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El estante de lo insólito

Alfonso Arau

El mexicano lleva el humor en los genes; se burla de todo. Es un factor que nos hace sobrellevar la vida ante todas las complejidades de este país. Pero el humor en el cine mexicano nos da identidad.

Alfonso Arau, La Jornada, 17 de junio de 2016

N

ació en la Ciudad de México en 1932 (entonces Distrito Federal). Empezó estudios de medicina, pero sus búsquedas profesionales estaban en otra parte. Entre el instinto por el arte y la aventura, terminó relacionándose con el medio artístico. Su despegue se dio como bailarín, mostrando un talento excepcional que libró el camino de lo que después tendría mímica, ballet, música, teatro y mucho cine. En México o en Hollywood, como actor o director, construyó una carrera que ha dejado secuencias y cintas clásicas. Su nombre es Alfonso Arau y su carrera supera siete décadas.

Corona y Arau

En una anécdota que le gusta contar, Arau ha relatado que comenzó su carrera frente a la cámara ocultándose de ella. ¿Por qué? Porque lo contrataron para aparecer como extra de indio en la cinta Ahí viene Martín Corona (Miguel Zacarías, 1952), que estelarizó Pedro Infante. Le aconsejaron que se escondiera entre el montón a fin de que no fuera reconocido, pues así podrían darle trabajo en otras películas, sin que fuera ubicable sólo como extra de indio. Para entonces, ya hacía coreografías, bailes y presentaciones con Sergio Corona, en una dupla que tendría giras en muchos lugares de México y hasta en el extranjero. Con la separación del dúo, Arau mantuvo escala en Cuba, donde fundó el Teatro Musical de La Habana. De hecho, se casó con Marcela, hermana de Sergio, con quien tuvo a Sergio, Fernando y Rossana.

La dupla con Sergio se reunió de forma eventual, destacando en el filme Viaje a la Luna (Fernando Cortés, 1963), en la que Arau interpreta al adusto cantante y bailarín Carlos Vela, rompiendo todos los raitings al salir enmascarado como El Caballero del Crisantemo. Su colega de muchos años Sergio Corona lo acompaña en el extenso y alucinante elenco que incluía a Germán Valdés Tin Tan, para Arau, el mejor comediante mexicano de cualquier época.

El Águila Descalza

Arau había actuado para muchos cineastas importantes, siendo parte del elenco en el clásico de Sam Peckinpah The Wild Bunch, o como el bandido memorable en El Topo, de Alejandro Jodorowsky (ambas cintas de 1969), de manera que su ópera prima, El Águila Descalza (1971), lo muestra con la madurez instantánea de quien ha sabido ver en las lecturas, los ensayos y el set, la mejor forma de que la historia se moldee con el mejor manejo artístico y técnico.

Poncho (Arau) lamenta injusticias contra los obreros y entonces decide que se debe poner un alto. ¿Cómo?, pues emulando a los superhéroes de la historieta y el cine, recuperando el emblema heroico de la lucha libre mexicana, y enmascarándose como El Águila Descalza. Este argumento rinde sobradamente para una comedia extraordinaria, en la que exhibe su brillantez humorística, su conocimiento de los géneros fílmicos, su capacidad de transformar la calle y los gags tradicionales de la viñeta historietística, en un ejercicio redondo, por encima de la parodia simple, tan calador para apropiarse de las características formales de Batman o el cine de luchadores, con una espléndida Ofelia Medina como Chona, con un elenco que saca chispas entre los golpes, los chistes y los excesos, así como con un guion impecable del propio Arau, Emilio Carballido y Pancho Córdova (en pantalla como director de un manicomio).

Frente y detrás de cámara

Si bien no tuvo el mismo éxito en su adaptación del cómic de Rius Los súpermachos en Calzonzin inspector (1974), sí pudo poner acentos en temas claves, como el de los migrantes mexicanos, en su película Mojado Power (1980). Arau se mantuvo en la actuación, con personajes importantísimos en cintas como El rincón de las vírgenes (Alberto Isaac, 1972), en la que hace un personaje extraordinario llamado Lucas Lucatero (como el personaje de El llano en llamas, de Juan Rulfo), ni más ni menos que un contador de películas. Sin duda, es uno de sus momentos más vibrantes como intérprete. Tuvo éxito y reconocimiento con un clásico de cine popular con Chido Guan: El Tacos de Oro (1986), en la que el veterano Chava Fuentes (Mario Almada) llega de Monterrey al barrio bravo, del que cree que podría salir algún jugador de futbol para la selección nacional, porque si ellos no temen a los autos, entonces no le tienen miedo a nada. Entabla amistad con Gabriel Rodríguez El Chido Guan (Fernando Arau), quien posee talento en duelos de barriada, donde en cada zancadilla se arriesgan las piernas. Don Chava resulta ser El Tacos de Oro de Monterrey, un brillante jugador regiomontano de glorias ya olvidadas. El Chido Guan le pide que lo entrene y, como en filosofía oriental artemarcialista, don Chava le dice que lo primero que debe hacer es estudiar los movimientos del muñeco cabezón de madera de los chutagol.

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▲ Ilustración Manjarrez / Instagram: Manjarrez_art

El lenguaje burlesco, alburero, de la capirucha popular, el fraseo del pica, lica y califica, cincha la tesitura verbal de lo realista, jocoso, con personajes pegados a tierra, como la madre fraseando entre santos, plegarias y tradicionales chantajes de sufrida en el mundo dejado de Dios, con un pie en el consejo maternal y otro casi en la tumba: al final, dentro de pronto voy a dejar de ser una carga para ustedes. Uno de los presentes en fiesta con convocados a la selección, y que no es otro sino el director de la cinta, Arau, dice: en el futbol, como en la vida, la cosa no es colectiva, es multindividual. El epílogo presenta juego contra Alemania, en el que El Chido Guan logra el soñado remate de tijera. En más de una dirección, la cinta refleja lo que Arau ha pretendido en su diversa narrativa de cineasta. La música, por cierto, incluye temas de Botellita de Jérez, la legendaria banda de rock mexicano con su hijo Sergio en el bajo. Es también la primera vez que hace el guion con la escritora Laura Esquivel, quien sería su esposa.

Hollywood y el cine mexicano internacional

Con colaboradores base, como la espléndida actriz Angélica Aragón, a quien llevó a varios de sus proyectos más importantes en el extranjero, incluyendo su última dirección en el largometraje La trampa de la luz (2010), hecha en Italia, Arau hizo sólido un paso que siempre ha considerado muy difícil por sus condiciones corporativas y de negociación ejecutiva: dirigir en Hollywood. Sin embargo, tuvo éxito con Un paseo por las nubes (1995), que reunía un elenco multiestelar con Anthony Quinn, Keanu Reeves, Giancarlo Giannini y Aragón.

En Hollywood apareció en producciones de buen impacto comercial, como Dos bribones tras la esmeralda perdida (Robert Zemeckis, 1984) y ¡Tres amigos! (John Landis, 1986), pero su máximo reconocimiento llegó como director, al adaptar la novela de Laura Esquivel en la cinta homónima Como agua para chocolate (1992). Vale decir que es una película suculenta, ya que hace, como en el trance literario, un adecuado paralelismo entre el recetario de cocina mexicana, con los humores de la protagonista Tita (Lumi Cavazos), lo que se ensancha al temperamento familiar y el correr histórico de un México al que lo cruza la Revolución. Con una fotografía que lanzaría a otro nivel a Emmanuel Lubezky, gran dirección e impacto internacional, la leyenda dice que Arau prevendió el largometraje sin haberlo terminado, usando el fondo de venta para cubrir el presupuesto y sus últimas semanas de rodaje. Otro pasaje mágico, aunque no tan cosmogónico y disparatado como el que tendría en la irregular comedia negra Picking Up The Pieces (2000), en la que dirigió a Woody Allen, Kiefer Sutherland, Sharon Stone, Elliott Gould, Fran Drescher, Angélica Aragón y Lou Diamond Phillips, entre otros, o en la fantasía épica biográfica Zapata: El sueño del héroe (Alfonso Arau, 2004).

El cineasta tiene una autobiografía, Así es la vida (Vals para piano), derivada de sus conversaciones con el también cineasta Armando Casas, quien lo dirigió en su película Malacopa (2016). El compendio de su trayecto afianza el anecdotario de una vida que también legó una estirpe en las artes escénicas de todo corte con sus hijos Fernando (actor, conductor y director), Sergio (músico, caricaturista, actor y director) y Rossana (actriz y productora fílmica), perpetuando el apellido en distintos frentes.

En el mundo de Alfonso Arau ha cabido el humor en todos sus matices, lo que no desdeñó el estudio musical para grabar un disco como líder de la banda Los Tepetatles (parodiando el cuarteto de Liverpool), que reunió talentos de disciplinas múltiples y de varios históricos, como José Luis Cuevas, Vicente Rojo y Carlos Monsiváis. Reconociendo enseñanzas de gente como Juan de la Cabada, Sam Peckinpah, José Revueltas y Seki Sano (Marcel Marceau es otro de los que pueden incluirse), la realidad es que el cineasta ha sabido nutrirse de todo y de todos. Seguro que muchos creadores pueden aprender mucho al admirar su trabajo.