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Desde otras ciudades

La tradición del té de Sri Lanka para el mundo

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▲ Plantación de té, cuyas hojas –una vez cosechadas– se deben deshidratar y fermentar.Foto Alia Lira Hartmann
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ri Lanka es una isla al sudoeste de India. En la punta del gran cono con el que se compara, al extremo derecho y cual si fuera una gota que se ha desprendido, se haya lo que llaman la lágrima de India, o perla del océano Índico.

Su superficie es de 65 mil kilómetros cuadrados; como referente, India tiene más de 3 millones y México ronda los 2 millones de kilómetros cuadrados. La población es de más de 21 millones de habitantes y esta isla se encontró bajo dominio de Gran Bretaña entre 1815 y 1948, cuando logró su independencia.

Sri Lanka era conocida en la antigüedad como Ceilán, nombre dado al país por los ingleses. Si hay un sello distintivo y que ha sido siempre famoso en el mundo es el té de esta isla.

La tradición de tomarlo por la tarde es, sin duda alguna, un vestigio de sus colonizadores. Por eso es uno de los mayores exportadores de té a escala mundial, junto con China e India. De hecho, la historia reporta que en 1824 las primeras ramas de té que provenían de China se plantaron en un jardín botánico. En 1867 la primera plantación fue cultivada en la región de Kandy.

Actualmente la exportación supera los 300 millones de kilogramos al año y constituye un factor de gran importancia en la economía del país. Alrededor de 4 por ciento del territorio está destinado a la plantación de té, principalmente el negro, aunque también hay una gran producción y exportación del verde.

La geografía del país está dividida en siete regiones plagadas de colinas, cuyas ondulaciones parecen adaptadas a este tipo de cultivos. A la distancia estos paisajes un tanto ensoñadores de un verde intenso y brillante se distinguen por los nombres que imprimen las diferentes empresas productoras.

Las diferentes clases de té y los diferentes aromas resultan absolutamente seductores al paladar. La oferta de diversas clases de té negro es variada en cuanto a la intensidad en el sabor, aromas y precios. El tamaño de la hoja, su color y la altura a la que se encuentran los sembradíos definen su calidad. A mayor altura, mejor clase. Las hojas cultivadas a mil 200 metros están consideradas como las más finas y con el aroma más exquisito.

Para el visitante no familiarizado con esta bebida no deja de sorprender la diversidad del té negro. La degustación es parte del atractivo turístico del país y es obligado visitar algunas de las muchas empresas con la opción de hospedarse en las cercanías. La visita incluye una guía por la fábrica para enterarse, por ejemplo, de que para obtener un kilo de té negro se necesitan aproximadamente cinco kilos de hoja verde sometida a un proceso de fermentación y deshidratación.

Desde la cosecha hasta la fábrica se llevan a cabo de manera tradicional y la maquinaria empleada para moler, triturar y fermentar las hojas data del siglo XIX, lo cual define este trabajo como semiartesanal. El cultivo es un trabajo laborioso, en su mayoría son mujeres las empleadas en la cosecha, arrancando con sus manos cada hoja de los arbustos; además, es un trabajo de baja remuneración si se considera que por día recolectan 20 kilos.

Las condiciones en las que viven distan mucho de un espacio digno, pues se hallan hacinadas en barracas.

Alia Lira Hartmann, corresponsal