La Jornada Semanal, 7 de julio de 1996


El día en que Salinas pensó "trascender" a Julio Scherer

Vicente Leñero

Vicente Leñero es quizá la persona que mejor conoce a Julio Scherer y los entretelones del semanario Proceso. Amigo y colaborador suyo desde los tiempos de Excélsior, juntos han hecho escuela en el periodismo nacional. En este texto, el autor de Los albañiles y La mudanza, entre otras muchas novelas y obras de teatro, hace una reveladora crónica, que ofrece claves para entender las relaciones entre la prensa y el poder, y dice mucho sobre la astucia, el carácter y la tragedia del hombre que durante seis años manejó el país: Carlos Salinas de Gortari, el presidente de la mirada de alfileres.



Esto ocurrió hace seis años, en 1988.

Ya había muerto Echeverría, hundido a arponazos después del coletazo de 1976 contra Julio Scherer. Ya había desaparecido José López Portillo soltando, entre sus estertores, aquel "no pago para que me peguen" con el que suspendió toda publicidad a Proceso como si él fuera dueño del país. Se estaba apagando ya la veladorcita de Miguel de la Madrid, cuya tibieza lo llevó a soslayar durante su sexenio al director de Proceso, y empezaba a centellar, prepotente, Carlos Salinas de Gortari, obsesionado desde que lo dedearon como candidato por la figura periodística de Julio.

***

Conocí a Carlos Salinas a principios de 1988, cuando saliendo del CADAC de Héctor Azar, después de un encuentro con intelectuales, Margarita González Gamio ųquien apuntaba para una Secretaría de la Mujer y terminó como delegada de la Miguel Hidalgoų me entoriló en el cuatropuertas blanco del señor Candidato.

ųƑQué le pasa a Julio? ųme preguntó Salinas al iniciar una larga perorata contra la mala leche de Proceso, contra los cartones de Naranjo, contra las cabezas de nuestras portadas...

ųHablé con él ųle dije.

ųƑQué le pasa?

ųHable con él ųinsistí, porque no encontraba el modo de frenar su tono despectivo.

ųNo, no. Ni pensarlo. Luego Julio va a publicar nuestra conversación en un libro.

Salinas me amenazó con seguir platicando conmigo "en estos días", y unas semanas después me invitaron ųque de su parteų a acompañar al Candidato en una gira por San Luis.

Acepté por la maldita curiosidad de estar en una farsa de aquellas, pero a unas cuantas horas de mi llegada a San Luis, antes de asistir a una comida para invitados especiales, antes de intercambiar palabra alguna con Salinas, un achichincle de la campaña me montó en un autobús, me condujo al aeropuerto, y en un avión me regresaron a México como persona non grata, sin la menor explicación.

En lugar de emberrincharme escribí en Proceso una crónica del desaire, y al rato ahí estaba un tal Pedro Navarro, secretario del secretario particular del Candidato, o no sé qué, telefoneándome para que fuera a tomar café con Salinas en su cuartel de la calle de Cracovia. La cita era para un Día de Madres ų10 de mayo de 1988ų a las dos pe eme.

Se lo comenté a Julio la víspera, en las oficinas de Proceso. Julio estaba encabritado. Nos reunió a Enrique Maza, a Froylán, a Rafael Rodríguez, a Carlos Marín y a mí, para contarnos los incidentes de una cena que había tenido con Otto Granados y Miguel López Azuara, encargados de las cuestiones de prensa del Candidato. Todos conocíamos bien al par de informadores priístas. En algún tiempo ųantes de El Colegio de México, antes de ser secretario de Reyes Heroles en la SEP y mucho antes de trabajar en la embajada de Madridų Otto Granados colaboraba con notitas de libros en la sección culural de Proceso, y lo hacía muy bien. A López Azuara lo conocíamos mejor. Fue gente de Julio cuando Julio no llegaba aún a la dirección de Excélsior, y con el reginazo abandonó el periódico con él y fue miembro importante de nuestro grupo en la fundación de Proceso. Se partió la madre en los primeros años difíciles (se jefeaba con Julio: "jefe Julio", le decía Miguel, y "jefe Miguel", le respondía Julio), hasta que se cansó. Agarró el camino del servicio público para terminar, ahora ųen pleno derrumbe espiritualų, de comunicador šdel gobernador Chirinos! Lo que hay que ver.

Pues Julio, encabritado, nos platicó, aquella víspera del Diez de Mayo, cómo Otto Granados y Miguel López Azuara lo invitaron a cenar para regañarlo. Por lo mismo: que la línea dura de Proceso, que los cartones de Naranjo, que esto no podía seguir así; no podía ser, no podía ser... Según Julio, el jefe Miguel se mantenía parco y dejaba el tono prepotente a un Otto que empezaba a sentir, a sus espaldas, impulsándolo, la fuerza del poder.

ųA mí no tienen que decirme cómo hacer mi trabajo ųles respondió Julio. Y los mandó a calacas y palomas.

***

Con ese antecedente llegué a la casa de Cracovia, puntual, de traje, antesito de las dos. Un guarura funcionario me condujo hasta un pequeño salón con ventana al hermosísimo jardín. Todo parecía nuevo: la mesa central con cuatro sillas, el par de sillones tapizados con lana blanca, la alfombra de Temoaya a la que habían olvidado desprenderle, de una orillita, la etiqueta del precio. Fotografías enmarcadas en el muro de allá: Salinas en su toma de protesta como candidato del PRI, Salinas en un mitin citadino, Salinas de gira entre indígenas. Y en blanco y negro: el papá de Salinas con López Mateos, junto a Lázaro Cárdenas y Ruiz Cortines.

ųƑNo quiere un café?

Me tomé dos cafés antes de que llegara, a las dos y cinco, Otto Granados. Lo vi más cachetón que la última vez, en Madrid. Más sonriente. Me preguntó por mi hija Isabel, a quien conoció en España, por el '85, cuando ella era becaria de artes plásticas.

ųSalúdamela mucho.

ųClaro que sí.

Y luego:

ųƑCómo te fue con Julio, en la cena?

ųƑYa te contó?

ųNo ųmentí.

ųMe fue bien, muy bien. Aunque ya sabes: es muy difícil hablar con Julio. Es muy radical.

ųAsí es Julio.

ųPero nos fue bien.

Entonces llegó Salinas. De traje azul marino, cortado por el mismísimo Dios, y corbata azul y roja. Fresquecito y limpio como lo vería siempre, después. Ya era el Presidente pero todavía se le podía decir licenciado.

Se escurrió Otto Granados con sonrisa saludante y de inmediato Salinas aludió a mi crónica del desaire.

ųƑPor qué escribió eso, Vicente? No había necesidad.

ųMe pareció muy significativo, licenciado.

ųNo tiene nada de significativo.

ųNo en lo personal, licenciado. Me pareció interesante por lo que revela de las campañas políticas. El folclor de las giras... Me regresaron y escribí lo que me pasó, lo que vi. Tal cual. Nada más.

ųNo había necesidad, Vicente. ƑY quiere que le diga la verdad? Todavía no sé por qué lo regresaron. No sé qué pasó.

ųYo menos, licenciado.

Salinas se veía de buen humor. Me tomó de un brazo y me llevó al jardín.

ųƑNo quiere tomar algo?

Iba a decir un whisky pero dije un refresco.

ųƑCocacola?

ųUn Sidral, licenciado.

Se apareció por ahí un servidor y al rato nos trajo dos vasos: Cocacola para Salinas y Sidral para mí. Con mucho hielo. Hacía calor.

ųLo que voy a hacer ahora ųdijo Salinas bromeando, cuando caminábamos por el jardínų es dejarlo hablar a usted, sólo usted. Usted habla y yo lo escucho. Para que luego no escriba nuestra conversación.

ųNo, licenciado. Si leyó mi crónica se habrá dado cuenta de que no puse nada de lo que me dijo en su coche. Porque lo consideré una conversación privada... ƑLo vio?

ųSí, me di cuenta. Por eso está usted aquí ųy me palmeó la espalda, afectuosoų. El que no respeta las conversaciones privadas es Julio.

ųNo, no, licenciado. Sobre eso estamos de acuerdo Julio y yo. Pensamos igual.

ųƑSobre las conversaciones privadas?

ųSí, licenciado... Mire, cuando Julio estaba escribiendo Los presidentes... ųSalinas me interrumpió con un gesto de fuchi apenas cité el libro de Scherer, que para entonces tenía dos años de editado. Dijo:

ųA eso me refiero precisamente: al libro de Julio.

ųPues él tenía algunos escrúpulos cuando lo estaba escribiendo, licenciado. Por eso mismo, por las conversaciones privadas. Y llegamos a una misma conclusión que yo tenía clara desde Los periodistas. Las conversaciones privadas dejan de ser off the record cuando lo que se dijo en ellas ya no afecta directamente, en lo político, a los implicados. Ya no tienen efecto político. Ya se diluyeron. Pasan a ser un material histórico, aprovechable para el escritor. Legítimo. Toda la literatura periodística que se hace ahora... y hay un boom de esos libros, licenciado, hay un boom. Toda esa literatura está basada en ese principio. No hay otra manera de reportear nuestra realidad, de hacer historiacontemporánea. Y no sólo los libros políticos, licenciado, las memorias de los grandes personajes. ƑUsted no ha leído los cuentos biográficos de Truman Capote?, Ƒlo que dice de Marilyn? ƑNo ha leído las memorias de Arthur Miller?

Iba a soltarme hablando de Vueltas al tiempo, que acababa de leer y traía fresquecito, pero el silencio de Salinas me interrumpió. No había chistado durante mi rollo interminable ųdictado por mi nerviosismo, más que por mi seguridadų y ahora tenía una sonrisita irónica y me clavaba sus ojos.

Sin duda, fue él quien recordó mi crónica del desaire, donde yo había escrito "sus ojos se convirtieron de pronto en alfileres", porque me preguntó, de sopetón:

ųƑDe veras lo miré con ojos de alfileres, Vicente?

Me sentí de pronto fuera de balance, como agarrado en curva.

ųAsí me pareció, licenciado.

ųƑPero por qué?

ųTal vez por el énfasis, licenciado.

ųƑCuál énfasis?

ųLa forma en que me dijo que no quería hablar con Julio, por ningún motivo. Fue usted muy radical, licenciado.

ųJulio es el radical ųreplicó Salinas, y hasta ese momento se puso de veras serio, enérgicoų. Es un hombre incapaz de dialogar. Es intransigente. No admite razones de nadie. No entiende que Proceso no puede seguir así.

ųJulio es el mejor periodista de México, licenciado. Un periodista que no admite presiones, ni chantajes, ni embutes. Verdaderamente honrado.

ųÉse no es el punto.

ųY Julio es honrado, perdóneme usted... Julio es honrado, no por un prurito moral, sino porque para ser buen periodista se tiene por fuerza que ser honesto. Y él es un apasionado de eso, licenciado, usted lo conoce. Él se la pasa reporteando a todo mundo, preguntando y preguntando. No vive más que para eso... Y sí, es radical en lo de averiguar cosas, en la independencia de Proceso, en hacer un periodismo objetivo.

ųNo me diga que Proceso es objetivo, Vicente; eso no se lo cree ni usted. Si a veces parecen panistas. Se la pasan criticando al gobierno sin ton ni son. Ahí están los cartones de Naranjo.

ųJulio no tiene nada que ver con los cartones de Naranjo, licenciado... Hable usted con Naranjo.

ųJulio es el responsable.

ųNo todo lo que se publica en Proceso lo revisa Julio.

ųPero él es el director, Ƒsí o no?

ųÉl lee los reportajes hasta que se publican, licenciado.

ųPero es el director, Ƒsí o no?

ųSí lo es, licenciado, claro.

ųY como director, es el responsable de todo lo que se publica, Ƒsí o no?

ųSí, licenciado, es el responsable.

ųAhí tiene.

ųPor eso le digo que hable con él, licenciado.

Estábamos sentados en una banca, a pleno sol, en una especie de terraza enladrillada que se adelantaba hacia el jardín. El Candidato me había invitado a que nos quitáramos el saco y bebíamos ya una segunda ronda de refrescos. Salinas mojó sus labios en la Cocacola con mucho hielo cuando me atreví:

ųƑLe puedo decir algo, licenciado?

ųDígame lo que quiera, Vicente. Para eso le pedí que viniera: para que usted hable, para que me diga lo que piensa. Yo lo escucho, me interesa mucho oírlo.

ųEl único interlocutor de Julio es usted, licenciado. Véalo, de veras. Para que usted le diga esto que piensa de Proceso: que es muy radical, que no hacemos un periodismo objetivo, que parecemos panistas, todo eso... Él tiene mejores respuestas que las mías.

ųYa le dije que con Julio no se puede.

ųEs que lo que me parece muy ofensivo, licenciado, es lo de la otra noche... Que a un matador de toros como es Julio, usted le manda dos becerritos a lidiar con él.

ųQué becerritos.

ųOtto Granados y López Azuara, licenciado.

ųAh, Otto.

ųEs un becerrito, licenciado.

ųPues se va a convertir en un toro, ya verá.

ųPero todavía no lo es... Y así como usted habla con Regino, con Socorro Díaz, con Payán, así debería hablar con Julio. Ése es el nivel.

ųProceso solamente se interesa por el gobierno para criticarlo.

ųTambién nos tienen marginados, licenciado.

ųCuál marginados. Publican lo que quieren. Nadie los censura.

ųQuiero decir... informativamente. Nos impugnan como una revista de primera y nos tratan como Quehacer político.

ųEso no es cierto.

ųNo hay reporteros de Proceso acreditados en su campaña, licenciado. Y así no se puede cubrir bien la información.

ųNinguna revista está acreditada.

ųPorque piensan que todas las revistas son como Siempre o Quehacer político.. Y no es cierto. Nosotros tenemos tanto derecho a la información como cualquier periódico.

Un pequeño silencio

ųEn eso tiene razón, Vicente... tiene razón. Vamos a ver cómo lo resolvemos.

Salinas se puso de pie. Dejamos los vasos de refresco no sé ni dónde y él me tomó del codo para que camináramos nuevamente bordeando el jardín. Me sentía más suelto, más confiado, todavía nervioso pero mejor. A diferencia de otros presidentes que conocí tangencialmente ųLópez Portillo, De la Madrid...ų, Salinas Candidato se antojaba más dispuesto a conversar, a oír. Sin duda era más inteligente y más enérgico que sus inmediatos antecesores, pero sus cuarenta años de edad le daban un aire juvenil que lo aproximaba a la charla con cualquiera.

Volvió a la carga contra Proceso, ése era el tema: es criticón, es negro, es exagerado. Y recargó las tintas sobre Julio Scherer: ésa era su obsesión: Julio es el culpable.

ųSi un marciano llegara a México y en un primer momento sólo leyera Proceso, se llevaría una impresión tremenda y totalmente equivocada de lo que es nuestra realidad ųremató Salinas.

ųPero bastaría con que encendiera la televisión ųle respondí rápido, me vi bienų para que de inmediato sintiera que todo es bonito.

Por primera vez rió Salinas con toda la boca ųparecía divertido con la ocurrenciaų, y su risa me dio permiso para encadenar una frase cursi:

ųAl fin de cuentas, licenciado, la misión del periodista, como la del escritor, es desentrañar el lado amargo de la vida. Sobre todo en un país tan lastimoso... Lo mejor, lo más importante de la Divina Comedia no es el Cielo, licenciado, es el Infierno.

ųPor lo que yo voy a luchar en la presidencia ųme miró Salinasų es para que no lleguemos al infierno.

Un servidor llegó hasta nosotros en ese momento y entregó un papelito al Candidato. Salinas lo leyó de un vistazo y tomó rumbo a la construcción.

ųDiscúlpeme un momento... ƑNo quiere otro refresco? ųnegué con la cabeza al servidor, que se fue tras de Salinas hasta desaparecer. Regresé a la banquita del jardín, deseando que terminara pronto la entrevista. Que me dijera: adiós, tengo una urgencia, hasta luego.

Pero no. Volvió hasta mí, siempre en mangas de camisa, como si hubiera preparado una nueva argumentación contra Julio mientras hablaba por teléfono. El modo me pareció extraño. Seguía con las cacallacas contra el director de Proceso, pero no como si fuera una lata exclusivamente para él y para el gobierno, sino también para mí y para todos los que trabajábamos en la revista. Decía algo así como: Yo sé que Julio es muy difícil, que para ustedes debe ser muy complicado, que ha de resultar muy agobiante trabajar con una persona así...

Y un nuevo remate, al ángulo:

ų-ƑCómo podría Proceso trascender a Julio Scherer, Vicente?

Me acalambré de golpe. Sin duda había utilizado mal el verbo "trascender". Hubiera podido decir: "desplazar a Julio", "quitarlo de en medio", "derrocarlo", "sustituirlo", pero trató de ser elegante usando el errático "trascender a Julio". Desde luego, entendí la expresión y me enojó muchísimo que Salinas me tratara de pronto como a un Regino cualquiera. Qué se está pensando, carajo.

Sentí en la cara sus ojos. Las comisuras de los labios oprimían ligeramente sus carrillos para dibujar una muy leve sonrisa, entre irónica y terrible. Soslayé la respuesta, porque me sentía francamente atemorizado.

ųEs imposible, licenciado. No se puede.

ųƑPor qué?

ųEs totalmente imposible. Proceso es Julio Scherer.

Salinas no dijo más. Él mismo canceló el tema, como un bajón de cortina metálica, y en lugar de decirme "hasta luego, que le vaya bien", empezó a hablar de literatura y de teatro durante otro buen rato.

ųPero usted ya no escribe, Vicente.

ųCómo no ųsuspiré aliviadoų. La semana próxima estreno en El Galeón una obra que dirige Luis de Tavira. Se llama Nadie sabe nada y trata, justamente, de las relaciones entre la prensa y el poder.

ųƑDe veras? Debe estar interesante.

ųLo invito al estreno, licenciado. Es un thriller.

ųNo puedo ųdijo sonriendoų. Y bromeó: ųYo ando ahora metido en otro thriller.

Reí también para descargar la tensión y el susto, mientras él abordaba un tema que desde luego no le interesaba demasiado:

ųA mí me encanta la novela policiaca... John Le Carré. Lo último que leí fue La chica del tambor. ƑLa conoce?

Hablamos un poco de La chica del tambor, de El espía que volvió del frío, de Llamada para un muerto. Le recomendéa la Highsmith, que en aquel entonces me entusiasmaba.

ųƑY por qué le gusta ese escritor?

ųEs mujer, licenciado. Patricia Highsmith... Lo que me gusta es que nos mete en el alma del asesino, en su psicología, en su compulsión por matar. Nos despierta los peores instintos.

ųƑDe veras?

Volvimos al tema del teatro porque él fue teatrero en su infancia ųƑno sabía eso, Vicente?ų y hacia montajes en familia, en privado, nada más por diversión. Yo aproveché entonces el momento para echar mi eterno rollo sobre la necesidad de impulsar nuestro teatro nacional, tan desdeñado por los intelectuales de alto nivel.

ųƑPor qué no me escribe unas ideas sobre eso? Es muy interesante ųcomentó Salinasų. No le pido una ponencia porque luego usted se burla de las ponencias, como en su crónica ųvolvió a bromearų. Nada más unas ideas, en una tarjetita. Mándemelas. A ver qué se puede hacer por el teatro en el futuro.

Un nuevo servidor interrumpió, ahora sí definitivamente. Era una chica de largas piernas que venía avisar al Candidato que su madre acababa de llegar.

ųVoy a comer con ella para celebrarle el diez de mayo ųexplicó.

ųƑQué edad tiene su madre, licenciado?

ųEso no se pregunta, Vicente, caray. No sea mal educado.

ųLa mía tiene ochenta y ocho.

ųƑY usted?

ųCincuenta y cinco, licenciado.

ųEntonces sus canas son prematuras.

Con nuevas sonrisas rescatamos nuestros respectivos sacos, y otra vez elegantes lo seguí hasta el despacho que tiempo después ocuparía Víctor Flores Olea, con esos mismos muebles suntuosos, para presidir el Consejo de Cultura.

Junto con su madre estaba también su padre, Raúl Salinas Lozano. Ella muy amable conmigo, con mis libros y mis obras de teatro, hasta que el Candidato la interrumpió para dirigirse a su padre:

ųLe estaba diciendo a Vicente que tú fuiste amigo de Julio Scherer.

ųTodavía lo soy ųrespondió Salinas Lozanoų. Ya no nos vemos, pero lo sigo siendo... creo.

ųSeguramente sí, don Raúl.

Ahí se acabó todo. Salinas me acompañó hasta el patio, me dio un abrazo y me dejó en manos de Otto Granados, quien se mantenía de pie como soldadito de plomo durante las fórmulas de cortesía. Él me acompañó hasta la puerta de Cracovia. Lo miré al despedirme. Otto no parecía aún un toro bravo.

A toda velocidad regresé a mi casa para que mis hijas y yo festejáramos a Estela su diez de mayo, y en la noche me subí a escribir en mi libreta todo el episodio. Para no olvidarlo nunca. Para redactarlo algún día.

***

Varias veces vi de nuevo a Salinas durante su sexenio. Me trataba bien. Me tenía voluntad. A veces me tomaba del brazo, me sacaba del grupo y me preguntaba, obsesivo:

ųƑQué le pasa a Julio, Vicente? ƑQué le pasa? ƑQué le está pasando?