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¿Cuántos países hay en Brasil?
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or esos días, las atenciones tanto del gobierno, como de la oposición, pasando por analistas y observadores, se concentraron en puntos específicos.

Esos puntos están relacionados con los resultados alcanzados hasta ahora –o no– por el gobierno y, claro, a la situación del desequilibrado ultraderechista Jair Bolsonaro, su clan y sus cómplices.

El principal logro alcanzado por el gobierno está situado en una de las promesas de Lula da Silva durante la campaña electoral: la cuestión del medioambiente. El INPE (Instituto Nacional de Investigación –en portugués, Pesquisa– Espacial) divulgó el informe oficial relacionado con el periodo entre agosto de 2022 y julio pasado, indicando una baja de 22.3 por ciento en la deforestación de la Amazonia.

Fueron 9 mil kilómetros cuadrados, cuatro a menos que en 2021 y 2 mil 500 menos que el año pasado. Es la menor tasa desde 2019.

Una victoria de la ministra del Medioambiente, Marina Silva, y del presidente Lula da Silva, quien hizo del tema ambiental una de sus principales banderas frente al mundo.

No fueron, ni son, pocos los obstáculos que Marina Silva enfrenta, incluso dentro del gobierno. Pero hasta ahora su trayectoria es victoriosa.

Luego de cuatro años de la presidencia de Bolsonaro, que no sólo permitió e incentivó la destrucción del medioambiente, Marina Silva, con pleno respaldo de Lula, supo encabezar una serie de iniciativas que le dieron vuelta al escenario de destrucción.

Otro logro del gobierno en este primer año ha sido alcanzado en la economía. El propio mercado financiero revisó sus proyecciones iniciales, indicando una mejor perspectiva.

El ministro de Economía, Fernando Haddad, que al lado de Marina Silva, aparece como el todopoderoso del gobierno de Lula, sigue insistiendo en la meta de déficit cero el año que viene. El presidente, a su vez, afirma que habrá, déficit, pero pequeño, de alrededor de medio punto por ciento. Las proyecciones del mercado financiero, que sigue dando respaldo a Haddad, coinciden con Lula. Pese a todo lo que se registra de positivo, con volver a tomar programas de fuerte impacto social, las encuestas indican que la aprobación junto a la opinión pública tanto del gobierno como del mandatario son inferiores a lo registrado en sus dos mandatos anteriores, entre 2003 y 2011.

De acuerdo con investigadores y analistas, sería el resultado de las campañas movidas a raíz de la actuación del ahora senador y entonces juez Sergio Moro, cuya parcialidad y manipulación inmorales fueron condenadas por el Supremo Tribunal Federal, que anuló todo el juicio y permitió que Lula fuese candidato a la presidencia el año pasado. La imagen de un Lula corrupto se esparció por buena parte del electorado y de la opinión pública.

Otros dos temas atraen la atención de manera fuerte. Uno se refiere a la violencia urbana, especialmente en Río de Janeiro, Bahía y, aunque en grado menor, Sao Paulo.

En Río, la actuación de las llamadas milicias, o sea, sicarios, parece haber salido totalmente de control. Más de la mitad del área urbana está bajo control de esos grupos, integrados por policías y militares retirados, y que en buena parte actúan asociados con bandas de narcotraficantes.

El otro es la situación del desequilibrado ultraderechista Jair Bolsonaro. Las denuncias contra él, sus hijos y su actual esposa, la ex primera dama Michelle, no cesan de crecer.

Integrantes del Supremo Tribunal Federal sin identificarse cada vez más filtran a los medios de comunicación que aumentaron –y mucho– las posibilidades de que su prisión sea decretada en los próximos meses.

También dicen que si antes esa perspectiva enfrentaba un obstáculo –incentivaría su vertiente de perseguido– tal barrera dejó de tener razón, frente al cúmulo de denuncias. Además, recuerdan que el Tribunal Superior Electoral lo condenó, en dos ocasiones, a tornarse inelegible hasta 2030.

Si frente a su público Bolsonaro insiste en la versión de que hay la determinación persecutoria por parte de los magistrados de la Suprema Corte de Justicia, a sus aliados más cercanos –y varios de ellos lo admiten a los medios sin identificarse–, él acepta que tiene miedo de ser detenido.