Entre los montones de basura que nos han volcado sobre el México actual quedan dos caminos para no caer en la desesperación: recordar a figuras plenas de dignidad patriótica, como Lázaro Cárdenas, Emiliano Zapata o Heberto Castillo, cada uno en su campo y dimensión, o voltear los ojos al meritorio esfuerzo de jóvenes que en el presente, lleno de podredumbre ``liberal'', consagran su energía y capacidad a causas que no los llenan de riqueza material, pero sí de orgullo intelectual y moral.
Por ello, prefiero tomar el sendero de los jóvenes sin dejar de considerar el valor de las grandes figuras humanas que dan fulgor a muchos capítulos de la historia nuestra.
Por fortuna, hoy puedo referirme con profunda satisfacción y firme esperanza, al trabajo de dos mexicanos nuevos, uno de los cuales, por desgracia, se ha ido ya. Ambos han realizado un trabajo intelectual que ha cristalizado en dos libros muy diferentes entre sí en tema y estilo, pero ambos muestras claras de que este México del año electoral zedillista de 1997, aún cuenta con una juventud que consagra lo mejor de sí misma a crear obras que, independientemente de su valor intelectual o estético, reflejan una convicción moral que debe llenarnos de aliento y confianza.
El primero es una tesis profesional que llevó a su joven y admirable autora dos años de trabajo investigatorio en la zona del conflicto chiapaneco, sorteando innumerables incomodidades y limitaciones y haciendo frente a inocultables amenazas y peligros que no provenían sólo de las sabandijas de la Selva Lacandona. Después de un largo, prolijo y cuidadoso trabajo de investigación de los hechos y de una calificación jurídica, política y moral de ellos, Mónica Morales Sánchez ha elaborado una valiosísima tesis para optar por el grado de licenciado en Derecho: ``Los Derechos Humanos en el Fuero Militar Mexicano. ¿Olvidados?''. El mero nombre es una clara indicación del tema tratado y la seriedad, profundidad y espíritu humano de su autora, y no sólo significa una justificada razón de satisfacción para ella, sino que es, o debiera ser, un orgullo para la Facultad de Derecho de la UNAM, que con esta tesis abre la puerta a uno de los planteamientos más significativos del México presente.
Esa tesis es además un testimonio más de la infamia que se viene perpetrando, desde hace más de tres años de injustia prisión, contra el general José Francisco Gallardo, por haber propuesto la creación del Ombudsman Militar.
Simultáneamente, el año electoral de 1997, tan copioso en mentiras y en vergonzantes deslindes, ha permitido sacar a la luz pública otro trabajo de un joven poeta mexicano, Pedro Zamora López, quien nos abandonó apenas rebasados los 32 años, pero dejando un bello breve libro de poesía que acaba de editar ``El Taller del Equilibrista'', bajo el título de ``Tal vez es seguro'', que se presentará el 6 de junio. Esa obra es manifestación cabal de una gran sensibilidad estética y de un fervor ético que contribuye a demostrar, contra la opinión de muchos moralistas del neoliberalismo imperialista, que entre los valores de los jóvenes no predominan ni la acumulación de riquezas monetarias, ni los éxitos electorales auspiciados por los medios de comunicación pública que empiezan también a sufrir deslinde interno, ni los triunfos futbolísticos, exaltados en la televisión.
La atormentada sensibilidad de Pedro Zamora, seguramente floración baudeleriana de su breve y dolorosa vida física, no lo privó de expresar, con gran profundidad humana en un párrafo: ``Estrellas y noche forman la única raíz a nuestra vista;/ No hay más verdad asequible a los humanos./ Hacer de un cuerpo el universo es sólo el recuerdo/ de nuestra divinidad perdida./ Así entiendo el amor: una desesperación vana por trasladar la belleza al día:/ Tomar entre las manos toda la luz y toda la sombra/ para formar ese velo de irrealidad y envolver con él los objetos,/ como si al crear el sol hubiéramos deseado al mismo tiempo''.
Dos obras del intelecto, radicalmente distintas por la materia, estilo e impulso de cada una, y ambas reunidas en su respetable ejemplaridad de los jóvenes del México presente.
Quédense Carlos Salinas y su familia con su corrupción, Ernesto Zedillo con su protección a su antecesor y su sumisión ante el Dios extranjero de merecido apodo de apache texano; quédense priístas y panistas con sus deslindes. ¡Quedémonos, los que aún cremos en México, con el valor de nuestros jóvenes, que en ellos está el germen del México mejor al que aspiramos!