Marco Rascón
La poca fuerza del Estado

Si las mentiras son salvavidas/para las aguas fluidas/ con tanta agua, van construyendo/ un huracán de decretos/ tantos de ellos, son un sepulcro/ volando cae un discurso.

Si una idea te damnifica/ la explicación dignifica/ si los poderes elevan/con un desastre te enseñan.

Si el río crece, no nos ahogamos/ los árboles se llenan de peces.

Si un río entra hasta tu casa/ corriente será tu huésped/ si el desastre, nos unifica/ te dan las gracias Paulina, la niña/ la muerte no advertida, Paulina.

Si el río crece, no nos ahogamos/ los árboles se llenan de peces.

Si las mentiras son salvavidas/para las aguas fluidas, la niña/ la muerte y la mentira, Paulina.

Cuánto dolor al mar/ muriendo en la oscuridad/ por jugar con tu vestido Paulina que nos llenó de peces.

Canción a la muerte inadvertida.

El huracán Paulina acabó de demostrar que la militarización no sirve para nada. Fue más la movilización contra el EPR en Guerrero y en Oaxaca hace un año, que lo que el general Cervantes y el jefe supremo de las fuerzas armadas decidieron movilizar en apoyo a los damnificados: 40 mil contra el EPR entre Huatulco y Atoyac, y menos de 5 mil para los damnificados en la misma zona. ¿Puede la militarización --por lo menos-- tener sentido social?

Fueron elocuentes las imágenes publicadas por la prensa el domingo pasado, y contrastan con las declaraciones del general Cervantes quien informó que la ``situación estaba bajo control''. Para decretar la normalidad, el doctor Zedillo viajó desde Alemania para vigilar que el huracán no hubiese destruido las instituciones de Protección Civil que como estructura preventiva no sirvieron tampoco para nada, bajo la filosofía de no crear alarma entre la población.

Si el Estado está en riesgo, usa toda la fuerza del Estado contra el peligro: más de 20 mil soldados contra Lucio Cabañas en 1972-73 y más de 40 mil en Chiapas, Oaxaca y Guerrero en el último año 1996-97.

Razones: un huracán no pone en peligro al Estado, sino a la sociedad, lo cual no amerita usar ``toda la fuerza del Estado'' en contra del terrorismo de Paulina. Visto positivamente, Televisa y TV Azteca tuvieron suficiente muerte para mantener el raiting de la semana y dejar descansar a la Ciudad Desnuda y Fuera de la Ley; al no poder culpar a los pobres de su propia desgracia, no se acusaron ellos mismos, pues ocultaron que el Acapulco devastado y crecido anárquicamente es el que se han repartido una y mil veces los grandes capitales de Miguel Alemán, Trouyet, Azcárraga, Figueroa y los que surgieron durante el salinismo. El gobierno federal y estatal y los medios vigilan que la sociedad no se organice para no tener las mismas experiencias del 85 en la ciudad de México, donde un movimiento de damnificados devino en movimiento popular y democrático que volvió la ciudad políticamente irrecuperable.

El doctor Zedillo llegó a Acapulco a declarar la debilidad del Estado ante la sociedad. Sólo el turismo salva al turismo y no puede haber ayuda estratégica para la reconstrucción de viviendas y daños, si los damnificados no son rentables. ``No necesito líderes'', como si esto fuera bueno en un momento donde la sociedad necesita organización y liderazgos propios para defenderse, estableciendo que la única organización de defensa es el Sistema de Protección Civil pensado como un organismo de contrainsurgencia contra la sociedad civil. En una emergencia ¿no es más lógico llamar a todas las formas de organización social y política a sumarse a la ayuda y la emergencia estableciendo reglas?

El Estado por un lado se declara rebasado y por otro impide la organización para la defensa.

La preocupación presidencial fue declarar el estado de normalidad de la industria turística y hotelera, como eje central de la política gubernamental; la reconstrucción dependería de la rentabilidad y la institucionalización del desastre. Esto significa: toda la debilidad del Estado para los damnificados del huracán Paulina; no a la organización de la sociedad; confianza en el sistema de Protección Civil y en el liderazgo único representado por él, que coordinará desde Los Pinos.

Para ello, reclamó respeto a su investidura, aceptó todas las versiones oficiales y dejó establecida como línea presidencial que, ante el desastre, el único interlocutor es el mismo gobierno y que todo liderazgo y organización independiente es sospechosa.

Estas medidas, más que de emergencia, resultan de contrainsurgencia y confirman que el esquema de la militarización se ha aplicado con todo rigor, no en función de la ayuda, sino de los intereses del Estado en complicidad con el juego de Paulina, la muerte inadvertida.

PD. Presentación del libro Memorias de un líder moderno, este jueves 16 de octubre, 19:00 horas, Centro Cultural San Angel. Presentan: Julio Hernández López, Javier Betancourt, Carlos Montemayor, Rafael Barajas El Fisgón y Carlos Salinas (en el papel de Jesusa Rodríguez).