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¿La fiesta en paz?

La costumbre de armar carteles redondos y cuadrados, antes que rematados

Y

a rebasa el cuarto de siglo la práctica de ofrecer al público no lo que pida, sino lo que a juicio de figuras, apoderados, empresas y ganaderos es lo más conveniente para el espectáculo, en esa temeraria apuesta en favor de toreros-marca importados y de figuras-cuña nacionales, cuando hace tiempo que el horno no está para bollos y las empresas deberían mostrar más firmeza ante las imposiciones y ventajas de diestros que ven por sus intereses antes que por el debilitado presente del espectáculo, y más cuando la capacidad de convocatoria de aquellos ha disminuido.

Yo no hago toreros, contrato figuras, declaraba satisfecho un antiguo empresario de la Plaza México. Por eso seguimos dependiendo de diestros importados, por no querer producir figuras propias que compitan entre sí y generen partidarios apasionados, no sólo simpatizantes de ocasión. Pero la esencia de este negocio no es torear bonito, sino enfrentar una bravura que emocione, para luego intentar estética en las suertes, superar a los alternantes y seducir a los públicos. Por eso si la gente percibe escasa bravura y poca rivalidad en las personalidades, aunque la conminen a ir a las plazas no hay poder humano que la haga asistir.

Rematar es un rico vocablo de la jerga taurina que entre otras cosas significa concluir la realización de una suerte o conjunto de éstas en el momento adecuado y en el terreno preciso. Es también sinónimo de derrotar el astado en tablas, y una acepción más equivale a ofrecer de manera esmerada una obra o incluso un cartel de toros. Lo bien toreao es lo bien arrematao, dice el refrán, aquello que ha tenido un buen principio, un mejor desarrollo y una espléndida terminación.

Cartel redondo entonces es aquel logrado por equilibrado, que combina toros exigentes y alternantes interesantes por diferentes, tanto de estilo como de trayectoria pero con probadas cualidades para competir y ascender en la extemporánea profesión; combinaciones que generan expectativas por la competitividad de los diestros y el desafío de las reses. En contraste, el cartel cuadrado reúne a toreros famosos con alternantes cómodos o noveles más otro ingrediente: ganado joven y de comportamiento predecible.

No pocos aficionados se preguntan por qué dos triunfadores en este coso la temporada pasada, como son el rejoneador Diego Ventura y el matador Antonio Ferrera, abren el serial con reses de Fernando de la Mora y de Julián Hamdan, en tanto ganaderías triunfadoras como las de Los Encinos y Enrique Fraga no están anunciadas. Esta última tampoco aparece en la corrida de rejones del 29 de diciembre, no obstante que el 30 de diciembre del año pasado envió un bravo encierro para Hernández, Gamero y Rozo y los forcados de Montemor y Mazatlán, en otra de las tardes verdaderamente importantes de esa temporada. Ninguna sorpresa causa, en cambio, que Morante de la Puebla enfrente ahora una corrida de Bernaldo no Feroz.

Llama la atención que Miguel Ángel Perera, Arturo Saldívar y Gerardo Adame, en una de las ternas más interesantes, lidien reses de La Estancia o que El Fandi, en vez de alternar con otros banderilleros, lo haga con Fermín Rivera y José Mauricio ante toros de Barralva, cuyo segundo encierro del año pasado resultó uno de los más emocionantes en muchas temporadas. Pero la palma a los carteles cuadrados, sin duda, corresponde al del 5 de enero, cuando reaparece la legendaria ganadería de Piedras Negras con una tercia de ¡banderilleros!, en lugar de tres espadas de leyenda, en caso de que los hubiera.