La Jornada 12 de septiembre de 1998

Con Un embrujo, el cine mexicano busca afianzarse en el extranjero

Raquel Peguero Ť En los últimos años de la década pasada, Marcel Sisniega deambulaba por Puerto Progreso, Yucatán, en busca de historias. Ahí se topó con el vigilante de una construcción, don Eliseo Zapata, quien por las noches le contó ``sus historias supuestamente verdaderas; seguramente era un mentiroso maravilloso, y de esas maravillas'' escribió un libro de cuentitos y comenzó una complicidad con Carlos Carrera que propició la posibilidad de hacer una película. El proyecto se fue posponiendo hasta que por fin nació en este 1998: Un embrujo se titula y --asegura su director-- no fue producto de ninguna magia sino de ``trabajo puro''.

Han pasado nueve cortos y tres largometrajes para que Carrera (DF, 1962) lograra conjuntar las imágenes y sonidos que forman esta película que tenía proyectada desde antes de su ópera prima, La mujer de Benjamín (1990). Fue hasta que concluyó su tercer filme, Sin remitente (1994), que volvió sobre el proyecto y terminó el guión con el apoyo de Martín Salinas.

En Un embrujo existen algunas constantes de sus otras realizaciones; ``una vez más, no sé por qué pero sale, hay una relación de pareja entre dos personas de diferentes edades. De alguna manera se repite lo de La mujer... y Sin remitente, pero más allá no creo que haya una calca. Algunas imágenes sí se reconocen, pero de hecho es toda la vida de un personaje; algo que no había hecho antes, narrar la historia de alguien desde niño hasta ser adulto''.

Son siete las historias entreveradas las que ofrece, en una producción de época que ocurre en las décadas de los veinte y treinta. Al lado de la biografía de los personajes ``va la trama grande de la historia de Yucatán, con algunas cosas de humor, de cierta fatalidad que marcan a los personajes''. Es su filme más largo --130 minutos-- y con más personajes, 84, además de cientos de extras: ``probablemente, la secuencia que tiene más, es una recepción a Lázaro Cárdenas en la que aparecen 300 personas''.

Rodeado de actores de primerísimo nivel como Blanca Guerra, Luisa Huertas, Guillermo Gil, Vannesa Bauche, Elpidia Carrillo y Rodolfo Arias, Carrera completó el reparto con dos actores debutantes en cine: Daniel Acuña y Mario Zaragoza, quienes interpretan a Eliseo niño y adulto, respectivamente, y tienen en pantalla una fuerza singular. Con música del cubanísimo José María Vitier, la fotografía corrió a cargo del experimentado Rodrigo Prieto. El filme está listo, Carrera también, pues parte el lunes rumbo al festival de Toronto y de ahí a buscar la Concha de Oro del festival de San Sebastián, España.

Sin trampas, no habría películas

--¿Qué papel juega México en el contexto de la película?

--Un embrujo cuenta cómo una esperanza en un cambio se vio manchada por la corrupción en el acomodo de uno de los grupos de poder. Sucede en Yucatán, pero es un poco el resumen de lo que ocurrió esos años en todo México, donde a pesar de las buenas intenciones hubo algunos ganones --como pasa en todos lados-- pues las cosas quedaron distintas, pero no bien. No es una película política, de hecho corren paralelas, por un lado, una interpretación mágica de la vida de un individuo y, por otro, se explica todo como producto de su circunstancia real, tangible. Tendría dos posibles lecturas, aunque soy bastante escéptico e irracional para definirlas. La magia es un marco para contar la historia, pero tampoco es realismo mágico. Es realismo-realismo, ya que casi todos los actos que aparecen fueron hechos históricos.

--¿Es la historia tal cual, de don Eliseo?

--Tuvimos que darle forma a estos cuentos, que eran pedacitos de su vida. En Yucatán, conocimos a don Rubén Frías, el cronista de Progreso, quien nos contó otras historias igual de maravillosas que contenían datos de don Eliseo. Entre esas anécdotas está la llegada de un hidroavión alemán que se estrelló en un pantano. Nos relató que un muchacho se quedó a vivir en él y, en efecto, fue un suceso que se reflejó en los periódicos de la época; lo constatamos en la hemeroteca y lo incluimos en la trama. En general todas las anécdotas son reales. Hay un asunto con una máquina desfibradora que fue pedida por Cárdenas y que por razones nunca claras, permaneció en un cuarto hasta la época de Ruiz Cortines. El hecho es que cambiamos todo de lugar, hicimos alteraciones históricas y aunque ese tipo de anécdotas parecen no reales, sí sucedieron. De ahí que suene a realismo mágico y que tuviéramos que traicionar los hechos reales para darle forma dramática de guión y de película. Hay mucha trampa ahí, pero no hay película sin trampa.

--Es una película sobre la esperanza, ¿crees en ella?

--Sí. La esperanza es lo que mueve al mundo, que se vea truncada por los hechos reales, es otra cosa. Para la mayoría de las personas, vivimos en un país de esperanzas rotas y de eso se trata un poco esta película: de la esperanza de todos estos personajes y cómo se ven truncadas.

--Has dicho que es tu filme más personal. ¿Crees en el cine de autor?

--En todo el cine está el autor presente. No creo que exista alguna cinta en que no esté. Hay películas que son comerciales-comerciales, pero son las menos y en cada filme puedes reconocer un autor. Siempre hay un sello personal, una manera de interpretar al mundo aunque el cine está para contar historias, tratar de reproducir una realidad, darle la vuela a la realidad. No creo en el cine como ensayo, sino como narración.

--¿Una narración como de monitos?, eso dijiste a tus colaboradores para que entendieran la idea.

--Siempre, en las películas de monitos, puedes reconocerte. Hay algo en la selección de los personajes que siempre estoy buscando y es que sean un poco con rasgos exagerados. Las situaciones son también un poco al borde de lo inverosímil, aunque hayan sucedido en la realidad, probablemente por eso les conté lo de los monitos.

Permitir el menor resquicio al azar

--Lo pregunto porque siempre haces un story board, es decir que llegas a locación con la cinta totalmente planteada. ¿El azar juega algún papel dentro de tu dirección?

--Sí, pero sobre todo en la dirección hay que permitirle el menor espacio al azar. Suceden muchas cosas, presiones de tiempo, condiciones de luz que no puedes variar y hay que aprovechar. Los espacios nunca son como te los imaginas, hay que adaptar lo que pensaste al espacio nuevo y el azar, a veces, mejora algo que tenías planeado y debes aprovechar lo nuevo que están proponiendo los actores, el fotógrafo. A veces, hay cosas que imaginaste y son incosteables, así que debes adaptarte a las condiciones reales de producción. Es increíble que, también, por azar guste la película.

--¿Es por azar que tu equipo dijera que eres un director buena onda?

--No es cierto. No lo soy.

--¿Eres dictatorial?

--No. Democrático hasta cierto punto. Procuro trabajar con personas con las que se pueda hablar, no que quieran imponer, de repente, sus puntos de vista.

--Para Un embrujo diseñaste un manejo distinto de la luz y el color ¿Qué es lo que estabas buscando con ello?

--Fueron dos razones: queríamos reproducir la sensación de fotos antiguas. Todo el trabajo de vestuario, diseño, producción, etcétera, buscó que nos apegáramos lo más fielmente posible a fotografías de la época, para crear esa sensación en la película. La idea, además, fue buscar un estilo visual que me sirviera para contar esta historia. Espero que se note, de hecho el proceso de laboratorio que siguió Rodrigo Prieto fue buscando esa fidelidad a las imágenes que de esos tiempos vimos.

--¿Se te escaparon los personajes alguna vez?

--Dentro de cierto margen, los personajes son más o menos lo que me planteé. Seguí el método de dibujarlos primero, antes de conocer al actor que lo representaría y a partir de ahí buscar a un buen actor que visualmente me diera las características y lo proyectara.

--¿Qué aprendiste con Un embrujo?

--Pues, a no hacer películas tan grandotas, a bajarle a la pretensión.

--¿A poco eres un director pretensioso?

--No, pero ésta era una superproducción de época, con muelles, barcos y no sé qué más, y eso cuesta muchísimo dinero que no siempre tenemos.

--¿Te dio miedo esa responsabilidad?

--No, era algo que quería hacer.

--Uno de tus productores, Guillermo del Toro, dice que tienes una mirada cínica y romántica a la vez. ¿Eres un romántico desilusionado?

--Creo que sí, pero también hay un lado cínico que me permite seguir adelante.


Mónica Mateos Ť ``Vivimos un momento de batalla cultural mayor'', consideró Alejandra Moreno Toscano al explicar que el gran desafío que afronta el cine en español a nivel mundial es ``saber si quien va a producirlo seremos los países que hablamos ese idioma o si la difusión de la cultura que consumirán los países hispanoparlantes se va a hacer desde Estados Unidos''.

Coproductora con Bertha Navarro, Guillermo del Toro y Rosa Bosh de la cinta Un embrujo --con dirección de Carlos Carrera y que competirá en el próximo Festival de Cine de San Sebastián, España--, Moreno Toscano agregó que ante tal situación ``la única alternativa sensata'' por la que deben optar los realizadores cinematográficos nacionales es ``buscar el máximo nivel de calidad en los productos mexicanos'' que se exhiben en el mercado internacional, donde ``se va a dirimir una de las grandes batallas culturales de este fin de siglo''.

Añadió que ``una presencia de nuestra cultura, a nivel de iguales en el mundo, es ahora cuando más se necesita. Es una situación de mucho riesgo, pero hay muchas posibilidades. Y tenemos la terca convicción de que las películas que deben conformar la cultura cinematográfica en español tienen que salir, en su mayoría, de México''.

Combatir para ganar espacios

Un embrujo tuvo una inversión de casi 2 millones de dólares y forma parte de ese esfuerzo para lograr ``que las cintas mexicanas sigan ganando público, no sólo el nuestro, sino que también vayan entrando a los países de otras culturas, principalmente a Estados Unidos que tiene ya entre su población a 30 millones de personas de origen cultural hispano. Parece imposible, pero no lo es, pues hay un propósito claro: ¿para qué hacemos cine? Para combatir la hegemonía estadunidense, que no le conviene a nadie. Somos muchos países los que estamos haciéndolo, estamos buscando que nuestro cine permanezca y tenga un espacio donde seamos reconocidos e identificados. Y esos espacios no se abren por cuotas, se abren por competencia''.

De ahí la importancia de que dicho filme haya sido invitado a participar en el Festival de Toronto, Canadá, que se realiza a partir del 10 de septiembre. Dicho foro, aunque no es de competición, es considerado uno de los encuentros internacionales más reconocidos, junto con Cannes, Berlín y Venecia, y el más importante de Norteamérica pues representa la puerta de acceso al poderoso mercado de exhibición estadunidense. Un embrujo también se exhibirá en San Sebastián, el próximo 24 de septiembre, como candidata para la Concha de Oro a la mejor película.

Retomar las riendas

Para Berha Navarro esa ``fe por hacer las cosas es una convicción. No todo se puede ver en función de lo mercantil aunque el cine tiene esas dos grandes características: como cuesta tanto hacerlo, hay que resolver la cuestión económica pero sin dejar de lado el aspecto cultural. Por eso, uno de los grandes desafíos de los productores de cine es hacerlo con calidad y que tenga público, que no se divorcie la calidad del público, es decir que no se vuelva cine de arte que sea nada más visto por cuatro personas. Es un enorme reto vincular esos dos aspectos''.

La productora de cintas como Cronos y Cabezas de Vaca, explicó que existe una energía viva en la comunidad cinematográfica mexicana ``que es muy luchona y que, a pesar de que aún no se recupera económicamente, comienza a tener más financiamiento; hay más facilidades para los productores y nuevas empresas se están lanzando a producir. Supongo que con Diego López al frente de Televicine esta empresa se va a fortalecer, y están instancias como OCESA que se va a iniciar como productora de cine.

``Nuestro objetivo común es vincularnos más con el público. Tenemos claro que estamos ante una oportunidad que quizá en algunos años ya no existirá. Debemos dejar a las nuevas generaciones los medios para expresarse, más en este mundo que se va a volver audiovisual. México debe tener a sus creadores audiovisuales, por eso estamos tendiendo puentes.''

Actualmente, el cine mexicano no cuenta con mecanismos adecuados para cotizar sus productos en el extranjero; ``esa es una lucha grande. Antes, la industria cinematográfica en México era muy vital, muy fuerte, pero se desarticuló. Los productores empezaron a invertir en bienes raíces en lugar de reinvertir en cine; luego se estatizó, luego se desestatizó, luego la cuota que se tenía de cine mexicano en las salas se fue perdiendo. Ahora, tenemos que retomar las riendas y volver a armar todo desde una perspectiva actual''.

Para ello, Bertha Navarro se asoció con Del Toro, Alfonso Cuarón, Laura Esquivel, Rosa Bosh y Moreno Toscano para formar la empresa Tequila Gang que, para empezar, ``va a lanzar a nivel mundial, con fuerza, Un embrujo. Es una propuesta bastante imaginativa y generosa, pues creemos que las personas no van a ver cine mexicano porque no se les ofrece, entonces tenemos que facilitarles el que lo ubiquen. Son muchas cosas por resolver. Primero, encontrar un buen guión, luego producirlo, luego colocarlo y distribuirlo; luego promocionar la cinta, luego lanzarla al extranjero pues es muy importante tener una cinematografía propia. Y es de una relevancia absoluta que los medios de comunicación apoyen, que haya una crítica de cine realmente más seria que vigile y propicie la salida de nuestros filmes'', concluyó Navarro.