La Jornada Semanal, 6 de diciembre de 1998



Guillermo Schmidhuber

A 60 años de El Gesticulador

En este ensayo, el investigador Guillermo Schmidhuber de la Mora, autor del libro de ensayos El ojo teatral, analiza la obra canónica del teatro mexicano contemporáneo. Nos habla aquí del error común de percibir influencias pirandellianas en Usigli, convirtiendo a la obra en una farsa, cuando la clave se encuentra en Ibsen, así como en las observaciones al carácter del mexicano, ``que cree en la fortuna de la casualidad y la importancia de lo contingente''.

Hace 60 años que Rodolfo Usigli escribió El gesticulador (1938) y hace 51 se llevaron a cabo tres estrenos que pueden ser considerados fundadores del teatro mexicano. En 1947 se registró una temporada en el Palacio de Bellas Artes que resultó histórica: El gesticulador, estrenado el 16 de mayo, con actuación y dirección de Alfredo Gómez de la Vega, junto a María Douglas, Carmen Montejo, Rodolfo Landa y Miguel çngel Ferriz, con la escenografía de Antonio Ruiz; La huella, de Agustín Lazo, y El pobre Barba Azul, de Xavier Villaurrutia. Ese mismo año fue el estreno de Corona de sombras, la noche del 11 de abril, también de Usigli, en el teatro Abreu, bajo la dirección de su autor, y el de Invitación a la muerte de Villaurrutia, cuyo estreno fue el 27 de julio, en el Palacio de Bellas Artes.

Rodolfo Usigli nació en la ciudad de México a las tres de la tarde del 17 de noviembre de 1905, ``en la humilde vecindad donde mi familia ocupaba una vivienda en la primera calle de San Juan de Letrán (actual local del cine Teresa)''. A los 15 años, Usigli ya estaba trabajando como ``meritorio en las oficinas de un judío estadunidense que vendía medicinas''; en ese mismo año entrevistó a Vicente Blasco Ibáñez en su paso por México y su nota fue publicada. Aprendió inglés como autodidacta, lo que le permitió leer a Shakespeare y a los que fueron sus autores predilectos, George Bernard Shaw y T. S. Eliot.

El tema mexicano en Usigli alcanza tres niveles de abstracción: de la simple repetición escénica de la realidad mexicana, pasa a indagar las razones psicológicas y sociológicas del mexicano, hasta alcanzar a perfilar la esencialidad de lo mexicano. Su teatro y sus numerosos prólogos y epílogos estudian a México desde la triple perspectiva que aportan las ciencias naturales, las antropológicas y las filosóficas; en este proceso cognoscitivo, este dramaturgo conceptualiza al teatro como un medio excepcional del aprendizaje humano. Los hallazgos estilísticos del teatro usigliano nacen de la disquisición de nuevas formas de entender el realismo escénico. Su insistencia en el teatro de George Bernard Shaw no es infatuación gratuita,Êsino descubrimiento del arte escénico como vía de transformación de una sociedad. Es indispensable entender las correspondencias estéticas del teatro usigliano con la tradición dramática que parte de Ibsen y continúa con George Bernard Shaw.

Las indagaciones de Usigli sobre el teatro realista habían de alcanzar su máximo desarrollo en El gesticulador, donde los elementos trágicos son incuestionables. Es un intento de llevar al hombre anónimo desde la anagnórisis o descubrimientoÊde sus limitaciones, hasta la ambición de alcanzar toda la potencialidad de su vida. Su hamartia, o defecto trágico, está en creer que de la gesticulación se puede pasar a la acción. La catástrofe sucede cuando el partido revolucionario aspira a tener más gesticuladores que héroes. Si el género trágico no estuviera presente, la farsa haría su aparición; y la aventura humana del nacimiento de un héroe quedaría convertida en una grotesca caricatura. En cuanto se reconozca la influencia de Ibsen en esta obra, más cerca se estará de conceptualizarla como tragedia; en cambio, si falsamente se perciben influencias pirandellianas, la pieza será entendida como perteneciente al género fársico, defecto que acontece desgraciadamente en muchas de sus puestas, porque la tragedia invita a la identificación con el héroe, mientras que la farsa incita, por rechazo de los protagonistas, por ser humanos empequeñecidos. Pudiera sospecharse erróneamente la presencia de Pirandello al querer encontrar correspondencias del tema usigliano del ser y el gesticular con el teatro pirandelliano que explora los conceptos de lo subjetivo y de la naturaleza relativa de la realidad. Pirandello nunca ahondó en la naturaleza y en el sentir del alma de un pueblo, ni investigó la posibilidad de la tragedia en el siglo XX. Las críticas negativas que esta obra ha tenido nacen de conceptualizarla como farsa, convirtiendo la tragedia del ser y el gesticular en parodia de lo heroico. Por otro lado, la apreciación negativa de las increíbles coincidencias sin las cuales el tema no podría desarrollarse se desvirtúa en cuanto se sitúa esta obra dentro del género trágico, y las ``coincidencias'' pasan a formar parte de las ricas referencias al carácter del mexicano, pueblo que cree en la fortuna de la casualidad y la importancia de la buena suerte.

La estructura de El gesticulador integra varios motivos dramáticos que presentan la cuestión de la autenticidad humana: César Rubio sufre el dilema entre la mediocridad y el heroísmo; Julia, su hija, está viviendo el descubrimiento de su naturaleza femenina; Miguel, su hijo, vive el encuentro con la demandante responsabilidad del género humano; los tres personajes pasan por un proceso purificador que los inicia en diversos grados en el ``linaje de la verdad'', contrariamente al proceso vivido por los antagonistas -Navarro y los políticos gesticuladores, quienes trastocan los ideales revolucionarios por la pervertida mueca oportunista. El tema de la autenticidad humana muestra sus polos, ya que habiendo partido de una identidad falsificada, se ha llegado a una identidad verídica; ya no importa si César Rubio fuera o no el héroe, lo importante es el testimonio esperanzador que prueba que la humanidad conserva todavía la facultad de vivir con autenticidad un ideal, no solamente entre los personajes del linaje de la verdad, sino también entre los embaucadores como César Rubio.

El gesticulador es la obra forjadora del teatro mexicano porque conjunta con gran unidad las tres corrientes formativas de éste. Del teatro mexicanista toma el tema de la identidad del mexicano, la trama revolucionaria y el lenguaje popular. Del teatro tradicional de raigambre peninsular que le precedió, recibe la estructura de tres actos, el foco de atención dramática en la familia, y los elementos melodramáticos maniqueos del héroe y el villano, que en esta pieza son sublimados por el género trágico; y de la corriente vanguardista adopta la preeminencia del tema sobre la trama, el análisis de lo psicológico, y la trascendentización de lo escénico. El papel de Usigli como fundador del teatro mexicano no parte únicamente de su generosa obra dramática -junto a la de Xavier Villaurrutia, Juan Bustillo Oro, Celestino Gorostiza, Díez Barroso, Amalia de Castillo Ledón y tantos otros-, sino principalmente porque sólo él logró sintetizar en esta obra la evolución teatral alcanzada por el teatro mexicano a través de sus tres lustros formadores. Usigli heredó a las generaciones siguientes de dramaturgos mexicanos un teatro temática, estilística y estructuralmente mexicano. Con El gesticulador, el teatro mexicano alcanzó la hegemonía de los teatros nacionales, logrando que lo mexicano pudiera transustanciarse en lo universal al presentar el carácter del mexicano no únicamente como rasgo fundamental de un grupo étnico, sino también como una vivencia con validez para toda la humanidad.

En conclusión, podemos decir que a partir de 1947 se puede hablar de piezas que pertenecen a un teatro intrínsecamente mexicano. Estas piezas fueron, El gesticulador, Corona de sombras, ambas de Rodolfo Usigli, e Invitación a la muerte, de Villaurrutia.

¡Viva el teatro, pero el teatro mexicano!