palma ondea, la palma ondea. Y el olor del plátano/ maduro es el rumor de la tarde. A lo lejos el sol pone/ abejas de luz sobre la costa'', o ``Voces de dientes blancos/ sal entera/ salto de vida, palabra que me llena/ de grandes olas verdes, encrespadas,/ y un oro de doblones y de arena'', o ``Yo recuerdo, en los altos armarios,/ una sombra de pinos,/ un frescor de cocina y de lejía,/ por la ventana el aire/ y un lejano latido de pelota'', u ``Olor de Navidad/ y es mi infancia, de golpe, en las castañas./ Ya sube el lejano desvelo,/ altas luces lejanas -mientras iba durmiendo,/ caliente nido en sombra acurrucado,/ en un coche distante, arrumorado/ de mojadas calles, de nieve deslavada/ bajo el largo pasar de los faroles.''

Pero esta musicalidad y esta cadencia para asirse y apropiarse de las palabras y las cosas sólo puede brillar gracias a la oscuridad, a las sombras. ƒstas avanzan sobre la intensidad y la luminosidad de los momentos, pesan en la tranquilidad, son la memoria que se acumula pese a nosotros mismos: ``Los años me van poblando como a un vasto desván./ Soy un lugar de encuentros/ donde queda la luz de los inviernos/ empañada de sol como oro viejo./ Huele a madera, a tinta y a compota/ a plumas de almohadón, a polvo y cera./ Cada rincón se llena de un incienso de rostros/ inacabables, la manera/ de unas sonrisas viejas, de prender un cigarro, de cerrar una puerta./ Ya no cabe el silencio, todas las voces quedan/ en el fondo de todo/ como un temblor de almenas/ que bajo el polvo late/ con un tenaz olor de primavera.'' Entre las sombrías memorias de este poeta está el inmenso destierro del exilio, como él lo llama, el grito angustioso de haber sido expulsado del origen: ``Lo escucho dentro, adentro,/ rebota por las habitaciones de mi sangre/ donde quedaron los juguetes rotos/ y los hermosos veranos,/ se alarga en los pasillos/ donde resuenan interminablemente las pisadas/ de los seres queridos hoy ya muertos/ -apenas alcanzados a vivir/ en este breve tiempo que pasa como un ave/ con un ala rota.''

Bajo este manto oscuro del exilio los versos de este poeta van cobrando toda clase de matices luminosos.

El paso de los días

Para un poeta para quien los instantes vividos son la materia esencial, los días de la semana son distintos, en particular los domingos, pues son los días en los que nos asalta la memoria del espacio que habitamos arrojándonos fuera del transcurso normal del tiempo: ``Por las cañerías de los domingos/ sube el aire de todos los armarios/ las alacenas, los aparadores, las cómodas, los grandes cajones/ de toda una vida y de las vidas que vivieron con ella/ y de las vidas que dieron esas vidas.''

Quizá lo más sombrío y más triste, no es la idea del exilio en abstracto, sino esa sensación de perder la vida cotidiana, el tiempo compartido con los otros, y por supuesto perder a los seres queridos. Los domingos pueden exiliarnos con su tranquilidad, con su excesiva calma, y recordarnos que siempre podemos ser arrojados de un tiempo que ante todo es amor y comunidad: ``El domingo en la tarde nos damos cuenta/ de que tarde o temprano/ nos vamos a morir./ En nuestra habitación, bajo este techo/ y bajo el alto cielo infinito y ajeno,/ es la hora de abrazar muy fuerte/ al ser querido/ y amasar este instante como un pan/ y hornearlo de amor/ a que levante,/ efímero y dorado/ ya que éste ha de ser nuestro alimento/ sobre la tierra fugaz y pasajera.''

Fuera de esta vida, de este tiempo, que tenemos que hornear con nuestro amor diario, no hay nada: ``Nada apresamos, ni siquiera los hijos/ envueltos en su tiempo, separados,/ navegando su río, su futuro/ que no nos pertenece, ni siquiera nos atañe./ Nada apresamos, ni siquiera el amor/ el ínfimo anhelado amor/ siempre a destiempo,/ ni siquiera la fraternidad/ siempre surgida de un equívoco,/ ni siquiera la muerte/ que nos apresa al fin/ y no guarda recuerdo de nosotros.''

Un amor posible y no romántico

Hay en este poeta una visión del amor como algo que día a día se construye con muchos gestos mínimos, el amor es sumergirse en lo que realmente es la vida, esperar ser usado: ``Yo quiero ser usado, cotidiano,/ para tomar café, para ir al cine,/ para el callado roce de las manos/ y para hablar de Conrad y Fitzgerald/ para hacer el amor o la esperanza./ Yo quiero ser usado para la soledad/ para los malos ratos y las cosas amargas,/ para la enfermedad, las cosas rotas/ no para las cosas acabadas...'' El amor es también un oleaje acompasado que uno va recibiendo: ``Y este amor que yo siento no es solamente amor/ sino un empuje largo/ que viene por el tiempo de ola en ola/ y que sin fin repite sordamente el golpe de su espuma/ sobre este corazón, sobre esta playa/ dorada y pasajera'', o es ``...como un nido/ como canciones lentas en las manos''. El amor es algo que gozamos pero manejamos con torpeza, sin conciencia de la finitud de la vida: ``Qué difícil pensar que esto es la vida,/ estos instantes precarios/ como un delgado hilo de humo/ borrado por el viento,/ esta breve, tan breve felicidad,/ que nos pasa rozando,/ esta torpeza de no saber estar con los seres que uno quiere/ y no saber decir/ y no saber callar/ y perder nuestro tiempo/ que es lo único que nos transcurre/ y que al transcurrir también nos mata.''

El amor para este poeta está aquí, en las personas hechas de tiempo, no es una expectativa inalcanzable, sino que es algo tangible ``en la ventana de las horas'', no es sólo imaginable, es algo que perdemos por torpeza o desgracia.

Leer la poesía de Jomi García Ascot es como pasear un largo trecho e ir conversando cálidamente con él. Nos topamos con la profundidad de su inteligencia, con su ligereza, gracia y luminosidad para abordar los momentos, con el agradable privilegio que debe haber sido su amistad. Por eso, recordando a otro poeta que seguramente él conoció muy bien, Eliseo Diego, diré para terminar que ``un poema no es más/ que la felicidad, que una conversación/ en la penumbra, que todo/ cuanto se ha ido, y ya/ es silencio''.



Dos poemas

Jomi García Ascot

Despedidas


Los instantes del amor