Masiosare, domingo 10 de mayo de 1998


Todo el


METRO


Alberto Nájar


Un recorrido en el Metro, esa expresión con llantas del México de masas. Una crónica, hora por hora, de los andenes y los túneles, de los nacimientos y los suicidios, las batallas de los vagoneros y las disputas sindicales. Refugio de indigentes, terreno de la violencia urbana, lugar para el ligue o el manoseo anónimo, el Metro es también una maquinaria milagrosa que reparte a 4.6 millones de pasajeros cada día. Hace 29 años fue inaugurada su primera línea. Hoy, ¿alguien entendería a la ciudad de México sin el Metro?

3:00La cuadrilla desvelada. La cuadrilla nocturna ya no quiere más dinero. Desde hace dos meses, sus integrantes acomodan y vuelven a acomodar el balastro (piedras) donde se asientan las vías de la línea 9, entre las estaciones Pantitlán y Puebla. Todas las noches con pago de horas extras.

``Desde que empezamos la chamba se cancelaron las reuniones familiares. Hasta los hijos nos desconocen'', bromea el jefe de la cuadrilla

La tarea es laboriosa porque las vías sólo pueden moverse dos milímetros de su posición original. Y el puente que las sostiene en este tramo, al igual que el resto del complejo Pantitlán, se está hundiendo.

Por eso no acaban. El balastro que acomodaron en febrero ya se movió y hay que volver a empezar. Si no fuera por las desveladas de esta cuadrilla, el servicio se habría suspendido hace tiempo.

La ciudad no puede permitirse las consecuencias: por Pantitlán pasan todos los días 350 mil personas. El Estadio Azteca lleno tres veces.

El gusano naranja nunca se detiene. Para lograrlo, se requiere que la cuadrilla de Pantitlán no duerma.

3:30En sus marcas. Las válvulas cedieron. Los frenos se botaron y el convoy, estacionado en la vía 3 de Pantitlán -línea 1- empezó a deslizarse hasta alcanzar 16 kilómetros por hora. Se estrelló con otro tren.

Oficialmente no se dijo nada del percance. Pero en las fondas donde se reúnen los trabajadores del Metro, se explica: el operador no accionó correctamente las válvulas de los frenos.

``Necesitan como 80 vueltas y nomás le dieron 10'', precisa un ingeniero de vías. ``La verdad es que pocos se entretienen con tanta vuelta, y como nunca había pasado nada...''

Hasta ahora, porque esa madrugada del 3 de abril el conductor tuvo mala suerte: estacionó su tren en una zona donde se formó un declive.

No tenía por qué saberlo. Hasta hace un año el suelo en la vía 3 era parejo: apenas con una inclinación de .4 grados, es decir, 40 centímetros cada 100 metros.

Ahora es de un metro en el mismo tramo.

Detrás de estas historias, en los relatos que tejen los trabajadores del Metro, está la falta de mantenimiento propiciada por los negocios de funcionarios anteriores.

4:00El dormitorio. Estación Tacubaya, jueves 9 de abril. El conductor vio que los niños de la calle dormían plácidamente en su tren. No les dijo nada. Se fue con el personal de vigilancia.

``Es bronca de ellos, porque se supone que nadie puede meterse a los túneles'', cuenta entre risas, una semana después.

Los vigilantes fueron hasta el vagón: ``Olía horrible, a puro activo, cemento y mugre'', cuenta uno de ellos.

Los menores se salieron sin resistencia. La madrugada siguiente dormían de nuevo en un vagón.

5:00Sobrevivientes. Los sobrevivientes del Paso de la Muerte -el tramo de la autopista México-Pachuca donde reinan los asaltantes- suspiran aliviados cuando llegan al paradero de Indios Verdes.

De inmediato saltan de los chimecos y peseros para ganar un pedacito frente a la entrada del Metro, primera escala en su viaje a las zonas industriales de Azcapotzalco y Vallejo, o los comercios y oficinas del centro.

Es el México de masas. Cuando caiga la noche y el gusano naranja descanse por unas horas, por los torniquetes de Indios Verdes habrán cruzado 150 mil personas, sólo 3% de los 4.6 millones de usuarios que todos los días se mueven por túneles, andenes y puentes del Sistema de Transporte Colectivo (STC), el Metro.

5:45Cautivos. Una mujer embarazada se tambalea entre la multitud del pasillo de Pantitlán, Línea 1.

Su hijo de cinco años grita cuando su mamá, recargada en la pared, se desliza hasta el suelo. Hay muchos testigos, pero sólo una veinteañera se inclina a ayudar.

El desmayo dura unos segundos. La señora despierta pero no puede moverse. Mareada, consuela como puede al pequeño, que no cesa de llorar.

Las filas de usuarios empiezan a moverse, después de 15 minutos de espera. Lo normal a esta hora en Pantitlán, la estación con mayor afluencia.

La multitud avanza unos metros y se detiene, muy cerca de los torniquetes. Los pasajeros quedan atrapados entre los barandales que sirven para conducirlos en orden. El cautiverio de las masas.

7:00Ese olor a colonia. Es temprano y los aromas del Metro son generosos con los pasajeros. Casi todos viajan recién bañados.

Sobre la Calzada de Tlalpan, los millones sin automóvil tienen una pequeña revancha frente a los motorizados. El Metro avanza, los autos están varados.

La Línea 2, en ese tramo, corre por fuera y los desesperados automovilistas miran cómo el tren se va.

Las mil 500 personas que llegan a acumularse en los andenes de cada estación suben a los vagones y desde las ventanillas les dicen adiós a los dueños del asfalto. Los desafortunados que no poseen un coche sí llegarán a tiempo.

7:30La sangre en todos lados. Estación San Lázaro, en el andén dirección Observatorio. Hace diez minutos que el tren no pasa y la multitud crece y crece. Ya no cabe ni un alma en el pasillo.

Guadalupe alcanza un lugar al frente, sus pies muy cerca de la línea amarilla de seguridad. Es viernes, a mediados de marzo de 1997.

A su lado, una chica con neceser rosa aprovecha la espera para retocarse el maquillaje.

Un pitido anuncia la llegada del convoy. La multitud empuja.

Todo sucede en fracciones de segundo.

La muchacha del neceser empieza a gritar, desesperada. Guadalupe se pone súbitamente pálida y mira a la muchacha allá abajo, en las vías.

Los gritos se ahogan cuando el convoy frena de golpe. Guadalupe se pone histérica. Se toca las mejillas, mira sus brazos, sus piernas y su vestido azul manchado de rojo.

Entonces es ella quien grita: ``¡La sangre, la sangre está en todos lados!''

7:45Estímulo 110. Los trabajadores que levantan los restos de los suicidas reciben una compensación de dos días de salario: el estímulo 110.

Uno de ellos cuenta: ``Cuando la rueda le pega en la cabeza, la masa encefálica se estampa en la barra guía''.

A veces, partes de los cuerpos quedan atrapadas entre la maquinaria de los vagones. ``Antes las sacábamos con bolsas de plástico, pero ya nos dieron guantes''.

En lo que va del año, 11 personas se han arrojado a las vías; nueve murieron. Durante 1997 fueron 58: más de uno por semana.

Este año ha habido suicidios en las estaciones La Raza, Guerrero, Autobuses del Norte, Indios Verdes, Apatlaco, Deportivo 18 de Marzo, Panteones, Viveros, Taxqueña y dos en Cerro de la Estrella.

¿Cuántas de estas personas realmente tenían deseos de arrojarse, y cuántos cayeron empujados por la multitud?

Pregunta sin respuesta oficial.

Casi todos los reportes de los conductores dicen que las personas se arrojan por su propia voluntad, aunque en algunos casos reconocen que únicamente los ven caer.

Sólo 30% de quienes mueren de esta forma dejan alguna nota aclaratoria. Otros ni siquiera traen identificación. Y por la forma como quedan después de ser arrollados, las probabilidades de que sean destinados a la fosa común son muy altas.

8:30Una ciudad sin Metro, en un día cualquiera. En Tlalpan se detiene el Metro y de inmediato se arma el caos.

Camiones y microbuses circulan con personas colgando de las puertas; no hay un solo taxi libre y por el carril derecho cientos de usuarios caminan resignados, rumbo al centro o al sur. La multitud invade tres carriles de la calzada. El tráfico se detiene. La radio advierte: aléjese, no venga, sálgase de Tlalpan.

Los helicópteros sobrevuelan la zona mientras Tlalpan se convierte en un gran estacionamiento. Una ambulancia se atora. Ni la sirena le abre paso.

Ni con todos los camiones, combis, microbuses y taxis que hay disponibles se puede resolver el problema.

Todo ocurre porque dejaron de funcionar unas cuantas estaciones de una sola línea.

¿De qué tamaño sería la tragedia si un día, de pronto, se detuviera todo el Metro, que realiza 18% de los 30 millones 753 mil viajes diarios de la zona metropolitana?

En otras palabras, 4.6 millones de personas que para moverse necesitarían 6 millones de automóviles particulares, o 4 mil trolebuses, o 100 mil microbuses o 295 mil taxis.

La estructura vial de la ciudad no soportaría ese incremento de vehículos. La velocidad promedio se reduciría a la mitad, es decir, 20 kilómetros por hora. El tiempo de traslado a las zonas de trabajo -que es de una hora en promedio- crecería al doble.

Con más motores aumentarían los índices de contaminación, que en lo que va del año se mantienen en 100 puntos Imeca al día.

Sí. La ciudad de México sería otra sin el Metro.

9:30Aquí no pasa nada. Las historias sobre las fallas en el mantenimiento del Metro son plato corriente entre sus empleados. Como es común que sus directivos las rechacen todas.

``Todo está al 100 por ciento, no se puede jugar con la seguridad de los usuarios'', dice, por ejemplo, Gerardo Requis Bustos, subdirector técnico del Sistema de Transporte Colectivo.

El funcionario da sólo un detalle: desde el 5 de diciembre, fecha de estreno del nuevo gobierno perredista, los usuarios han rayado -con monedas, corcholatas y clavos- unos 20 mil cristales de los vagones.

Fuera de eso, insiste, en el Metro no pasa nada.

O casi nada.

El lunes 6 de abril, a las 7 de la tarde, dejó de funcionar uno de los tres transformadores que abastecen de energía a las líneas 1, 2 y 3. Y dos días después se descompuso otro. Era Semana Santa y por eso las consecuencias fueron mínimas.

Un peritaje determinó la causa de la falla: a los aparatos no les cambiaron el aceite.

Antes de la entrevista, el reportero recorrió todas las zonas consideradas como vitales en el principal centro de operaciones, sin que nadie preguntara nada.

Si cualquiera puede entrar al área donde se controla el transporte de millones de personas, ¿por qué no creer que se olvidaron de cambiar el aceite a los transformadores?

10:00El rabo verde. Estación Cuauhtémoc, línea 1. Un sujeto cincuentón trata de meterse al primer vagón del tren, estacionado en dirección a Observatorio.

Apenas pone el primer pie y le llueven empujones, pellizcos y bolsazos. El individuo desiste. Se queda de pie frente al vagón, la mirada rencorosa clavada en la mujer que le pegó con la bolsa.

``Pinches viejas'', dice al fin, ``si no les iba a hacer nada''.

``Cállese, viejo rabo verde. Sáquese a su lugar'', le responden a coro.

11:00Un deprimido con una pistola. Línea 3, dirección Universidad, 24 de abril. Un pitido anuncia que el convoy 41 entra a la estación Hidalgo. Guillermina Gándara Reyes se levanta junto con su hija de tres años y se encamina a la puerta.

En ese momento ``se escuchó un balazo y sentí un golpe en la pierna, miré hacia abajo y vi que me estaba saliendo sangre'', recuerda la mujer.

Los pasajeros gritan mientras se oye un segundo disparo, que lesiona a Miguel Martínez en la nalga derecha.

El convoy se detiene en la estación y se abren las puertas; Guillermina se apoya en su madre, María de la Luz Reyes, y abandonan el vagón lo más rápido posible. El resto de los usuarios ya está afuera.

``No vimos nada raro, ni que estuvieran asaltando a alguien'', dice doña Luz. ``Todo fue muy repentino, no me explico qué sucedió''.

Tampoco los vigilantes del Metro saben qué pasó. No hay testigos. La única huella del incidente es la mancha de sangre que los heridos dejan a la mitad del andén, frente a un anuncio de galletas.

La estación se desaloja. Entre los usuarios se corre la versión de que fue un asalto y que eran dos los ladrones, pero nadie confirma.

El convoy 41 se va. Diez minutos después, la señora y el adolescente viajan en ambulancias.

Este fue el segundo incidente de este tipo en menos de un mes. El 29 de marzo el vigilante Carlos Aguilar Bernal fue lesionado en un hombro cuando trató de detener a Luis Soto Hernández, quien, completamente ebrio, disparaba a los usuarios en la estación Zócalo.

Los pasajeros tuvieron suerte.

En septiembre de 1995, Ernesto Cruz Jiménez, ex agente de la Judicial mexiquense, disparó contra los pasajeros en La Raza: mató a dos y dejó heridos a cinco. Al ser detenido explicó que esa mañana se sentía deprimido.

El pasado lunes 27 de abril lo sentenciaron a 50 años de prisión.

El Metro es una zona con alta concentración de violencia. En 1997 se registraron 174 asaltos al mes y en lo que va de este año se han consignado a mil 960 presuntos delincuentes.

Todos los días, la dirección del STC recibe cien reportes de incidentes, entre robos, pleitos y emergencias médicas.

12:00La guerra de los vagoneros. Autobuses del Norte, línea 5. Al fondo del vagón canta un ciego. En el otro extremo se aparece un vendedor de pilas. Ambos se encuentran a la mitad del pasillo y el de las pilas reclama: ``Este es el mío, tú vas en el de atrás''.

En la siguiente estación bajan los dos, el invidente para quedarse y el otro para cambiar de vagón. Ninguno cumple su objetivo. Tres jóvenes del Grupo Operativo de Apoyo al Pasajero los interceptan.

Camino al Juzgado Cívico 33, donde se consigna a los detenidos en el Metro, el vendedor no para de reclamar. El ciego calla.

Total, en menos de cinco minutos pasaron a formar parte de los 23 mil ambulantes detenidos este año en el Metro. Y tuvieron suerte, pues al menos no los golpearon.

Porque entre los vagoneros, como se conoce a los vendedores que pasan de un carro a otro, abundan las historias sobre celdas clandestinas, donde los vigilantes se dan vuelo con los golpes.

Una celda estaría en Pino Suárez; otra, dicen los vagoneros, en La Raza.

La historia, claro, no es de buenos contra malos, porque los ambulantes también tienen lo suyo. A mediados de marzo dos grupos de vagoneros priístas se disputaron a balazos el control de la estación Coyuya, con saldo de un muerto.

Y según el STC, el año pasado 117 vigilantes resultaron lesionados en enfrentamientos con vendedores.

12:30Los temores del cacique. Talleres de Ticomán.

El secretario de la sección 2 del Sindicato de Trabajadores del Metro, Simón Pérez Olguín, se enfrenta a un par de disidentes.

``Les voy a romper la madre'', dice a Alfonso Adame y Pedro Moreno. ``Más vale que se cuiden''. Y lo hicieron. Apenas se reponen del susto, inician en el Ministerio Público la averiguación previa 13/2795/19-98-03.

Adame dice que las amenazas demuestran el miedo que la dirigencia sindical tiene a los grupos independientes, porque cada día cobran más fuerza.

La dirección sindical, de pura cepa priísta, aprieta tuercas. Y persigue a los inconformes. ``Si voy al baño me siguen, si suena el teléfono contestan primero y preguntan quién es. Ya nomás falta que me den de comer en la boca'', se queja un trabajador de la estación Chabacano, Línea 2.

El miedo anda en Metro.

14:00La derrota de los punketes. Estación Pino Suárez en los últimos días de Oscar Espinosa. Cincuenta jóvenes irrumpen en el anden y abordan el primer tren con rumbo a Cuatro Caminos.

Vestidos de civil, lo único que los identifica es el cabello corto, casi al rape, y su agresividad con los pasajeros que intentan abordar el vagón.

Al llegar a Revolución bajan y se dirigen al andén contrario, donde un grupo de punks y chavos banda se dedican a asaltar pasajeros .

Los jóvenes con tipo militar no negocian. Bloquean las salidas, forman una valla y empujan a los escandalosos hasta un extremo del pasillo.

Al final de la batalla campal, los punk llevan la peor parte. Quince de ellos, algunos con sangre chorreando de la frente, son escoltados hasta un vagón desalojado ex profeso. A lo largo del trayecto a Pino Suárez, reciben patadas y puñetazos.

¿Quiénes eran los eficientes guardianes? ¿Qué supo de ellos el nuevo gobierno? ¿Quién se encargó de desactivarlos? ¿Lo hicieron ya?

De acuerdo con el subdirector técnico del STC, Gerardo Requis, la seguridad está a cargo de mil 600 miembros de Vigilancia que se identifican por sus chamarras azules. El GOAP (con uniforme negro) y la Policía Auxiliar suman mil 800, además de células de la Policía Judicial que efectúan rondines en las horas pico.

Nada más. Sobre estos jóvenes con cabello a rape y vestidos de civil, que actuaban en los tiempos del último regente, no hay noticia alguna.

15:00Agua bendita. En cualquier estación. El agua que beben quienes visitan las instalaciones del Metro es una de las más caras del país. Según el acuerdo 224/97 del Comité de Adquisiciones, los garrafones instalados para tal fin costaron 225 mil 300 pesos, y se compraron a las empresas Purificadora de Agua de Texcoco y Agua Purificada Hidroquímica, representada por Evencio Gómez Gómez.

Apenas una muestra de la situación que encontró el nuevo gobierno. Empleados y profesionistas del Metro han entregado a la nueva administración gruesos legajos donde, afirman, se prueban cientos de irregularidades en el manejo de los dineros del STC.

Otra muestra.

La Dirección de Operaciones de las líneas 7, 8, 9 y A solicita diez pórticos de sustitución de rieles, indispensables para reparar las vías y que cuestan 42 mil pesos.

Como no hay en el almacén, se hace el pedido a la empresa L. Geismar y/o Montes y Valdés, SA de CV, que los entrega casi de inmediato. Adquiridos de esta forma, los pórticos cuestan al Metro 270 mil 416 pesos. Seis veces más que su precio de mercado.

A pesar de ser un organismo descentralizado del gobierno capitalino, la basura que se genera en el Metro no se la lleva el servicio de limpia del DDF.

La responsabilidad es de las empresas Materiales para Construcción, Organización de Mantenimiento y Comercializadora Reyna, que según el acuerdo 212/97 del Comité de Adquisiciones, cobraron en conjunto 247 mil 579 pesos.

Acarrearon la basura en 600 viajes.

Cuando el STC tiene necesidad de trasladar cajas o muebles, no utiliza sus propias unidades: es más fácil contratar el servicio a ``empresas especializadas'', curiosamente las mismas que se llevan la basura. Por estos menesteres se llevaron 239 mil 494 pesos (acuerdo 215/97).

Igual sucede cuando se requiere cambiar cristales: de eso se encargan empresas como Construcción en General Mapeco y/o ingeniero Mauricio Pérez Cortez, así como Fabricación y Servicio Industrial.

Ninguna de las empresas anteriores tuvo necesidad de concursar por los contratos. Todos se asignaron directamente y, antes de entregar la estafeta a Cuauhtémoc Cárdenas, la administración de Oscar Espinosa renovó los contratos.

En el nuevo gobierno ya se prendieron los focos rojos, y una de las prioridades es la reubicación de los negocios que representen algún riesgo para los usuarios, como los que venden comida caliente. La concesión es de Sare.

Las pesquisas incluyen al mantenimiento. Un reporte preliminar de las auditorías indica que el dinero gastado no corresponde a las acciones realizadas.

17:00Los niños del Metro. Estación Cuatro Caminos, 27 de febrero. Micaela Martínez baja de la combi ya con las primeras contracciones del parto. Se dirige al Hospital de la Mujer pero siente que no podrá llegar. Un vendedor ambulante le recomienda que entre al Metro. ``Allí la van a ayudar'', dice.

Con muchos trabajos Micaela llega a las escaleras de la entrada K, donde se desploma. Los vigilantes se percatan y como pueden la cargan hasta la caseta de vigilancia.

Allí nació una niña, entre chamarras y camisetas de los empleados.

Fue el primer nacimiento de este año en el Metro. El segundo ocurrió en la estación Hospital General, el 11 de abril. Esta vez, la administración del Metro no olvidó a sus niños: les da asistencia médica y alimentación.

18:00Un museo gigante. En los túneles de la línea 9 aparecieron graffitis, curiosamente en lugares donde se supone que no se debe caminar. Son dibujos muy elaborados, hechos sin prisa.

A mediados de abril se cambió la pintura a un convoy que, en tres horas, apareció lleno de graffitis, tan bien hechos que, cuenta un ingeniero de vías, ``no lo querían despintar''.

Claro, también existe lo permitido.

En sus 29 años, el Metro ha alojado exposiciones y murales que han sido vistas por más de 100 millones de personas. Un orgullo de todas las administraciones. ``Es uno de los museos más concurridos del mundo'', rezan los documentos oficiales.

Murales y esculturas comparten espacio con 800 pizzerías,

cafeterías, librerías, torterías y puestos de periódicos, que a partir de la administración pasada abundan en los pasillos.

20:00La ciudad y su gusano. La última hora pico. Cientos de miles pelean por un centímetro más de espacio, el derecho a respirar incluido.

Besos colgados de los estribos, manoseos con garantía de impunidad entre la multitud anónima. Ligue hetero y homosexual en Balderas e Insurgentes. Sexoservidoras disponibles en Revolución y Cuitláhuac.

El Metro en pleno movimiento en la hora del regreso.

En santa paz, porque los datos oficiales indican que el Metro tiene el índice de accidentes más bajo del mundo. El año pasado se poncharon sólo 15 de las 20 mil llantas que circulan diariamente. Ochenta de cada cien incidentes que ocurren al día se resuelven en menos de cinco minutos.

Cada 150 metros de vía existe un sensor que reporta el desarrollo de la jornada a los tableros ópticos que se encuentran en el PCC (centro de control).

En estas pantallas con foquitos rojos y verdes reside el cerebro del gusano anaranjado. Cada uno de los mil 903 convoyes se maneja con piloto automático; los conductores prácticamente se limitan a abrir y cerrar puertas.

Para mantener saludable al gusano trabajan todos los días 15 mil 678 personas, 66% sindicalizadas.

Cada noche, mil 500 trabajadores recorren los 178 kilómetros de vías y las 154 estaciones que componen la red, y durante tres horas verifican las barras guía, pistas de rodamiento y el cableado; limpian armarios, cambian durmientes, ajustan el equipo de señalización y compactan el balastro.

Todo es a lo grande: cada año el Metro realiza -si se consideran los trasbordos entre líneas- un promedio de 2 mil 700 millones de viajes personales. Cada hora se consumen 2.5 millones de kilovatios de electricidad, suficientes para iluminar por un día a toda la población de la península de Baja California.

Por las noches, el gusano anaranjado respira y su aliento sirve de refugio para indigentes y niños de la calle, agazapados en los ductos de ventilación o escondidos bajo los asientos de sus vagones.

Se mueve. Y la ciudad le sigue el paso.

1:00Un kilómetro de cable. En Ferrería la brigada de supervisión nocturna encuentra que en menos de una hora desaparecieron 50 metros de cable de cobre, y nadie sabe cómo se los llevaron los ladrones.

Es algo cotidiano.

El robo hormiga es uno de los principales problemas del Metro, a tal nivel que en algunas áreas (como el PCC de Delicias) fue necesario instalar cámaras de televisión frente a las salidas de emergencia.

De todo se roban: herramientas, papelería, sillas, computadoras... Y sobre todo, cable de cobre. Mucho, en promedio un kilómetro al día.

2:00El balastro, otra vez. Estación Puebla. Veinticuatro horas después, la cuadrilla de trabajadores de vías está de regreso en el mismo tramo.

Igual que ayer, el teodolito indica los lugares donde se requiere volver a acomodar el balastro. Los trabajadores esperan, enfadados.

De madrugada, a la mitad del puente y sobre la fatídica barra guía, es fácil pensar que se trata de una tarea de locos. Tejer de noche lo que el peso de centenares de miles ha destejido en el día.

La cuadrilla voverá aquí la siguiente madrugada. Y la otra, y la otra. El Metro seguirá su marcha.

El líder moral

Feliz, el secretario general del Sindicato de Trabajadores del Sistema de Transporte Colectivo (STSTC), Everardo Bustos López, se puso al frente de la marcha y empezó a caminar.

Una calle adelante, con algunos despistados, se detuvo. El grueso del contingente se había quedado atrás, a la espera de que Fernando Espino Arévalo y sus diez guardaespaldas dieran el primer paso.

El secretario general y los adelantados regresaron corriendo. Los 3 mil marchistas -casi todos aspirantes a trabajar en el Metro- arrancaron sólo cuando Espino empezó a caminar. El secretario general se mantuvo siempre detrás.

La marcha, celebrada hace unas semanas en el marco de la primera negociación salarial con el gobierno perredista, fue una muestra del control que ejerce el líder moral del STSTC.

Ex diputado federal, candidato derrotado en los comicios del 6 de julio de 1997, Espino ha consolidado su liderazgo a lo largo de 15 años.

Más de una vez, durante ese lapso, el grupo que controla el sindicato ha amagado, siempre de manera subterránea, con paralizar el servicio si no se atienden sus demandas o se le niegan ciertas canonjías.

Sin embargo, funcionarios y empleados afirman que paralizar el Metro es imposible porque no sólo existen planes de emergencia, sino que el sistema de transporte podría funcionar con los 2 mil 500 trabajadores no sindicalizados.

Aunque no pueda paralizar el Metro, el STSTC tiene influencia decisiva en algunas de las áreas más importantes del sistema, a través de funcionarios medios que le son fieles y que ha ido colocando durante años.

Otro instrumento del control sindical es el Instituto de Capacitación, un filtro por el que deben pasar quienes aspiran a trabajar o a conseguir un ascenso en el Metro. El 90% de las contrataciones se hacen a sugerencia del sindicato.

* * *

La historia del liderazgo de Espino está llena de denuncias de corrupción, despidos injustificados, amenazas e incluso agresiones contra sindicalizados disidentes.

Los grupos opositores que resistieron han querido ver en la llegada de un nuevo gobierno la posibilidad de acabar con el control del líder moral.

No será fácil.

Dos días antes de la toma de posesión de Cárdenas, el líder moral consiguió el despido de tres trabajadores disidentes que una semana antes ofrecieron una conferencia de prensa para denunciar las irregularidades del STSTC.

Pese a la nueva administración, los trabajadores tardaron varios meses en ser reinstalados.

En su pliego petitorio, el STSTC incluyó la demanda de volver a despedirlos y la desaparición de una asociación de trabajadores de confianza.

No consiguieron esos puntos, aunque sí lograron un incremento salarial de 20%.