Detenido, El Tanque, jefe del cártel de Tepito
Humberto Ortiz Moreno Ť A sus 27 años de edad y al cabo de ocho años de asesinatos e impunidad para acabar con la competencia, Jorge Ortiz Reyes (El Tanque), capo mayor en el cártel de Tepito, sudaba copiosamente ayer mientras ofrecía 3 millones de pesos a sus captores para evitar la prisión dentro de la agencia 50 del Ministerio Público.
Su detención anteayer por la tarde, en un inusitado operativo ejecutado por 40 agentes judiciales especializados en el corazón del barrio, fue precedida por otra acción hace tres semanas que debió abortar porque el joven amenazó: ``¡Aquí se mueren, cabrones!'' Y salieron a relucir los cuernos de chivo entre su banda.
Tiene en su cuenta por lo menos cuatro homicidios, entre ellos el de El Bato, sobrino de El Papirín, quien era su enemigo natural en Tepito y hoy está preso en el Reclusorio Oriente, y el de tres personas de la colonia Gabriel Hernández en un Jetta negro, cuando la guerra por el control del tráfico de estupefacientes y enervantes en la ciudad estaba en su punto más álgido.
Encobijados y ejecuciones le bastaron para apoderarse del manejo de las drogas en Tepito, al amparo de sus influencias entre los cárteles de narcotraficantes centroamericanos y colombianos y siempre, sin duda, ayudado por servidores públicos corruptos. Incluso, la Procuraduría General de Justicia capitalina investiga la complicidad de dos altos mandos policiacos con esa banda.
El Tanque ya había sido detenido en la frontera con Guatemala, en posesión de 20 kilos de cocaína y un millón de pesos. Pero precisamente los policías judiciales federales lo soltaron quitándole la mercancía ilícita y el dinero a cambio de la libertad.
En Tepito era, para los jóvenes y niños, algo así como un ``héroe'', el ejemplo a seguir por sus logros en el bajo mundo a tan temprana edad. Pero también enfrentaba el miedo, el rencor y la aversión de vecinos y, curiosamente, de malandrines de poca monta que se sometían a la fama violenta y sanguinaria del narcotraficante que, cuando no vendía drogas, asaltaba joyerías y otros negocios del Centro.
Para nadie era un secreto que Jorge utilizaba a menores de entre 9 y 14 años de edad como distribuidores en la zona. Eso sí, humano que es, los protegía con un ``muro'', o sea, un sicario que cuidaba que la mercancía llegara a buen puerto sin problemas. Es propietario de una flotilla de 11 motonetas que alquilaba para circular en el barrio y que están a nombre de su esposa Leticia Ponce Ramos. En su patrimonio figuran los automóviles Camaro, Honda y Jetta último modelo; dos motocicletas de lujo, una BMW y otra Honda, así como los interiores 3, 5 y 9 de callejón de Tenochtitlán, y el predio marcado con el número 122-C de Matamoros, y un estacionamiento ubicado en Jesús Carranza y Peñón, bajo la razón social ``Valencia''.
Sus contactos colombianos y centroamericanos no le fallaban, porque comercializaba 200 kilos de cocaína semanales, según cálculos de investigadores. Los cargamentos entran por el aeropuerto sin problemas, en maletas de 80 y 100 kilos que pasan por las aduanas federales cuyos vigías al parecer padecen ceguera.
El operativo no fue fácil. Requirió de mucha fuerza. Las redes de protección de El Tanque, sorprendidas porque nunca había entrado la policía con esa actitud y mucho menos a detener al capo, actuaron incluso cuando el jóven mafioso estaba detenido. Agua hirviendo, botellazos, sillazos, pedradas y mentadas. De todo aventaron a los elementos policiacos cuando fueron por El Tanque.
Al menos dos altos mandos policiacos de la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal le avisaban cuando iban contra él. Pero esta vez le fallaron. Y aunque cuando vio a los judiciales, que lo aprehendieron en flagrancia, sacó su pistola 9 milímetros para amedrentar, estaba ``atorado''. Se tiró al piso mientras otro de sus compinches encañonaba a los policías. Pero todo fue tan rápido y sorpresivo que la reacción fue tardía.
Y tuvieron que sacar arrastrando al corpulento Jorge, quien ya para ese momento no contaba con nadie para defenderlo. En dos mochilas guardaba 200 grapas de cocaína, 250 pastillas psicotrópicas, 15 carrujos de mariguana y una báscula de precisión.
El Tanque, de 1.80 metros de estatura y más de 100 kilos de peso, vivía en la calle Matamoros 133. Creció en Tepito y conocía perfectamente los laberintos de impunidad que florecieron en la colonia Morelos. Así, fundó su centro de operaciones en las calles de Tenochtitlán, esquina con el callejón del mismo nombre. Nada se movía allí sin su consentimiento.
Cocaína, mariguana y pastillas psicotrópicas eran su especialidad en ventas. Ya detenido, recordó un hecho que marcó su vida criminal:
Hace un año conoció a una mujer que le apodan La Chaparrita, nativa de Guatemala, quien lo invitó a su país para comprar alcaloide a bajo costo. Jorge viajó a esa nación y allá la mafiosa le presentó a El Jarocho, un misterioso hombre que le ofreció la droga a 30 mil pesos el kilo. Hecho el trato, el capo tepiteño guardó la droga en una grabadora y regresó en autobús al Distrito Federal. A partir de entonces compraba no menos de 20 kilogramos de coca y el negocio crecía. Hasta que a fines del año pasado lo detuvieron agentes federales y lo extorsionaron. Y luego El Jarocho lo timó en enero robándole un millón de pesos y la droga. Jamás regresó a Guatemala.
Quebrado económicamente, decidió vender unos cuernos de chivo, metralletas y pistolas que tenía guardadas para adquirir droga y recuperarse. Ricardo ``N'', alias El Muerto, es el sujeto dedicado a la compra-venta de armas en Tepito. Ambos acordaron asociarse para comercializar narcóticos. El Tanque le pagaría 10 pesos por papel de coca vendido.
Entonces comenzó a tomar más fuerza. Delincuente que se le oponía o competía con él, era eliminado. Aún más, quien era su jefe, apodado El Karateca, murió en extrañas circunstancias, lo mismo que su socio en la desgracia Alan Villagrán.
Se hizo compadre, en cambio, de Alejandro García Díaz, de 20 años de edad, quien es policía preventivo en activo y fue detenido con él.
Tan joven, El Tanque podrá pasar a formar parte de la mitología criminal de Tepito. Pero conociendo cómo se manejan los penales capitalinos, su futuro podría ser promisorio manejando sus negocios desde la cárcel, como su archienemigo El Papirín. El barrio era de él, en los hechos. Pero los investigadores se preguntan: ¿de quién será hoy...?