La Jornada 17 de enero de 1997

``Bajo cualquier circunstancia'' cuidaré la seguridad interior, advierte Zedillo en Oaxaca

Elena Gallegos, enviada, Las Monjas, Oax., 16 de enero Ť Uno de los dirigentes de la sección 22 del SNTE --seis de cuyos miembros están detenidos como presuntos integrantes del EPR-- reclamó al presidente Ernesto Zedillo la creciente militarización de esta zona. En respuesta Zedillo advirtió que cumplirá su mandato como encargado de la seguridad interior ``bajo cualquier circunstancia'', y que si no se desea esta situación incómoda debe rechazarse explícitamente la violencia.

--No hay ningún mexicano bien nacido que crea que los problemas se resuelven por esta vía --sostuvo el Presidente ante el maestro Claudio Flores y otros dirigentes sindicales. Antes había dicho a cientos de oaxaqueños que ``hoy, en México, no hay causas para la violencia''.

El diálogo se produjo prácticamente en los límites con la región de los Loxichas, una de cuyas comunidades, San Agustín, está considerada por autoridades locales y cuerpos de inteligencia como una de las de mayor influencia del EPR. De ahí el especial significado de las palabras que cruzaron el Presidente y el profesor.

Claudio Flores buscó, junto con otro par de compañeros, el encuentro con Ernesto Zedillo, y cuando lo logró fue al grano: ``nos preocupa --le dijo-- el creciente proceso de militarización en la región''.

--A mí me preocupa la violencia --le devolvió el Ejecutivo federal.

El profesor comenzó a decirle que a ellos también les preocupaba, pero...

--Notaron lo que pasó --lo interrumpió el Presidente--, ¡aquí se rechaza la violencia!

--Nosotros como sección 22 --se defendió Claudio-- hemos sido muy claros...

--Se tardaron un poquito --reprochó Zedillo.

--Nosotros --no cejó el maestro-- estamos buscando consensos para construir el gran proceso de desarrollo para los pueblos, pero hay actitudes del gobierno de la República en cuanto al proceso de militarización.

Vino entonces la definición:

--Mire --acotó Zedillo--, yo soy responsable de la seguridad interior del país. Es un mandato constitucional y lo voy a cumplir bajo cualquier circunstancia, y para que no estemos en esa situación que a todos nos incomoda, hay que invitar a la gente a participar con su trabajo, con sus ideas, su voluntad política.

Atrás presionaba el gentío contenido por miembros del Estado Mayor. Presidente y maestro continuaban charlando. Entonces Ernesto Zedillo quiso que supiera lo mucho que le había gustado que, en un desplegado publicado en diciembre, se deslindaran de los lamentables sucesos (así se refirió a las incursiones del Ejército Popular Revolucionario), ``sin claudicar de sus demandas, de sus posiciones, muchas de ellas históricas y que conozco muy bien desde que fui secretario de Educación''.

Claudio no lo esperaba, pero Zedillo le comentó: ``tengo un gran respeto por su lucha --la sección 22 fue una de las pioneras del movimiento democrático magisterial y pilar de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE)--, pero también les pido que participen como maestros y dirigentes comunitarios. Yo no les pido que lo hagan al lado del gobierno, participen al lado de la gente, con la gente, y saquen adelante proyectos comunes''.

Reconoció ante ellos que es cierto que hay graves carencias, pero también avances. Les dijo que no sólo hay que sostener el esfuerzo para superarlas, sino intensificarlo, y les pidió que mantengan el diálogo con el gobierno del estado --a su lado, el gobernador Diódoro Carrasco sólo asentía--, ``por supuesto en la medida en que vayamos superando acontecimientos como los que se dieron el año pasado (otra vez aludía al EPR sin mencionarlo), pues tendremos otras condiciones más favorables y de normalidad''.

Claudio apretaba entre las manos unos documentos en los que detallaban sus demandas, y antes de que el mandatario continuara su marcha, le dijo: ``nos preocupa el caso de ocho compañeros ex dirigentes que tienen órdenes de aprehensión...''

--Bueno, será aplicando la ley y siempre obrando con toda justicia --le contestó.

El maestro no lo dejó ir: ``también en el asunto de los 43 detenidos a raíz de los problemas de los Loxichas --los acusaron de ser parte del EPR luego de la incursión en Las Crucecitas, Huatulco--, queremos que haya una definición jurídica porque no se ha fijado la competencia y la defensa necesita elementos. Y es que entre ellos hay seis profesores''.

--¡Que se cumpla la ley y que se haga justicia! --sentenció el Presidente--. Si los tribunales consideran que se ha cometido una injusticia pues se reparará, pero también si los tribunales determinan las responsabilidades de algunas personas en hechos violentos, con independencia de su situación se tendrá que aplicar la ley.

Y se fue el Ejecutivo de este pueblecito que se levanta en las faldas de la Sierra Sur, justo del otro lado de Huatulco, donde había puesto en marcha un programa para el desarrollo microrregional que beneficiará a los Loxichas, los Coatlanes, Ozolotepec y Miahuatlán (los 24 municipios de la sierra están considerados como de alta marginación) y al que se destinarán 145 millones de pesos. En éste se pondrá especial énfasis en la construcción de caminos porque aquí el aislamiento es ancestral.

A los asistentes se les dieron banderitas blancas. Uno de entre la multitud gritó: ``¿qué quieren los Loxichas?'', algunos secundaron: ``¡paz!'' ``¡paz!'', pero el grito terminó perdiéndose.

Al abandonar la explanada, antes de toparse con los maestros, Zedillo recibió besos de las muchachas --¡guapísimas!, se regocijaban miembros de la comitiva--, bendiciones de los ancianos, peticiones de todos y un regalo. Una chamarra de piel de venado a la que conocen aquí como ``capulina de los cuerudos'', así le dicen a los que la usan. Por eso, una vez que Ernesto Zedillo y Diódoro Carrasco, que recibió otra, se la pusieron, fueron objeto de repetidos: ¡arriba los cuerudos!

La gira terminó en la capital, donde firmaron, en el patio del Palacio de Gobierno, el Convenio de Desarrollo Social mediante el cual se canalizarán a la entidad recursos federales del orden de los 880 millones de pesos.

¿Quién es el Presidente?, preguntaban azorados

Pero el noveno encuentro del Presidente con Oaxaca comenzó en Cuajinicuil, ubicada en las laderas de la sierra y una de las 163 comunidades más pobres, paupérrimas, de esta entidad. Y vaya que hablar de miseria en Oaxaca son palabras mayores.

En el lomerío, las casuchas de los chatines se desparraman. Los chiquillos, moquientos, sucios, malcomidos y, muchos de ellos, descalzos, no sonríen. Un perro negro y cojo merodea a los visitantes. Un par de guajolotes, tan hambrientos como todos los que aquí moran, picotean entre el terregal.

Los mayores no miran a los ojos. ``Han sufrido, por generaciones, tantos agravios'', trata de explicarse el jefe de giras presidenciales, Juan Manuel Verdugo.

No hay algarabía. Los anfitriones ni siquiera saben con certeza cuál de todos los que llegaron es el Presidente de la República.

Juana Díaz, la promotora comunitaria, pregunta con pena: ``Oiga, ¿ése es Ernesto Zedillo?'', cuando descubre en sus manos el bastón de mando que el jefe de la comunidad le acaba de entregar. ``Sí'', le contestan y ésta mastica, al tiempo que señala a Carlos Rojas: ``¡Ay!, y yo que pensaba que era aquél''.

Aquí no se conoce de radio o televisión. Hace muy poco tiempo que tienen luz y agua potable. Los niños se siguen muriendo de parasitosis. Tienen bichos en la panza y en la cabeza. ``Fíjese, cuenta Juana, se les hacen burbujitas en el pechito, en el ombligo, se ponen más flaquitos y más chiquitos. Arden en calenturas y ...''

``¿Qué no hay médicos?'', se desesperan los fuereños. Juana exclama: ¡Médicos! ¡Qué esperanza..! El centro de salud más cercano, en San Jacinto, está a casi una hora a pie y cuando llegan con las criaturas moribundas, les salen con que ya se acabaron las medicinas y no les han surtido.

Ni hablar de la comida. No obstante que gracias al programa Aula Abierta se instaló una cocina comunitaria y ya puede ofrecerse verduras, granos y legumbres al chiquillerío, se cuentan con los dedos de una mano los días en que pueden engullir un pedazo de carne o un huevo. Ocurre cuando están de fiesta y matan a sus raquíticos guajolotes.

De los 635 que ahí viven y que siembran su milpita sólo en temporal --después ya no hay nada qué hacer--, una veintena conoce la capital del estado. La mayoría hace alcancías para viajar al Valle y engancharse a los Estados Unidos. Pocos de los que se van, vuelven.

Lástima que no le contaran todo eso al Presidente. Los que hablaron en nombre de la comunidad, Plácido Pérez, alcalde de San Jacinto, y doña Honoria, mal leyeron unos papeles en los que se elogiaban las obras recibidas. Siempre junto a Zedillo, muy casual enfundado en su chamarra Timberland --exclusiva marca para caballeros--, Diódoro Carrasco invitaba a los niños: ``Orale chavos, acompañen al Presidente''.

Por eso cuando les habló a los hombres y mujeres de este lugar en el que no se conoce la esperanza, Zedillo insistió: ``La más importante tarea del gobierno de la República es combatir la pobreza''