Miguel Covián Pérez
Cambios en el PRI

Hace algo más de 20 años, uno de los más brillantes dirigentes que ha tenido el PRI, don Jesús Reyes Heroles, puso en marcha un cambio sustantivo en el proceso interno para postular candidato presidencial. Primero el programa, después el hombre, fue la consigna que resumió una tesis que respondía al orden lógico de las decisiones prioritarias que deben ser tomadas en un partido político digno de ese nombre. En tanto los militantes de base y los cuadros pensantes no definieran los objetivos políticos, económicos y sociales que las circunstancias del país exigían por entonces, así como los medios idóneos para alcanzarlos, la decisión sobre la persona del candidato corría el riesgo de ser errónea, pues sus características, su trayectoria y sus perfiles ideológicos debían corresponder a la tendencia general del programa y garantizar que fuese el hombre más capaz para llevar adelante la tarea histórica que el partido le encomendaba y la nación requería.

Sin embargo, los efectos prácticos de la implantación de aquella tesis implicaban condicionar, de alguna manera, la potestad de decisión del Presidente de la República en funciones, para designar libremente a su sucesor. Así fue como se gestó la caída de Reyes Heroles y se frustró un plausible esfuerzo de reordenación de las prioridades políticas al interior del partido gobernante. Es sabido que, durante uno de los actos de formulación programática, se le comunicó por vía telefónica el nombre del candidato y que, unos días después, renunció a la presidencia del CEN del PRI.

Más que los pormenores del episodio, ampliamente conocidos, parece oportuno recordar la tesis y su fundamento lógico. En todos los círculos políticos se habla de la inminencia del relevo de Humberto Roque Villanueva y se menciona a prominentes funcionarios públicos, gobernadores y otros políticos en activo, como los más abocados para sustituirlo en la dirigencia nacional del PRI. Por separado, voces priístas y no priístas, todas ellas dignas de ser escuchadas, aportan ideas y formulan reflexiones acerca de los cambios que en la presente coyuntura requeriría este partido, insustituible todavía dentro del sistema político mexicano.

Muchos otros, por supuesto, tenemos nuestras propias opiniones pero no las exponemos públicamente, por dos razones:

1. Si el nuevo presidente del CEN del PRI ya fue escogido y solamente falta formalizar su designación, cualquier cosa que digamos sobre los cambios que convendría llevar a cabo, ya sería extemporánea. Lo más probable es que el designado lo haya sido porque sabe mejor que nadie lo que tiene que hacer.

2. Si la decisión está en suspenso y todavía fuese oportuno sugerir algún esquema de reformas inmediatas, no existe ningún conducto para presentar propuestas ni un foro para discutirlas en el ámbito político adecuado, es decir, al interior del partido. La experiencia demuestra que pronunciarse externamente para aportar ideas es como lanzar piedras en un río: se hunden sin remedio, sin que haya el mínimo interés por rescatarlas.

No obstante, evoco la tesis de Reyes Heroles que, adaptada a otro tipo de designación y ajustada a un entorno político de crisis interna y deterioro externo, podría ser un primer paso hacia una renovación que se antoja inevitable. La consigna podría ser: primero, la discusión y aprobación de los cambios que el PRI requiere; y después, la selección del dirigente que posea las características y la capacidad necesarias para llevarlos a cabo.

El Consejo Político Nacional podría convocar a una amplia consulta en todo el país, similar a la que se realizó como eje de los trabajos previos de las más recientes asambleas nacionales; y una vez definidos en los documentos básicos, los cambios doctrinarios, programáticos, estratégicos y orgánicos que expresen la opinión mayoritaria de las bases y los cuadros militantes, se procedería a constituir la nueva dirigencia.

¿Quiénes conducirían este proceso, que tendría la virtud de poner en movimiento a un partido, hoy casi petrificado, hacia objetivos concretos y asequibles? Podría nombrarse un comité nacional interino, a imagen y semejanza del Comité Organizador que fungió en la etapa previa a la fundación del PNR.

Esta es la piedra que, por ahora, yo lanzo a la mitad del río. ¿Habrá quien reflexione acerca de ella, antes de que se hunda?.